Emotiva despedida de San José y Beñat
Sus compañeros del Athletic les hicieron el pasillo en San Mamés e Iribar les entregó dos camisetas enmarcadas en el centro del campo
Era un habitat totalmente desconocido para un homenaje a dos jugadores fundamentales en la última década del Athletic. Mikel San José (Villaba, Navarra, cumplió 31 años en abril, 397 partidos en once campañas) y Beñat Etxeberria (Igorre, 33 años desde febrero, 242 encuentros en ocho temporadas) han pisado esta noche por última vez el césped de San Mamés. Lo han hecho para recibir un homenaje por su adiós al club ante un desolador panorama de gradas vacías, la peor manera de irse de la entidad por la que han dado tanto.
No sintieron los gritos de aliento, pero sí hubo un emotivo guiño de reconocimiento de quienes más les quieren. Desde Igorre, su pueblo natal, colocaron en las gradas vacías de San Mamés una pancarta con el texto «Eskerrik asko Beñat». Justo debajo suyo se colocó la icónica 'Sanjo buruz' que un dibujante argentino hizo para cuatro rojiblancos alaveses y que durante años llevaron por España y Europa.
Es difícil organizar un homenaje a la altura de las circunstancias en el desamparo de un estadio vacío. El Athletic lo intentó. La primera decisión que se tomó es que fuera antes del duelo. Hacerlo a su conclusión colocaba a todos en una posición incómoda. Se corría el riesgo de rendir tributo a la pareja tras una derrota o, en el caso contrario, quedaba feo ponerse de celebraciones mientras los jugadores del rival lloraban por su descenso.
El club optó por un acto sencillo, aunque cargado de emotividad en el que la entidad estuvo representada por José Ángel Iribar. Los titulares, los suplentes y los no convocados, como Aduriz, les hicieron un pasillo para saltar al campo. Ambos lo hicieron acompañados por sus dos hijos. Mientras entraban se deslizó en la tribuna de enfrente con una parte del himno del club (herritik sortu zinetelako... maite zaituzte herriak, porque viniste del pueblo... el pueblo te quiere).
En el centro del campo les esperaban dos camisetas enmarcadas con sus dorsales, que Iribar les entregó tras una breve charla con cada uno de ellos. Una vez concluidos los actos protocolarios los dos protagonistas se fueron a la grada para ser suplentes. Pasaron de homenajeados a jugadores en busca de un triunfo que les acercara a Europa. No fue la despedida soñada, pero sí cargada de simbolismo.