Claudicación
Resulta de lo más inquietante la renuncia de Berizzo a su estilo
Quién nos iba a decir que, a finales de octubre, después de diez jornadas, nos íbamos a encontrar viviendo este 'deja vu' tan triste y ... desagradable. La verdad es que causa asombro cómo se está repitiendo lo sucedido la pasada temporada, la crisis de juego del Athletic y el proceso de claudicación del entrenador. La única diferencia es que se han acortado algo los plazos. Digamos que a Berizzo le han saltado un poco antes las alarmas. Quizá Ziganda era más inocente o quién sabe si confiaba más en sus jugadores, aunque estos no le hicieran demasiado caso.
Para los más desmemoriados, recordemos lo sucedido el año pasado. En la jornada 9, el Athletic hizo un partido terrorífico en Leganés. Perdió 1-0 y tuvo que dar las gracias. Luego cayó contra el Barça en San Mamés y viajó a Balaídos muy exigido. El Celta, sin embargo, ganó sin problemas. Con once puntos en once jornadas, decimoquinto, a cinco del descenso, el equipo de Ziganda se tambaleaba. Todas las buenas palabras del técnico, sus propósitos iniciales de un fútbol atractivo, su convicción de que «lo que no mejora, empeora», comenzaban a ser vistas con recelo. Es lo que ocurre cuando el discurso de un técnico no tiene ninguna correspondencia con la realidad de su equipo y al aficionado le empieza a molestar el sonido hueco de la palabrería.
Visitó entonces San Mamés el Villarreal, que se adelantó pronto con un gol de Trigueros. El once de Ziganda no dio pie con bola hasta el descanso y tampoco en el inicio de la segunda parte. Sin saber qué hacer, el navarro miró al banquillo y acabó sacando a Mikel Rico, que hasta entonces no había contado para nada. Le salió bien. La energía que aportó el centrocampista de Arrigorriaga fue determinante para que el Athletic acabara empatando. Ese día, Ziganda tomó la decisión de claudicar. Renunció a su idea original y entendió que su equipo sólo podía tener una prioridad:la permanencia. Ypara lograrla necesitaba hombres de verdad, veteranos con cicatrices, tipos duros y fiables como Rico con los que uno iría a cualquier guerra. Los niñatos no valen. Son mala compañía en las trincheras.
La apuesta de Cuco tuvo un efecto inmediato. Durante nueve jornadas consecutivas, el Athletic no perdió en la Liga:seis empates y tres victorias. El equipo se situó duodécimo y amplió su renta respecto al descenso a diez puntos. La afición se tranquilizó. La permanencia estaba casi asegurada en una Liga que en febrero ya tenía a tres equipos condenados. Ahora bien, todo el mundo entendió que el Athletic había vendido su alma al diablo. Dedicado a pegarse riñonadas para ir haciendo caja, había renunciado a jugar y su fútbol se desplomó hasta profundidades abisales. Sucede con mucha frecuencia. Si algo detectan los jugadores es la desconfianza del entrenador, la evidencia funesta de que sus principios son tan líquidos –citemos un adjetivo del gusto de Josu Urrutia– que basta con una mala racha para que se olvide de ellos y decrete el estado de emergencia.
Contra todo pronóstico, Berizzo, está calcando lo que hizo su antecesor y ha elegido incluso al mismo jugador –Rico– como símbolo de su claudicación. Me encantaría confundirme, pero lo que ha hecho el técnico de Cruz Alta se me antoja más peligroso que lo que hizo Cuco. Por dos razones. La primera, porque es un entrenador con más experiencia y pedigrí. Y la segunda, porque él vino a cambiar las cosas. ¡No a repetirlas! Podemos entender, cómo no, que Berizzo se llevara un susto de muerte en los partidos contra el Eibar y el Rayo. Tiene que ser muy duro ir a la villa armera diciendo que «la clave es poner la pelota en el piso e imponer nuestro estilo» y luego ver aquel bodrio en el que la pelota andaba por el piso, sí, pero por el piso catorce de las torres de Ipurua.
Ahora bien, salvo que esto sea algo puntual, un blindaje específico para un partido concreto, me temo que la reacción del 'Toto' ha sido la peor posible. ¿Cómo no pensar que esta renuncia tan radical a su estilo, esta caída tan brusca en el pragmatismo más absoluto, puede dejar al equipo a la intemperie, sin una idea en la que sostenerse que no sea la de partirse la cara? ¿O es que Berizzo ha llegado a la conclusión de que el Athletic no da para más que para pelear panza arriba por salvar el pellejo? Si es así, debería ser valiente y decirlo con franqueza.
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