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Blanca Castillo
Deportivo Alavés

Caluroso reencuentro albiazul

Un millar de aficionados del Alavés abarrotan las instalaciones de Ibaia en el entrenamiento a puerta abierta

Jueves, 17 de julio 2025

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En Vitoria lo habitual es que las romerías enfilen la marcha hacia las campas de Armentia y Olárizu. Pero este jueves la columna humana conducía hasta Ibaia. Un millar de hinchas albiazules abarrotó -se colgó el cartel de completo- las gradas de las instalaciones deportivas del Alavés en el entrenamiento a puertas abiertas, para presenciar la sesión dirigida por el Chacho Coudet y ver de cerca a sus ídolos. La alegría fue en ambos sentidos. El encuentro fue también un oasis para los jugadores, inmersos en una «intensa» pretemporada marcada por el físico y las dobles sesiones. Durante una hora pudieron beber del siempre revitalizante elixir de la afición.

Está claro que había muchas ganas de volver a verse las caras. Han pasado dos meses desde aquel último partido en Mendizorroza. Una eternidad. Así que daba igual que el sol apretase a más de 30 grados o que el parking se llenase y hubiese que dejar el coche más lejos. El alavesismo se vistió con sus mejores galas, respondió a la llamada y tomó las instalaciones deportivas incluso una hora antes de que se abrieran sus puertas. «Una pena que no me haya dado tiempo a pintarme también las uñas de azul y blanco», se apenaba Soledad Martín, que fue de albiazul de pies a cabeza, incluidas las gafas. La ilusión se desbordó a las 17.45 horas, cuando se vieron las primeras carreras para tomar la mejor posición.

El pequeño Jon Ibarra, de 9 años, se frotaba los ojos. En parte, por culpa del sueño: «No ha pegado ojo en toda la noche de la ilusión que tenía por el entrenamiento». Pero sobre todo porque estaba a punto de ver a sus ídolos de cerca. «Ya es socio del Alavés y está deseoso de estrenar el carné. Hace unos días nos lo comunicaron y la felicidad es inmensa», confesó su madre, Eva Fernández. A pocos metros estaba Yeray Aranés. El chaval no quitaba la vista del campo. Ahí estaba Sivera, su ídolo. La pancarta que lucía lo reafirmaba. «Yo también soy portero -en el San Martín- y quiero ser como él».

Lo cierto es que el guardameta alicantino fue uno de los más aclamados. Se coronó entre la afición. De manera literal. Mikel Sánchez y Kimetz, de 11 años, le entregaron una txapela bordada a mano. «Es un emblema del Alavés. Un escudo, un guardián. Siempre estamos animándole. Nos da muchísimo». El portero aceptó con ilusión el regalo y posó con ella. Una especie de reconocimiento y también de fortuna para la temporada teniendo en cuenta los precedentes. «Cada vez que tenemos ocasión se la regalamos a un jugador». Una galería en la que están Kike García y Ander Guevara.

Los jugadores saltaron al verde bajo una ovación. Y desde uno de los fondos, miembros de Iraultza trasladaron a Ibaia los ecos de los partidos en Mendizorroza. Coudet -inspeccionó minuciosamente el estado en el que quedó el nuevo césped híbrido del campo 3- reunió a sus pupilos para darles una charla antes de comenzar la sesión con unos ejercicios de activación. Al apartado más táctico le siguieron las llegadas a portería. Todo antes del partidillo a campo reducido que más atención captó entre la afición.

Primeras conclusiones

El encuentro permitió sacar varias conclusiones. La muralla de Sivera no se ha agrietado durante este verano. Y Toni Martínez firmó un golazo de chilena que despertó los aplausos de la afición. Mariano Díaz -que pidió entrenar con el Alavés mientras busca equipo- también participó en el partidillo en el que la intensidad fue máxima. Coudet no quiere que nadie se relaje. «Fuerte, hostia. ¡Eso es!». «Raúl, en corto». El técnico argentino incluso estuvo charlando con el canterano Selu Diallo para corregir aspectos.

Los goles fueron el preludio del atracón más esperado: las firmas y las fotos. Villalibre agotó más de un carrete. Sivera no quiso dar un respiro a sus manos: «Llevaré, no sé... ¿unas 150 firmas?». Y entre la multitud, ahí estaba Iñigo García Guevara. «Sí, soy primo de Ander Guevara», confirmaba el pequeño. «No le puedo ver mucho -el calendario de la Liga no perdona-, pero cuando lo hago siento orgullo», confesaba, junto a su amigo Alejandro Scaffidi. «Ver al Alavés da mucha felicidad. En las previas siempre vamos a darles ánimo en la salida del autbús. La pasión por el Alavés es un sentimiento». Ayer volvió a quedar de manifiesto.

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