Sivera y Mouriño, cabizbajos tras uno de los tres goles que recibió el Alavés en Leganés. Carlos Gil-Roig
Deportivo Alavés

Como en el límite en ningún sitio

El Alavés regresa al histórico estado natural de agitación e incertidumbre deportiva que le lleva a jugarse la permanencia a cara y cruz en los tres meses finales de Liga

Jueves, 20 de febrero 2025, 00:19

Si un aficionado del Alavés despertase después de siete meses y reparara en que el calendario avanza hacia finales de febrero, la primera y ... obligada tarea sería acudir a la clasificación. Por si la hibernación hubiese acarreado amnesia transitoria, la investigación inicial pasaría por encontrar la categoría en la que milita la escuadra vitoriana. Tranquilizado por la continuidad en Primera (son 19 participaciones en 104 años de historia, no conviene olvidarlo), el socio albiazul toparía después con la cruda realidad.

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Y es que ya se sabe que aquí rara vez salen de la cocina futbolística temporadas al punto. Más bien poco hechas o algo pasadas. Así que: 'Vaya, otra vez a sufrir. Menuda novedad'. Éste podría ser más o menos el monólogo interior del seguidor alavesista. Por la situación de un equipo decimonoveno en la tabla, a un punto de la permanencia y con catorce partidos por delante.

Quizás, a estas alturas, no se quedaría ahí la reflexión. Primero cargada de inquietud y minutos más tarde, cómo no, tratada convenientemente con píldoras de esperanza. «No tenemos miedo al fracaso porque nos hicimos fuertes en el infierno», resonaría entonces en la cabeza alavesista. «¿Puestos de descenso?», de cuatro meses consecutivos dentro de ellos salió el Alavés en 2014 en Jaén en el último suspiro de la Liga. «Este equipo es experto en liarla», susurraría la barba de Laguardia al evocar ese todavía reciente ascenso con penalti en el último minuto después de una prórroga con dos balones al larguero del Levante. «El equipo está preparado para luchar hasta el último minuto del último partido», apuntaría atento Manu García. Palabra de capitanes pretéritos.

Vamos, que como en el límite no se vive en ningún sitio. O tal vez no quede otra que pensarlo así ante la acumulación histórica de temporadas en el alambre. Ya se sabe. Vocación de funambulista. Esa agitación e incertidumbre deportivas que siempre han estado presentes en la construcción de la casa albiazul: habitaciones de tensión, pasillos de película de terror y bombillas que parpadean cuando se acercan los finales de temporada. Pero tras la exhaustiva revisión de la jornada del fin de semana, que llega con el duelo directo en Mendizorroza ante el Espanyol, solo cabe, por supuesto, la visualización positiva. Así que mediodía victorioso del sábado mediante, para la noche del domingo los tres últimos clasificados serán otros.

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Cansancio arbitral

Son ya demasiadas semanas de decisiones determinantes del VAR en contra de los albiazules

Salvo, claro, que el VAR quiera de nuevo proyectar desde el monitor imágenes de Tik Tok o de cualquier otra red social en lugar de hacer su trabajo de forma eficiente. Una cosa es que arbitrar o rearbitrar, incluso delante de una pantalla y a cámara lenta, no sea sencillo y otra que la incompetencia se multiplique. Para sumar errores y restar puntos al casillero albiazul. Son ya demasiadas semanas de desesperación por la ausencia de criterios unificados y la proliferación de decisiones inexplicables contra los intereses del equipo vitoriano.

Esa sensación de que hasta tropezar con una baldosa saliente o levantar en exceso el brazo para alcanzar el bote de arroz pueden resultar acciones susceptibles de penalti si se producen vistiendo la camiseta del Alavés. Conocido es que ser socio albiazul convalida por un curso universitario de emociones fuertes, pero el CTA (Comité Técnico de Árbitros) parece empeñado este ejercicio en elevar el ritmo de las pulsaciones y promocionar las taquicardias.

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En fin. Por delante, 14 partidos. El 36'84% de la Liga. Suficiente para todo. Con esa reciente y todavía pegajosa percepción de oportunidades perdidas ante Getafe y Leganés que más vale enviar al pozo del olvido. Y esa curiosa «indiferencia» que por sorpresa manifestó sentir a su alrededor el Chacho Coudet antes de la visita a Butarque. La realidad es que además de jugador y entrenador, el argentino siempre ha sido todo un personaje en lo futbolístico. De esos a los que conviene no tomar demasiado en serio o al menos relativizar el contenido de sus declaraciones cuando se produce una situación extraña o pintoresca. Bastante hay por delante como para abrir la más mínima grieta interna en la sólida pared de rendimiento y fortaleza mental que debe mostrar el Alavés hasta el final de la competición. Incluido, evidentemente, el cuerpo técnico.

La «indiferencia» de Coudet

Bastante trabajo hay por delante como para abrir el mínimo resquicio a grietas internas

También Mendizorroza necesita jugar. Ahí se antoja que tiene razón el preparador albiazul. Ni el lastre de una temporada más que irregular en casa ni la certeza de que alguien deberá hacerse responsable de algunos errores flagrantes impide levantar la vista y ser consciente de que será sobre el césped del Paseo de Cervantes o difícilmente será. Allí, en el cara o cruz de los próximos tres meses, se van a disputar ocho partidos (Espanyol, Villarreal, Rayo Vallecano, Real Madrid, Real Sociedad, Atlético de Madrid, Valencia y Osasuna) de los catorce que restan para decidir el futuro del Alavés. Un único objetivo une botas de futbolistas y gargantas de aficionados: que a final de mayo el cuadro vitoriano celebre la permanencia. Es decir, el derecho a disputar su temporada número 20 en la máxima categoría. Lo demás puede esperar.

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