El decepcionante rendimiento de los Williams, Sancet y Berenguer
El bajo rendimiento de sus estrellas en la delantera es un grave lastre para el equipo, incapaz de elevar el nivel de su juego
La crisis de juego del Athletic ya es indiscutible. Se confiaba en que el equipo aprovechara el parón de Liga para «resetearse», como dijo Unai ... Simón durante la concentración con España, pero visto lo visto en Elche no sólo hay que concluir que no se ha producido reseteo alguno sino que el problema se ha agravado. El fútbol de los rojiblancos –y esto ya lo señalan hasta los comentaristas de la televisión, almas benévolas donde las haya– cada vez es peor. Desde luego, mucho menos preciso, equilibrado y profundo –por no hablar de divertido y excitante– de lo que fue en amplias fases de las dos últimas temporadas. La sensación general es que los de Ernesto Valverde están atrancados y que, por diferentes circunstancias, no encuentran la manera de dar el mínimo vuelo a su juego ofensivo.
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Partido tras partido asistimos a la misma ceremonia de la confusión tras oír las valoraciones del técnico y los jugadores. No dejamos de escuchar alabanzas a la víscera competitiva del equipo, a su entrega estajanovista y su capacidad de sacrificio. La pobreza del juego, sin embargo, queda siempre en un segundo plano, como si fuera un accidente, cuando lo cierto es que se trata de una pobreza realmente llamativa e inesperada. El domingo quedó reflejada en una estadística inaceptable. Ya se puede decir misa, pero el Athletic no puede jugar contra un recién ascendido como el Elche, ya sea en el Martínez Valero o en Tombuctú, y acabar con un 31% de posesión frente a un 69%, con cuatro remates frente a quince, y con un solo tiro entre los palos por cinco de su rival.
Eso no es propio de un equipo de Champions, y menos viniendo de dos semanas de descanso. Como no lo son tampoco sus resultados y sus cifras: una victoria en los últimos ocho partidos y sólo cuatro goles marcados en ellos. Este último dato es poco menos que estremecedor. Lo es por lo que significa de bloqueo, casi de parálisis, en un equipo de marcado espíritu ofensivo que, sin embargo, esta temporada está siendo uno de los menos realizadores de la Liga (9). De hecho, el Athletic parece cada vez más un equipo sostenido por su trabajo defensivo. De hecho, si se encuentra pese a todo en una posición decente, octavo a dos puntos del cuarto, es porque, siguiendo la gran estela del curso pasado, es también uno de los menos goleados (9).
El problema
¿Qué es lo que está pasando? Aunque hay varios factores que lo explican, hay uno que salta a la vista por encima de todos: el bajo rendimiento de los futbolistas que componen el frente de ataque y, especialmente, de los más diferenciales, es decir, los hermanos Williams, Sancet y Berenguer. Al resto –hablamos de Guruzeta, Maroan, Robert Navarro, Nico Serrano, Unai Gómez o Izeta– no se les puede exigir la misma responsabilidad. Ni de lejos. En cualquier caso, que ninguno de estos diez jugadores citados haya marcado más de un gol en los once partidos que ha disputado el Athletic lo dice todo.
Ya sabemos que en el fútbol, como en todos los deportes colectivos, no está bien visto señalar culpables. Cuando se trata de las estrellas de un equipo, sin embargo, la cosa cambia. Porque de la misma manera que a estos jugadores famosos se les señala siempre para bien, y a algunos se les nombra MVP de partidos en los que han hecho muchos menos méritos que algunos de sus compañeros, hacerlo para mal, de un modo crítico, también parece justo y lógico cuando se tercia. Por otro lado, es absurdo negar la realidad. ¿Cómo no le van a estar pasando factura al Athletic las pobres prestaciones de los hermanos Williams, de Sancet o incluso de Berenguer? ¿O no es evidente que, sin estos jugadores, el Athletic es poco más que un equipo de mitad de la tabla, desde luego uno que tendría serias dificultades para entrar en Europa? Y que conste que decir esto no es desmerecer a jugadores esenciales como Unai Simón, Vivián, Laporte, Galarreta o Jauregizar. Es poner el dedo en la llaga.
Resurgimiento
Aunque a algunos no se lo parezca, esta es un lectura optimista sobre las posibilidades de los rojiblancos de resetearse, despegar y acabar completando una tercera temporada brillante. Y es que, suponiendo que las lesiones les respeten más de lo que lo han hecho estos dos últimos meses, no hay razones para pensar que estos futbolistas citados no van a mejorar su rendimiento y no van a volver a brillar y a marcar las diferencias. Ese momento tiene que llegar y, cuando lo haga, todo el equipo lo agradecerá, empezando por sus compañeros del frente de ataque con menor jerarquía. Ya se sabe cómo funciona en los equipos el efecto simpatía y cómo a la explosión de un jugador se le encadenan las de otros.
Dicho esto, hay que esperar que este resurgimiento llegue lo antes posible. Si se demora, el Athletic corre peligro de meterse en una zona pantanosa de la que luego es difícil salir, por mucho que uno sea un equipo construido sobre cimientos sólidos. En fin, que hay que espabilar de inmediato. Pensemos en los dos partidos que quedan en octubre (Qarabag y Getafe en San Mamés) y en los seis de noviembre (Real y Newcastle fuera, Oviedo en casa, y Barcelona, Slavia y Levante fuera). Está en juego la Champions, donde los rojiblancos están obligados no ya a ganar a los azerbayanos mañana sino a resucitar como visitantes en Newcastle y en Praga.
Yhablamos de resurrección porque, recordémoslo, en las cuatro últimas salidas los de Valverde han cosechado tres derrotas y un empatito afortunado. Respecto a la Liga, no se puede ser alarmistas. Todavía no se ha llegado ni al primer cuarto del campeonato y, aunque a algunos les cueste creerlo, el Athletic lleva sumados los mismos puntos –14– que la pasada temporada en la novena jornada. Eso sí, su juego está muy lejos del nivel en el que estaba hace un año. Y esto es lo preocupante.
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