Michael Gira, con sombrero, y sus compañeros de banda.

Cuidado con los cisnes

Los neoyorquinos Swans, que actuán este viernes en Durango, siempre han sido uno de los grupos más peligrosos del mundo. No suelen morder, pero hacen mucho ruido

Carlos Benito

Miércoles, 1 de octubre 2014, 02:02

Una de las cosas que más detesta Michael Gira, el temible líder de los Swans, es que los textos periodísticos sobre su grupo se centren en el demencial volumen al que suelen tocar. Pero, como resulta bastante improbable que lea esto, vamos a empezar justo de la manera que más le enfada: el concierto que ofrecieron los Swans hace un par de años en el Kafe Antzokia de Bilbao fue una de las cosas más brutales y ensordecedoras que se han presenciado por estos pagos, un holocausto sonoro que hizo estallar un vaso y una botella, aterró a las camareras y llevó a algún asistente a comprobar que, sí, se había puesto tapones antes de empezar, aunque el estruendo que le llegaba al oído pareciese desmentirlo. Por mucho que Michael Gira prefiera centrar la atención en otras cuestiones, el ruido y su impacto físico siempre han formado parte de la propuesta de 'los Cisnes': ya resultaban fundamentales en sus comienzos, en el Nueva York de principios de los 80, y se han vuelto un ingrediente básico desde su reactivación en 2010.

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Pero, por supuesto, en los Swans hay mucho más que ese salvajismo despiadado. Su gran especialidad siempre han sido las canciones repetitivas y libres, que suelen prescindir de servidumbres tradicionales como el estribillo, pero ahora aplican esa receta con un propósito diferente al de antaño: mientras que los primeros Swans buscaban fundamentalmente la confrontación y la angustia, la actual configuración de la banda parece aspirar más bien a la trascendencia, al éxtasis, a envolver al público en sus ritmos y texturas y elevarlo hacia un nuevo nivel de conciencia. Un crítico estadounidense les describía recientemente como "la encarnación definitiva de una banda de krautrock", y en las reseñas de sus últimos discos no resulta raro encontrar referencias a las estructuras a la vez insistentes y cambiantes del techno, aunque sea aplicadas a un conjunto de guitarras en el que se reconoce a menudo la raíz blues. El propio Gira ha destacado la dimensión psicodélica de sus conciertos: "Para mí es una búsqueda espiritual, no al estilo de la new age, sino parecida a la meditación. Alcanzas cierta zona y te conectas con el universo", explicaba en Noisey. "La música toma el control de todo y tú simplemente la sigues, y eso es extático y maravilloso, y en ese momento es cuando siento que tengo un lugar en la Tierra que realmente importa", profundizaba en The Guardian. También ha dicho alguna vez que ha pasado de inspirar antipatía en los espectadores a compartir con ellos una experiencia.

Recién casado

Porque a Michael Gira, el hombre inquietante de los sombreros de cowboy, nunca le preocupó mucho agradar, ni tampoco pasar desapercibido en el rebaño. Hablamos de un hippie precoz que empezó a tomar ácido con 13 años, recorrió Europa en autostop y cumplió los 16 en una prisión de Jerusalén, después de que lo pillasen vendiendo hachís. Ahora, con los 60 cumplidos en febrero y recién casado, parece atravesar un momento de insólita serenidad. Sus últimos álbumes, 'The Seer' y 'To Be Kind', han recibido elogios casi unánimes y han convertido a los Swans en algo así como vacas sagradas de la vanguardia, aunque su personal concepción de la música adquiere pleno sentido en directo, donde las canciones crecen y se extienden de manera orgánica, con Gira ejerciendo a la vez de comandante severo y chamán iluminado. "Yo no veo las versiones en estudio como las definitivas, simplemente son una versión", ha puntualizado en una entrevista con Stereogum. Junto a él estará en Durango un miembro fundamental de los Swans originales, el guitarrista Norman Westberg, y también le acompaña otro escudero de largo recorrido, el otro guitarrista, Christophj Hahn. No faltará tampoco un favorito del público: el percusionista Thor Harris, con su vistoso arsenal de campanas y gongs y esa apariencia exuberantemente viril, tan ajustada a su nombre de pila.

El cartel se completa con dos artistas femeninas: la bilbaína internacional Ainara Legardon y la neoyorquina Margaret Chardiet, cuyo proyecto Pharmakon se ha convertido en los últimos años en uno de los nombres más relevantes de la música industrial y la electrónica más áspera.

Vídeo: Swans - Just A Little Boy en el Primavera Sound

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