"Quiero que se le ponga cara al asesino de mis hijas para mostrar el rostro de la maldad"
La madre de Amets y Sara, las niñas asesinadas por su padre en Asturias, hace público su deseo de que "no caigan en el olvido"
LETICIA ÁLVAREZ
Domingo, 7 de diciembre 2014, 15:45
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Bárbara García rompió ayer su silencio. Diez días después de que su exmarido, José Ignacio Bilbao Aizpurua, asesinara a las dos hijas de la pareja, Amets y Sara, ha querido dirigirse a los asturianos para pedir que sus pequeñas no pasen a formar parte de una simple y fría estadística de víctimas de maltrato. «No quiero que mis hijas caigan en el olvido», afirma esta mujer rota por el dolor.
Bárbara, natural de Cudillero e hija de la "Chata", muy conocida entre los vecinos pixuetos, asegura que ahora quiere «que se le ponga cara al asesino» de sus hijas. Aunque después del parricidio se suicidó, su exmujer facilita una fotografía de José Ignacio Bilbao Aizpurua, de 55 años y originario de Basauri, «para que se muestre el rostro de la maldad y no sólo el de las víctimas». Bárbara García revela que Ruth Ortiz, la madre de los niños Ruth y José, asesinados por su padre José Bretón, le escribió una carta expresándole su dolor y su solidaridad. En la misiva, Ruth señala que «nunca se deje de escuchar a una madre que pide que se revisen las visitas, porque un maltratador nunca es un buen padre».
Como José Bretón, José Ignacio Bilbao -se le conocía como Iñaki- también planeó el crimen. Las mató el 27 de noviembre, aprovechando las dos horas de visita a las que tenía derecho. Iñaki y Bárbara mantuvieron una relación de diez años. Durante este tiempo regentaron un negocio de hostelería en el concejo de Cudillero. Tras la separación, Iñaki regresó a Bilbao, pero cuando Bárbara rehizo su vida, reapareció en Soto del Barco. Ahí comenzaron los problemas. Ella le denunció por maltrato psicológico y llegó a pedir medidas de protección que no se concedieron. El juzgado de Pravia no le consideró como un hombre violento y desestimó la reclamación. A partir de ese momento, se estableció que Iñaki podría ver a sus hijas los martes y jueves, de cuatro a seis de la tarde. Además debía pasarles una pensión alimenticia de 150 euros que, en ocasiones, no abonó.
El pasado 27 de noviembre, Iñaki recogió a las niñas y las llevó a su casa. Horas antes se le había visto tomando café en una terraza. Con una barra de hierro envuelta en papel de regalo golpeó a sus hijas, de nueve y siete años, hasta matarlas. El día anterior había sido el cumpleaños de la pequeña. Tras el crimen, salió de casa, se dirigió en coche al viaducto de la Concha de Artedo y se arrojó al vacío desde una altura de 110 metros. Cuando se encontró su cadáver, la Guardia Civil se trasladó a su domicilio. En el interior se encontraron a las dos niñas sin vida.
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