"El daño causado por ETA no es una pupa que se cure con una tirita"
El filósofo Reyes Mate aborda el concepto de culpa en el terrorismo y la relación verdugo-víctima en su libro 'La piedra desechada' (Editorial trotta)
pedro ontoso
Miércoles, 26 de marzo 2014, 13:25
"Las armas te dejan heridas que no cicatrizan nunca". La frase la pronuncia Kepa Pikabea, autor de una veintena de asesinatos, en el documental 'Al final del túnel'. Y ahora la recoge el filósofo Reyes Mate en su libro 'La piedra desechada' (Editorial trotta) en la que da pautas para repensarlo todo a la luz del sufrimiento que causa la barbarie. En esta reflexión sobre la experiencia del dolor destaca un capítulo, 'El sentido cívico de la culpa y el perdón', en el que se aborda la violencia política y el terrorismo, pero desde el punto de vista de las víctimas. Frente a todas las teorías amnésicas, Mate, profesor en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, defiende que la memoria es justicia y el olvido, injusticia. Personajes tan distintos como Andoni Ortuzar, presidente del EBB del PNV, o José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián, coinciden en la necesidad de que los presos de ETA reconozcan el daño causado para garantizar la calidad del proceso de paz que se ha abierto en Euskadi.
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Reyes Mate recuerda al filósofo alemán Ernst Bloch, que escribió aquello de que "cuando se acerca la salvación crece el peligro". Y lo aproxima a la realidad de Euskadi. "El peligro se cierne, en este momento de esperanza, sobre el País Vasco. El terrorismo ha alterado profundamente la convivencia, sembrando su geografía de muertos y 'socializando el dolor', que ahora, cuando ETA ha dicho adiós a las armas, acecha la tentación de volver la espalda al pasado y de pasar página; de pagar con el precio del olvido o de la prisa la tranquilidad de una vida 'normalizada', 'pacificada'. Si cayéramos en la tentación, naufragaríamos, precisamente cuando la salvación está al alcance de la mano", advierte.
Ante los dos caminos que se abren, "pasar página o enfrentarmos al pasado", el autor introduce el aspecto de la reparación de las víctimas, además del atentado a la ley. "En este caso no hay manera de pasar página ni poner el contador a cero porque ese daño o, mejor, esos daños siguen ahí, aunque no se produzcan nuevos". Las víctimas se han hecho visibles, por lo que "la justicia ya no puede verse exclusivamente como castigo al culpable". Reyes Mate recuerda que si bien el delito es una infracción de la ley, hay "otros muchos efectos dañinos que son injusticias aunque no vayan contra una ley penal. No van contra una ley positiva pero sí contra principios morales o, en el lenguaje kantiano, contra la ley moral".
Mate se remonta al final de la Segunda Guerra Mundial y a las sesiones del juicio de Nuremberg, cuando el filósofo alemán Karl Jaspers escribe el libro titulado 'El problema de la culpa'. "Mientras el tribunal internacional se ocupa de juzgar a algunos de los grandes dirigentes nazis, el filósofo despliega un mapa de responsabilidades que alcanza mucho más que lo que se ventila en Nuremberg. Además de la culpa criminal, que consiste en infringir leyes, había un universo de responsabilidades que él llama culpa política, culpa moral, incluso metafísica. La culpa moral se refiere a cómo se comportó cada cual ante la política criminal: si miró a otro lado, si se la jugó por las víctimas, si se escudó en la obediencia debida. La metafisica se refería a las responsabilidad de todo ser humano con respecto a cualquier sufrimiento o injusticia. De estas tres culpas no habla el Derecho, ni de ellas se ocupaba el tribunal de Nuremberg, pero son injusticias que incumben a una concepción moderna de la Justicia. Hay, pues delito, y también culpa".
De las heridas de Pikabea al orgullo de Martitegi
Reyes Mate parte de que la culpa es algo subjetivo, un asunto de la propia conciencia. "Llegar a sentirse culpable es la necesaria culminación de la culpa; es el final de un proceso siempre difícil que necesita su tiempo y disponer de circunstancias favorables". Pero es también algo objetivo. Las cicatrices de las que hablaba Kepa Picabea tras empuñar las armas, ahora desvinculado de la violencia. "Es la señal de Caín de la que habla el Génesis. Esa señal, que no se puede borrar con el castigo y que le sobrevive, es la culpa. La culpa no es, por tanto, una mera creación de la conciencia (o de la conciencia judeocristiana). Es una marca en el sujeto moral que la conciencia podrá silenciar pero cuyas exigencias no quedan anuladas por la inconsciencia. La pasada semana, el exjefe de ETA Jurdan Martitegi expresaba en un juicio su "orgullo" por ser militante de la banda y hacía suyas "todas las acciones que ETA ha realizado en medio siglo de historia".
