Con J de Joselito
Anécdotas gloriosas de un siglo albiazul ·
Jordi Cruyff dejó el Manchester de Beckham para experimentar una realidad paralela en el Alavés hasta renunciar a su último año de contrato a cambio de un jamónJordi Cruyff ha quedado asociado a la memoria colectiva albiazul por un cabezazo. No cualquiera. Aquel córner que Pablo Gómez colocó con precisión y veneno ... al primer palo en plena agonía en Dortmund. El hijo del mito se adelantó a su paisano, el guardameta del Liverpool Westerveld, para marcar el insólito 4-4 en una final de la UEFA y forzar la prórroga. Bajo la óptica alavesista, el momento cumbre del partido más relevante que el conjunto vitoriano ha disputado en cien años de historia.
Hay quien todavía siente desbordarse los lacrimales cuando la enjuta y casi quijotesca figura de Jordi se eleva ingrávida y emboca el remate. Se agradece que las nuevas tecnologías permitan recrear en bucle un gol de goles. El instante que representó la incredulidad del gigante rojo ante la tozuda resistencia de un irreverente y desconocido adversario. El que osaba levantarse una y otra vez de la lona. Marcado por los golpes recibidos, tambaleante, pero obstinado. En la posibilidad, después cruelmente frustrada, de incluir su nombre en el Olimpo del fútbol europeo. Zeus prefirió mirar hacia otro lado en la jugada final. La historia alavesista de Jordi no pudo así tatuarse de gloria con la Copa que entregaba su padre Johan. Pero los capítulos albiazules del fino mediapunta habían comenzado a escribirse unos meses antes.
Fue en julio de 2000. Su fichaje, posiblemente como ningún otro en la historia del club, colocó de inmediato al Alavés en el escaparate mundial. Un verano antes Jordi viajaba en suntuosa gira por Australia con el Manchester de David y Victoria Beckham. Pero al hispanoholandés el picante le esperaba en el club vitoriano. De repente, se encontraba en el hotel París de Bagneres de Luchon. El humilde establecimiento, dos estrellas (quizás la tercera era él), que regentaba Manolo Giménez. Allí donde el Alavés repitió pretemporada durante siete años consecutivos (1997-2003). 13 habitaciones dobles y 8 individuales era la petición habitual. Austeridad de cartujos y entrenamientos devastadores. La hoz y el martillo, para recordar la esencia proletaria del Alavés.
Con el Maserati en Ibaia
Para un futbolista que aparcaba el Maserati azul tapizado en tonos crema en el párking de Ibaia, el aterrizaje forzoso de este vuelo Manchester-Vitoria-'París' resultaba cuando menos un desafío. A su capacidad de adaptación y, por extensión, a la estabilidad de un equipo forjado a golpe de orden y sudor. El que, contra todo pronóstico, acababa de conseguir su primera clasificación para las competiciones europeas. En el señorial y bucólico Luchon (apenas 3.000 habitantes), entre escarpadas laderas y turistas que buscaban los efectos terapéuticos de las termas pirenaicas, Jordi Cruyff resultaba una atracción de primer orden. Tan solicitado en la calle mayor como el telesilla para visitar la cercana estación de Superbagneres.
Quizás, visto con perspectiva, también poseía Jordi un punto de profeta. «La UEFA va a situar al Alavés en el mapa futbolístico europeo». Fue el titular de su primera entrevista con este periódico. Aún hoy, el cuadro vitoriano es el único debutante en competiciones continentales que ha llegado a una final. Además del tanto de Dortmund, el mediapunta albiazul había anotado ante el Inter, el Rayo Vallecano y el Kaiserlautern. Durante ese viaje por las nubes en alfombra mágica que transportó al Alavés hasta lo inimaginable. Su producción en la Liga (7 goles en 94 partidos) resultó menos prolífica, aunque nunca destacó realmente por sus dotes realizadoras y sí por generar juego ofensivo y llegar al área rival en el momento justo.
También por ser uno de esos futbolistas perfeccionistas y quisquillosos que 'nunca' se preocupaba por lo que se escribía sobre él. Algún cronista recuerda aún la invitación del jugador (rechazada, claro) a su casa para revisar un partido ante el Rayo Vallecano. Con el objetivo de analizar si la valoración en el uno a uno sobre su segunda parte resultaba excesivamente rigurosa.
Había firmado Jordi en 2000 un contrato de una temporada con la opción de renovarlo por tres más, como así sucedió. Llegaría todavía una segunda participación continental y el declive posterior del ciclo albiazul con el descenso del verano de 2003. Entonces se fraguó el curioso epílogo de su estancia en Vitoria. Aunque aseguran que Holanda tiene más de empresa que de país, el futbolista evitó forzar la situación económica con un Alavés metido ya en dificultades. Entonces lesionado, el club le 'advirtió' que debía pasar sus vacaciones en Ibaia para recuperarse. Tira y afloja. Hasta que aceptó la rescisión gratis de su contrato. A cambio de un jamón. Eso sí, el mejor: un 5 Jotas. Con J de Jordi. Con J de Joselito.
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