El corazón le ha jugado una mala pasada. Después de más de un año inactivo por culpa de una dolencia cardíaca, Iker Casillas ha anunciado ... que cuelga los guantes. Se despide en Oporto, el club que le acogió después de su salida del Real Madrid hace cinco años. 21 temporadas después de su debut en la élite y con un palmarés deslumbrante a sus espaldas, el chico normal de Móstoles que protegió durante 15 cursos la retaguardia de la constelación de astros blancos, alcanza la condición de leyenda.
Iker Casillas no ha cumplido los cuarenta, pero ya es un futbolista de otro tiempo. Pertenece a esa estirpe de jugadores que han sabido conservar la naturalidad por encima del oropel. No se le recuerdan salidas de tono, ni desplantes de ningún tipo; tampoco ha lucido uno de esos peinados extravagantes que tanto gustan a sus colegas, ni ha llamado la atención por otra cosa que no fueran sus paradas.
Sin ser un portero especialmente poderoso, siempre fue muy solvente en los balones aéreos. De talla más bien discreta para un guardameta, Casillas ha sido un portero de grandes reflejos y muy potente de piernas, capaz de llegar a balones que parecían imposibles para su envergadura. Salvó tantas veces a su equipo que se quedó con el apelativo de 'santo'. 'San Iker' ha sido uno de los principales responsables del palmarés que ha atesorado el Real Madrid en las dos últimas décadas.
Y lo mismo se puede decir de la selección. Su mano a mano ante Robben en la final del Mundial fue tan valioso como el gol de Iniesta para la consecución del título, pero la imagen será siempre la del centrocampista del Barcelona batiendo al portero holandés.
Pero ni el sobrenombre, ni una trayectoria intachable le evitaron una salida impropia del que fue el club de su vida. Casillas se fue del Real Madrid quemado anímicamente, como confesó el mismo. Sus quince temporadas empezaban a pesar en un entorno siempre ávido de caras nuevas. Su convivencia en la selección con los jugadores del Barcelona facilitó que colaborara con Xabi Hernández para aplacar unas relaciones entre el Real Madrid y el Barcelona que el carácter volcánico de Mourinho había incendiado muy por encima de la tradicional rivalidad. El técnico portugués le quitó una titularidad que ya no volvería a recuperar. Oporto fue el balneario en el que recuperó el gusto por jugar al fútbol.
Iker Casillas siempre ha mantenido una relación especial con el Athletic, quizá porque pasó sus dos primeros años de vida en Zorroza, época de la que queda una foto vestido con la camiseta rojiblanca. Una lesión de Bodo Illgner le permitió debutar como portero del Real Madrid en San Mamés, donde Julen Guerrero le envió por primera vez a buscar el balón en la red. Años después la catedral sería el escenario donde conquistó su quinto título de Liga, que celebró en solitario grabándose un video sobre el césped cuando las luces ya se habían apagado.
Aquel niño bien podía haber sido el portero del Athletic por una de esas carambolas del destino. Por sus características dentro y fuera del campo, hubiera encajado estupendamente en un club con una tradición de grandes guardametas.
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