Un gran trofeo que no dice nada

Este tipo de amistosos obligan a a establecer un orden de prioridades para su observación. Los centros de interés suelen fijarse en las novedades, como es natural. Y hubo varias. Volvió al once Córdoba tras unas semanas de ostracismo y su arranque de partido no pudo ser más chispeante. Parecía que le habían abierto la puerta tras días de encierro y necesitaba correr. A los diez minutos, su chispa se vio recompensada con el 0-1. Mikel Rico recogió un balón por la derecha tras un gran amago de Raúl García y vio a la perfección la llegada de Córdoba por su costado.

También Guruceta tuvo su oportunidad durante 45 minutos. Comenzó por la derecha, un lugar donde nunca llegará a nada, y acabó por el centro, junto a Raúl García, a raíz de la lesión de Mikel Rico y la salida de Susaeta. El joven delantero guipuzcoano dejó algún buen detalle, pero se precipitó en un remate muy franco tras un regalo de Krohn-Dehli y tampoco creó demasiado peligro. Se le notó la falta de rodaje, el hecho extrañísimo de que no juega ni con el primer equipo ni con el filial.

El Athletic tuvo más dominio y más ocasiones durante la primera mitad, aunque tampoco puede decirse que tuviera el partido controlado. De hecho, su endeblez defensiva se hacía evidente cada vez que el Deportivo estaba acertado y lograba combinar por dentro o por las bandas, sobre todo la izquierda, por donde llegó la mayor parte del peligro gallego. El 1-1, sin ir más lejos, nació en un gran pase de Krohn- Dehli desde ese costado que Santos convirtió en oro con una chilena excepcional. Sólo por ver esa jugada ya mereció la pena pagar la entrada y sentarse en algunas de las desangeladas localidades de un Riazor medio vacío.

El empate aguantó hasta el descanso, aunque hubo opciones de desbaratarlo en las dos áreas. Lo cierto es que tanto el Athletic como el Deportivo jugaban con bastantes ganas, más de las habitual en estos casos, y aunque la calidad del fútbol era muy floja uno iba pasando el rato sin bostezar, atento a lo que sucedía y pensando en algunas cuestiones laterales. En la curiosidad de ver a Iturraspe como central izquierdo, en algunas pérdidas tontas de Córdoba que emborronaron su buen arranque, en el trabajo de presión de Mikel Rico en la media punta... Viendo al de Arrigorriaga, como un sabueso, se hizo inevitable preguntarse si Berizzo no ha contemplado alguna vez la posibilidad de utilizar a De Marcos en esa posición.

La segunda parte comenzó con la entrada al campo de Aduriz, San José, Beñat y Ganea. El primero de ellos tardó cinco minutos en marcar un golazo de volea que fue la mejor noticia del partido para el Athletic. Ortolá ni la vio. Fue una alegría, por supuesto. Y también un chaparrón de nostalgia por los buenos tiempos del delantero donostiarra, esos tiempos a los que esta temporada hemos tenido que decir adiós por pura ley de vida. Quedarán esos sí, algunas luces, que serían como la estela de un cometa. Por delante en el marcador, dio la impresión de que el equipo de Berizzo acabaría ganando sin mayores problemas a poco que mantuviera un mínimo voltaje en la presión y no cometiera demasiados estropicios. Pues bien, de eso nada. Siguió el carrusel de cambios, aumentó la confusión, se redoblaron los desajustes... Todo empeoró. No hubo ni manera de fijarse en otros nuevos como Ganea. El Deportivo acabó empatando en el minuto 86, aunque bien pudo hacerlo en el 62 tras un error clamoroso de Herrerín. El árbitro lo anuló por una falta inexistente y no había VAR, claro.