
El Athletic revive un mal recuerdo
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Como en Bucarest, el desgaste y el exceso de responsabilidad y de ilusión minaron al equipo en el momento decisivo contra el Manchester UnitedJon Agiriano
Bilbao
Sábado, 3 de mayo 2025, 01:10
Mientras le daban vueltas a ese cuarto de hora fatídico en el que su equipo se metió en un agujero negro del que no pudo ... salir, algunos hinchas del Athletic recordaban ayer, como si se hubiera repetido de algún modo, lo ocurrido en la final de Bucarest. Y lo cierto es que no era un paralelismo desatinado. Alguien dirá que hay diferencias evidentes entre ambos partidos y es verdad, pero también lo es que hay un rasgo común importante en estas dos decepciones históricas. Y no nos referimos a que se diera el mismo resultado, sino al daño que hizo a los rojiblancos la sobrecarga de responsabilidad que ellos mismos se echaron al hombro a base de alimentar y alimentar durante ocho meses una enorme ilusión colectiva, la del primer título europeo en la historia del club.
Hagamos un poco de memoria. En mayo de 2012, la familia rojiblanca disfrutaba orgullosa de un Athletic que había deslumbrado en Europa y viajó en masa a la capital de Rumanía. El optimismo era tan alto que podía cotizarse en el índice Dow Jones. La mañana de la final, en el hotel de concentración del equipo, a algún cráneo privilegiado de la directiva se le ocurrió reunir a los jugadores y proyectarles un vídeo con niños de diferentes colegios e ikastolas vizcaínas que les mandaban mensajes de ánimo y les expresaban su deseo de ver por fin la gabarra de la que tanto les habían hablado sus padres o aitites. Seguro que a algún futbolista se le cayó alguna lágrima. Mientras tanto, a esa misma hora, uno imagina en el hotel del Atlético a los pupilos del Cholo Simeone, a tipos como Godín, Miranda, Courtois, Arda Turan, Diego o Falcao, limpiando sus revólveres, bebiendo whisky de garrafón y jugando al póker en una mesa con mucho humo.
Antes de salir al césped del Arena Nacional de Bucarest, en una de esas tomas de interior en las que se ve a los dos equipos ya enfilados a la espera del trío arbitral, las cámaras enfocaron a Andoni Iraola. Pues bien, el suspiro que se le escapó al capitán rojiblanco, un suspiro salido del alma, nos hizo temer a algunos lo peor; es decir, lo que finalmente ocurrió. Aprovechando el estado de extrema ansiedad de los jugadores de Bielsa, el Atlético sentenció la final con dos goles de Falcao, el primero en el minuto siete y el segundo pasada la media hora. De aquella triste cita quedó una conclusión compartida por todos: el de que un grupo de profesionales a quienes Pike Bishop hubiera contratado para su Grupo Salvaje se merendó a un Athletic desgastado y atenazado por la responsabilidad de un imperativo histórico.
Lo del jueves ante el United también tuvo algo de esto. No era una final, ni se vieron vídeos de niños anhelantes, pero el clima era de fiesta absoluta. La final del 21 de mayo en San Mamés, convertida en objetivo prioritario, se veía ya muy cerca, casi podía tocarse con la palma de las manos. El optimismo, como en 2012, estaba disparado. Y, también como entonces, incluso algo más esta vez, el rival, en este caso los 'red devils', era visto como un enemigo inferior al que el Athletic haría hincar la rodilla sin remisión.
Perder el 'oremus'
Establecer relaciones directas de causa-efecto en el fútbol es a veces muy complicado. Que se lo pregunten, por ejemplo, al árbitro noruego Espen Eskas, a quien la mano en el hombro de Vivián sobre Hojlund no le pareció en el campo causa suficiente para provocar la caída del delantero danés, pero al ver la jugada repetida en el monitor, sí. Ahora bien, dicho esto resulta imposible no vincular el exceso de responsabilidad del Athletic a su aciago apagón general durante un cuarto de hora. En realidad, es la única forma de entender que un equipo que en la primera media hora fue superior a su rival y tuvo dos claras ocasiones se viniera abajo tras encajar un gol en una jugada fortuita:porque fortuito es, incluso milagroso, ver a Maguire haciendo de Garrincha por la banda derecha cerca del banderín de córner.
De repente, tras el 0-1, el equipo de Valverde perdió el 'oremus' y se acabó condenando ante un rival con mucho oficio que olió la sangre de inmediato, como un tiburón. Acelerado, demasiado al límite, Vivián jugó con fuego y se quemó. El 0-2 terminó de hundir a un Athletic perdido que, en inferioridad, concedió el 0-3 y se libró por muy poco del 0-4 en un zapatazo de Mazraoui al larguero, justo antes de que el árbitro señalara el final de la primera parte. La segunda mitad, por cierto, también recordó a la de Bucarest con un rival controlando el juego a su antojo y un Athletic impotente y deprimido, incapaz de articular siquiera una breve reacción rabiosa en busca de un gol aunque fuera exponiéndose a recibir el cuarto, que pudo llegar de todos modos. Ningún jugador se rebeló o hizo amago de salir al rescate. La segunda parte de Nico Williams, por ejemplo, fue impropia de una de las estrellas del equipo.
Nadie podía esperar lo vivido en ese cuarto de hora que pasará a los anales del club dentro de sus páginas más negras. Porque lo cierto es que el Athletic viene siendo un equipo con una fuerte personalidad competitiva, un equipo valiente que nunca se arruga y sale a partirse la cara contra cualquier rival, por grande que sea. Esta es una de sus señas de identidad más acusadas y admirables. Y, desde luego, una de las razones por las que está firmando una temporada tan sobresaliente.
Esto no tiene discusión, pero tampoco la tiene que la tropa de Valverde está acusando la acumulación de esfuerzos y se siente menos potente, sin tanta chispa. La calidad de su fútbol está decayendo claramente, sobre todo a nivel ofensivo. En los últimos nueve partidos, de hecho, sólo ha marcado siete goles y en cinco de ellos se quedó a cero. El Athletic, en fin, está sufriendo lo que un ingeniero llamaría desgaste de materiales. Algo, por cierto, que ocurrió exactamente igual –y entonces con más razón porque los leones llevaban diez partidos más que ahora– antes de la final de Bucarest. Nadie quería recordar ese partido, pero ayer hubo que hacerlo a la fuerza.
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