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La culpa también es intersubjetiva. "Si el delito se las tiene que ver con la ley, la culpa se ventila entre la víctima y el verdugo, entre el autor del daño y el dañado. Y esa relación le resulta fatal al verdugo, porque si quiso imponerse a la víctima, acaba ésta convirtiéndose en su destino". Mate se refiere al paralelismo con la reacción de Raskolnikov en el 'Crimen y castigo' de Dostoievski. "Mata para demostrarse que él pertenece al grupo de seres elegidos, como Napoleón o César, que pueden matar en nombre de una idea o de un ideal superior, y sentirse a gusto. Pero no lo consigue. Tras el asesinato de la vieja usurera se da cuenta de que no puede seguir adelante. Reconoce que su destino está ligado al de la vida arrebatada. En lugar de marcar al destino de los demás, siente que el suyo depende de la vida asesinada". "La culpa le obliga a ponerse bajo la autoridad de la víctima: supeditación del verdugo a la víctima en el sentido de que el crimen en lugar de demostrar la superioridad del verdugo sobre su víctima lo que consigue es revelar al verdugo que su proyecto de vida está a expensas del crimen cometido y de la víctima del crimen. El segundo cambio se refiere a la responsabilidad por la culpa. El ofensor tiene que cargar con todas las consecuencias estén o no recogidas en el Código Penal".
Reyes Mate reflexiona largamente sobre el Holocausto y sobre Auschwitz y diferencia entre violencias distintas, por ejemplo la nazi y la etarra. Pero enseguida establece un punto en común: se utiliza la vida humana como medio para conseguir objetivos políticos. "La bala que mata lleva un mensaje dirigido a la víctima: tú estás de más en la sociedad por la que nosotros luchamos", escribe el autor. "No olvidemos añade que en todo crimen hay dos muertes: la física y la hermenéutica. El asesino no sólo mata sino que lucha por invisibilizar el crimen y, para lograrlo, nada tan eficaz como privarle de significación, es decir, presentarlo como in-significante". Por eso se detiene, una y otra vez, en aquella barbarie. "Lo que es importante señalar es que Auschwitz no solo rescata la significación de las vícitimas, sino que, al mismo tiempo, propone un método de construcción justa de la historia Es el 'nunca más'".
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"Las víctimas han sido invisibles"
El filósofo establece una relación entre culpa y víctima, entre conciencia de culpa y visibilización de la víctima. "Si las víctimas, en efecto, no fueran visibles, es decir, no comparecieran con su demanda de justicia, podríamos pensar que con cumplir la pena estaba el crimen saldado". Y la verdad es que durante mucho tiempo las víctimas han sido invisibles "y no por ellas, sino por política de la memoria. Las víctimas estaban ahí y eran bien visibles a los verdugos, como lo era el espectro de Banquio en 'Macbeth'. Gracias a esas políticas de la memoria hemos podido contar la historia a nuestra guisa. Todo ese montaje se viene abajo tan pronto como las víctimas se hacen presentes. Como bien reconoce un Macbeth asustado: 'Si los osarios y las sepulturas nos devolviesen los muertos, nuestros monumentos serían festines de buitres'. Es decir, si los muertos se hacen prsentes, adiós con nuestra representación del pasado. En lugar del cartón piedra de nuestros monumentos, aparecerían la culpa y el destino, esto es, el reconocimiento del daño causado a inocentes y la supeditación de nuestro proyecto vital a la vida arrebatada". Una reflexión lapidaria.
Reyes Mate advierte sobre la tentación de las simetrías entre sufrimientos, que no todos son iguales, aunque todos merecen nuestra solidaridad. Y también se refiere a la reivindicación del perdón como virtud política y lanza un aviso. "Es peligrosa la frivolización cuando se pide el perdón para cumplir un requisito burocrático en vista a mejorar la situación carcelaria personal o, también, cuando se utiliza como arma política", un debate que se abrió en Euskadi tras el abandono de las armas por parte de ETA y que tardará en cerrarse. "El daño causado no es una pupa que se cure con una tirita", escribe Mate. "Son más de ochocientos asesinatos, por no entrar en los amenazados y obligados al exilio exterior o interior. Reconocer el daño es reconocerse culpable de daños inconmensurables, como privar de la vida o de la libertad a un ser inocente. Si uno es consecuente con ese reconocimiento no puede evocar la estrategia del ventilador, ni esconderse tras la culpabilidad de los demás. La sinceridad del reconocimiento de la propia culpa no es negociable".
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