Luis García, a la derecha de Mané
Desde el monte del pico ·
Por su inminente centenario Luis García Plaza dispone ya de un lugar en el altar de los entrenadores albiazules y, además, su ciclo en el Alavés se antoja ascendenteA la derecha del Padre (Mané) se sienta ya Luis García Plaza. En el altar de los entrenadores del Alavés más longevos y exitosos ... en el banquillo albiazul. A la vera, entre otros, de Luis Astorga, Manolo Echezarreta o Txutxi Aranguren. A los cercanos centenarios del club (enero de 2021) y de Mendizorroza (abril 2024) se unirá este sábado el del preparador madrileño en el banco de la escuadra vitoriana. Que García Plaza dirija en casa a los alavesistas junto a la 'Plaza García' (plaza Amadeo García de Salazar, la del párking exterior del campo a la que da nombre el impulsor de la fundación del Alavés) solo podía presagiar tiempos de abundancia. Inolvidable ascenso, décima posición en el regreso a la máxima categoría e ilusionante arranque de la presente campaña. «Lo mejor está por llegar», auguró el técnico en verano después de su renovación hasta 2026. Y es que su ciclo se antoja ascendente.
Todo quedó marcado por aquel penalti de Villalibre al Levante en el Ciutat de Valencia. Vaya usted a saber si Luis García Plaza sería ahora el entrenador del Alavés en el caso de que el delantero de Gernika hubiera fallado aquel lanzamiento. Pero el cuadro albiazul, ya lo decía Víctor Laguardia, es «experto en liarla» cuando llega un duelo determinante. Que se lo cuenten a Guzmán (2014) y ese tanto ante el Jaén que evitó al descenso a Segunda B y, con ello, unas derivaciones difíciles de calibrar para el actual proyecto del club.
Bien pensado, quizás en las dos últimas décadas solo ha existido un revés doloroso de verdad en una situación crítica. Aquel gol de Coro (Espanyol) ante la Real Sociedad en la jornada final para consumar el descenso albiazul a Segunda en 2006. Tal vez el gol de oro en propia puerta de Geli en la final de la UEFA ante el Liverpool (2001) en Dortmund había conjurado para años casi todas las vibraciones negativas.
A Luis García Plaza, en realidad, siempre le han salido las cuentas en el Alavés. Es ya la tercera campaña consecutiva en la que firma un buen arranque. Es decir, la garantía para evitar los nervios y poder trabajar con cierta tranquilidad. Poco hay que explicar a estas alturas de su estilo de juego. Compromiso, esfuerzo, orden y mirada en la portería contraria cada vez que existe la posibilidad de progresar. Si hay pase hacia adelante, no lo des en horizontal y menos hacia atrás, podría ser el lema. Nada de especular. Tampoco hay dudas sobre su manera de transmitir fuera y dentro del campo. Energía desbordante y contagiosa expresividad. Características que no suman puntos, pero ayudan a mantener la conexión con el vestuario y también con el aficionado. El seguidor de a pie necesita resultados, claro, pero también esa figura de entrenador exigente y cercano en la que reconocerse.
Ahora le toca a García Plaza crecer con el Alavés. Posiblemente con la plantilla de mayores recursos ofensivos desde hace décadas, el desafío es mantener un bloque sólido y vivir toda la temporada en la zona cómoda. Ya se sabe que a medida que se eleva la calidad de los futbolistas es más complicado convencerles de que la base de todo debe seguir siendo el orden y el esfuerzo. De que un toque con el exterior luce para la jugada de la semana, pero una carrera para ayudar al compañero saca brillo al equipo. Ahí tiene labor el entrenador albiazul. Como a la hora de manejar unos recursos más amplios que en anteriores temporadas sin que se resientan los egos del vestuario. Tareas siempre delicadas.
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