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Aceite con limón, crema Nivea con mercromina... las locuras para broncearte que debiste evitar

Pringue de zanahoria y hasta coca cola... las jóvenes hicieron barbaridades para broncearse antes de que se impusieran la cordura y el factor 50

Jueves, 27 de agosto 2020, 07:35

Dicen que la piel tiene memoria. Pobrecita la de las que fuimos jóvenes en la generación 'pre-factor 50', cuando se acuerde las barbaridades que cada verano le hacíamos para alcanzar el deseado tono marrón oscuro casi negro.

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Lucir piel morena sobre la arena –y nadar igual que una sirena que decía la canción de los años de la tana– tenía un precio. Había que sobrevivir a una exposición prolongada a temperaturas extremas, acudiendo a la playa justo en esa franja horaria que los médicos y el sentido común aconsejaban evitar. Y a echarle horas, vuelta y vuelta.

Mucha de las hoy 'cuarentañeras' coladas, 'buenas madres' obsesivas de la protección solar y el spray de factor 50 para sus hijos, comparten un oculto pasado de barbaridades con el sol. En los Noventa, los grupos de amigas –antes achicharradas que pálidas– hacían auténticas competiciones encubiertas para ver quién se convertía antes en el tizón del verano.

Por entonces, yo iba bien de reservas de melanina, y encima mi piso de estudiantes estaba al lado de la playa por lo que cuando llegaba junio era de las mejor posicionadas en la carrera por el moreno. Las que no contaban con estas ventajas tenían que 'dopar' su piel con mejunges caseros. Y aquí entraban las recetas 'brutas sin filtro' que eran de lo más efectivas para freírse, pero solían dejar a las más blancas de la pandilla bastante mal paradas. El famoso moreno gamba, primero rojas y después peladas.

El aceite hidratante de bebé mezclado con limón era el hit entre los bronceadores caseros, en dura competencia con la lata azul de Nivea 'enriquecida' con mercromina. La fórmula nivea tenía otra versión con betadine que para el caso pintaba lo mismo. «¿Te acuerdas del verano en el que Patri se untó coca cola y acabó como un dálmata?», recuerda entre risas una pandilla de cuarentañeras de Almuñécar.

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La famosa la crema Nivea, que luego se 'tuneaba' con mercromina.

Luego estaban las gastronómicas que optaban por perseguir el moreno a base de comer zanahoria y tomar el sol envueltas en una capa gruesa de aceite de oliva. Otras más prácticas –esto me lo recuerda mi amiga Fuen– optaban por las cremas que por entonces ofrecía el mercado en las droguerías –la generación prefactor 50 no iba a la farmacia– como la infalible y pringosa Margaret Astor de zanahoria. Protección ninguna, pero el corte del bañador salía en la primera hora.

Lo que ya no acertamos a recordar en el claustro de amigas es de qué mente pensante salían los mejunges, si circulaban de boca en boca o venían en los consejos de la 'superpop'.

Por supuesto, ninguno funcionaba si no se acompañaba del anteriormente explicado 'vuelta y vuelta' en la playa a las dos de la tarde, sin más licencia para no arder como Troya que levantarse al rompeolas para mojarse con agua salada «que hace efecto lupa y te pones más morena, tía».

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Los años, las autoridades sanitarias y el sentido común fueron cambiando la mentalidad y hoy, por fortuna, hasta los niños son conscientes de los graves riegos que implica el abuso del sol, en los que no toca aquí extenderse que ésta es una sección distendida. Aquel moreno de nivea con mercromina queda como una de las tantas barbaridades que miramos por el retrovisor con los ojos de hoy. ¿Recuerdan cuando viajábamos en coches sin sillita infantil y los padres fumaban? Demasiado bien salimos, que suele decir otra amiga...

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