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El cuento de nunca empezar
El Alavés, aturdido por los incomprensibles cambios de Mendilibar, se desmorona tras el descanso para perpetrar otro desastre que le acerca aún más al abismo
Otro batacazo. Ni se sabe cuántos van ya. Lo peor es que a estas alturas ni sorprende. Se ven venir porque a día de hoy ... todos los rivales son más que el Deportivo Alavés. No es difícil tampoco, porque el conjunto albiazul es poca cosa. Es un equipo que trata de sobrevivir boqueando en busca de un oxígeno que no le llega. Un bloque perdido, con las constantes vitales tan débiles que se cae al primer estornudo del partido. El Elche, cómo no, fue mucho mejor en un duelo que se antojaba fundamental en la lucha por la permanencia. Un rival directo que ya no lo es, porque, mientras los ilicitanos avanzan con paso firme hacia la salvación, los vitorianos siguen dando pasos hacia el abismo. Ya están al borde tras once jornadas sin saber ganar.
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Tras su enésimo desastre, perpetrado esta vez tras el descanso. La escuadra vitoriana se había ido al intermedio en ventaja gracias a un gol de Joselu, quién si no, pero se desmoronó después. Con el delantero gallego como protagonista involuntario. El Elche ya había empatado en apenas 58 segundos –para hacérselo mirar–, pero Mendilibar le tendió después la alfombra roja con el incomprensible cambio táctico de su jugador más desequilibrante (m. 53). Resulta complicado de entender, y de explicar, que un entrenador saque del campo a su mejor futbolista, al único que mete goles, al faro ofensivo que guía todas las acciones ofensivas del equipo. Porque el Alavés empieza y acaba en Joselu, como quedó patente en el Martínez Valero.
Ya no es solo por todo lo que te da futbolísticamente el de Silleda, el clavo ardiendo al que se agarran las esperanzas albiazules, sino porque es el indiscutible líder moral de un equipo que sin él se queda sin referentes. Y después está el mensaje que recibe el equipo, de un conformismo tan terrible que hizo añicos las ilusiones vitorianas en Elche. Para las próximas jornadas quedan los efectos colaterales de enervar y desmotivar al futbolista que te podría rescatar de una situación que ya supera lo dramático.
El caso es que, a partir de ahí, el equipo se cayó por completo. Desplome total. Ya había dejado el recado el Elche con el empate en apenas un minuto de la reanudación –gol de Pere Milla con cierta fortuna, tras un involuntario despeje defectuoso de Lejeune–, pero entonces se fundieron todos los plomos de un equipo que ya no se encontró en ningún momento. Desorientado, superadísimo. Desnortado sin esa luz que le marca el rumbo. El Alavés se había ido del partido demasiado pronto y la única opción de salir indemne era que el Elche no acertara con las ocasiones que, en ese escenario, iba a tener seguro.
Cinco minutos le costó al equipo de Francisco hurgar en la herida. Otro centro de Mojica desde la izquierda para que de nuevo Pere Milla certificara la remontada con un disparo demasiado cómodo en el borde del área, a donde no había llegado ninguno de los mediocentros albiazules. El delantero y el carrilero fueron los principales quebraderos de cabeza durante todo el partido. Y la entrada de Tenaglia no frenó al colombiano. No mejoró a Martín. Tampoco la entrada de Manu Vallejo, el sustituto de Joselu, dio otro aire a un ataque desvanecido sin el gallego.
Ya no hubo respuesta. Solo un disparo alto de Miguel de la Fuente, tan esforzado como impreciso en los metros finales. El Elche insistía, Mojica seguía a lo suyo y era cuestión de tiempo que el Alavés terminara de romperse. Ya llevaba un rato resquebrajado y la entrada de otro centrocampista (Pons) por un punta (Miguel) no arregló nada. No sorprendió el tercer gol, de Fidel, ya en el 85. Porque ya no había partido. El conjunto franjiverde jugaba a placer ante un rival inferior que ya solo pudo aportar al duelo el desquiciamiento reflejado en la tangana final que desencadenó una entrada de Tomás Pina. Y la entrada de Guidetti en los últimos minutos sonaba más a disparate que a intento desesperado.
Esperanzadora primera mitad
El Alavés había durado 45 minutos en el Martínez Valero. La esperanzadora primera parte de un partido que empezó eléctrico. Con un gol anulado al Elche en apenas 25 segundos. Por falta de Pere Milla a Duarte previa al certero remate de Morente. Un toque de atención. Un gran susto. Un mensaje claro. Ritmo desde el principio. Le costó serenarse al conjunto albiazul, que, más asentado con el paso de los minutos, dejó una nítida tarjeta de visita: recuperar, abrir a banda y poner el balón en el área lo más rápido posible. Mejor en tres toques que en cuatro. Y así llegó el gol de Joselu (m. 18). Centro pasado de Jason desde la derecha que Luis Rioja recoge en la izquierda; y el andaluz la devuelve al área en un envío blando e impreciso que el ariete aprovecha en el segundo palo ante la indecisión de la zaga local.
No llegó el Elche a agobiar a Pacheco después –basculaba bien el Alavés en las tareas de contención–, pero la iniciativa era suya con dos carriles largos y el incisivo Mojica. También las ocasiones: Pere Milla y Lucas Boyé en dos ocasiones. Había partido. Y cierto optimismo. El equipo albiazul quería sacar la cabeza, pero se la hundieron después entre las decisiones propias y los aciertos ajenos.
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