La historia del Alavés, cromo a cromo
Álvaro López Berdonces se embarcó hace un lustro en la búsqueda de todos los cromos del club albiazul en Primera desde 1998. Solo le faltan tres
El terreno de juego de Mendizorroza mide 105x68 metros. La pasión de Álvaro López Berdonces está ahí, sobre el verde, cada quince días. Pero también ... en un espacio mucho más pequeño. En concreto, en unas cartulinas que apenas alcanzan los nueve centímetros cuadrados en el caso de las más grandes e impregnadas de colores vivos y con un brillo inconfundible. En realidad, en varias decenas como ellas que guarda con orden marcial. Son los cromos que este incansable aficionado del Deportivo Alavés archiva como un tesoro en un museo. Lo son.
El pequeño botín que generaciones enteras han construido poco a poco a través de ese ritual que va desde la emoción de conseguir el primero hasta la satisfacción de haber almacenado el ansiado último y que tiene mucho de patrimonio inmaterial. El abuelo que se los compra al nieto, la niña que ahorra sus céntimos de la paga para asomarse al kiosko y cruzar los dedos para que le toque el que tanto anhela, esas interminables partidas en el patio del colegio para arrebatárselos a los compañeros… Los cromos son fútbol del bueno.
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López Berdonces lo sabe. Por eso hace alrededor de un lustro decidió embarcarse en una titánica tarea: hacerse con cada una de las fichas –también en formato pegatina– que ha protagonizado el Deportivo Alavés a lo largo de sus dos décadas en Primera. En concreto suma 161 cartas, a las que hay que añadir unidades especiales y únicas. Auténticas rarezas por las que, ojo, se pagan auténticas fortunas.
No en el caso albiazul, advierte, pues es más una colección de nicho; pero sí en esos cromos de superestrellas que todos conocen y unos pocos guerrean para conseguir. Ahí el fútbol no es el deporte rey. En agosto, una extraordinaria unidad con las caras y firmas de LeBron James y Michael Jordan fue subastada por una cifra récord de 12,9 millones de euros.
Uno de Laguardia de la temporada 2019-20 de formato 'Fuego' y dos ediciones especiales con los rostros de Rioja y Joselu de la 2021-22
El hobby de este abogado de 39 años, donostiarra de nacimiento y afincado en Vitoria desde hace ocho años, es más modesto. Pero eso no quita que su dedicación sea total. Tiene hasta documentos de Excel en los que ordena los cromos que atesora, cómo los ha obtenido y también los que le faltan para hacerse con todos. Desde la temporada 1998-1999 –que se puede considerar curso fundacional del coleccionismo moderno– solo encuentra tres huecos en sus álbumes: uno de Laguardia de la temporada 2019-2020 de formato 'Fuego' de Panini Chronicles y dos de la 2021-2022, con los rostros de Rioja ('Give and Go') y Joselu ('Stained Glass'), editados por Panini Mosaic. Esas palabras que acompañan al protagonista ya sugieren que la cosa tiene algo de truco para el aficionado medio. «Son de colecciones americanas, que aquí no se han vendido en los kioskos», detalla. La vuelta al mundo de cromo en cromo.
Ese tsunami de conceptos ilustra que esto es mucho más que un juego de niños. Aunque tampoco duda en ser uno más de la colección que confeccionan sus hijos Telmo, Anton y Eneko. Eso sí, como él es el que paga las normas son suyas. «Les tengo un poco 'chantajeados'. Les compro cromos, pero me tienen que dar todos los que les salgan del Alavés hasta que yo acabe. Están un poco mosqueados, pero saben que es el trato», explica entre risas. Eso sí, asegura que sus vástagos están «encantados» con la afición de su padre. No todos en su familia piensan igual. «Mi mujer me hace algo de caso a veces, pero mis padres piensan que estoy chalado», bromea.
Estas son las diez joyas de la colección: el primer cromo, el único, el más caro...
Esa pasión le venía de niño. Como otros muchos, recopilaba cromos. «Pero no acabé nunca ninguna colección», asegura. Con el paso de los años su afición por el fútbol americano le reenganchó al vicio. Fueron esas cartas, llegadas desde unos Estados Unidos donde esta actividad es pasión, las que reabrieron la puerta. Con su hijo llegó el 'clic'. «Yo le enseñaba unas cartas del copón y le daba absolutamente igual. Él solo quería el Alavés. Entonces me puse a intentar conseguir todos», expone. La misión tenía dos fases. Primero, lograr los de las dos últimas décadas y media, momento de explosión de esta afición en España.
El hecho de que hasta hace muy poco apenas se editasen cromos de Segunda –el escudo y, algunas temporadas, un par de futbolistas– facilitó la tarea. Pero también quiso bucear en la historia y ahí encontró joyas. En su colección muestra orgulloso uno de 1929, el que cree uno de los primeros de la historia que inmortalizó al Alavés, o uno de Quincoces de 1931.
«A mis hijos les encanta, mi mujer me hace algo de caso a veces y mis padres piensan que estoy chalado»
Las décadas le llevan a nombres de todo tipo. De los héroes de la UEFA de 2001 a nombres que apenas suponen una olvidable nota al pie en la historia albiazul. También protagonistas recientes pero a la vez únicos. Del cromo con trozo de camiseta incluido de Manu Sánchez a otro con la rúbrica de Antonio Blanco, uno de los más recientes.
Ejemplos de todo tipo. «Hay algunas cartas que se rumorean que existen, porque hay cajas que todavía no están abiertas», expone. Lo suyo es más una labor artesanal, de pura insistencia, que derroche económico. «En mi caso no es caro de coleccionar. Algunas cartas muy especiales del Alavés rondan de 90 a 150 euros. Una de un jugador top mundial es inasumible», detalla. Un poco como ese equipo del que disfruta en Mendizorroza y cuya historia gráfica guarda en su particular museo. «Una pequeña obra de arte en un formato pequeñito».
El buzón en Estados Unidos para almacenar sus adquisiciones
¿Quién no ha ido en su infancia a la Plaza España un domingo a mediodía a intercambiar esos cromos repetidos por las ansiadas unidades restantes para completar la colección? Aunque lo que vale para la gran mayoría, en el caso de los coleccionistas se queda corto. «Eso está bien para los cromos de esta temporada, pero yo tengo que recurrir a internet», expone López Berdonces sobre su método de trabajo.
Eso le lleva a bucear en páginas de compraventa –dedicadas a coleccionistas y de subastas– de todo el mundo. Porque si un día negocia con un vendedor en Madrid al siguiente se pega para sacarle el mejor precio a alguien en la otra punta del mundo. «He comprado en Estados Unidos, Nueva Zelanda, China, Indonesia…», explica. En norteamérica tiene un buzón donde almacena poco a poco sus compras hasta que le sale rentable mandarlas a Vitoria. A través de internet también vende. Casi nunca lo hace, pero a veces surgen oportunidades inesperadas. Como ese sobre que abrió mientras esperaba al bus de regreso a casa y en el que apareció un cromo firmado por Xabi Alonso. La carta ya está rumbo a Tailandia para conocer a su nuevo dueño.
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