Cerca de 100.000 visitantes pasearon entre las eras del Valle Salado en 2019. IGOR MARTÍN
Alavesa del mes | Fundación Valle Salado

El tesoro milenario que brota de la naturaleza

EL CORREO elige a la Fundación Valle Salado como Alavesa del mes. Las salinas son hoy un imán de turistas y su producto se consume hasta en Japón

Sábado, 12 de septiembre 2020, 02:27

La cosecha en el Valle Salado ha finalizado esta extraña temporada con premio. Porque a la «buena calidad» que desprenden las toneladas de sal recogidas ... en sus milenarias eras hasta hace unos días se suma ahora el reconocimiento como Alavés del mes de EL CORREO a una postal única que se ha convertido en uno de los imanes del territorio. «Tenemos un patrimonio de incalculable valor», admite Daniel Solana, director gerente de la fundación sin ánimo de lucro que gestiona las salinas, ilusionado con un trofeo que asume como un espaldarazo «a una labor de tiempo y el trabajo bien hecho».

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Hace unos 7.000 años que este paisaje blanco brota a los pies de Salinas de Añana pero no siempre arrojó ni la producción actual, que pone sabor a los platos de medio mundo, de Estados Unidos a Japón, ni la instantánea que hoy se llevan los miles de turistas –casi 100.000 en 2019– que pisan sus caminos y chapotean en su spa salino. Durante décadas, siglos en realidad, permaneció sin que se le sacara apenas partido y con cierto abandono que dolía en la comarca, especialmente entre los salineros que han prestado sus manos a este rincón que bebe del río Muera.

El proyecto echó a andar a finales del siglo XX y ha permitido recuperar eras, crear rutas y sacar partido al tirón turístico

LA FUNDACIÓN

No fue hasta finales del siglo XX cuando se levantó la Fundación Valle Salado integrada por la comunidad salinera y las principales instituciones y ahora premiada por EL CORREO. Con su ambicioso proyecto se recuperaron eras –214 sólo en el último año– y pozos, la producción se intensificó, se habilitaron diversas rutas con un escrupuloso respeto al entorno natural... y comenzaron a llegar visitantes y premios. En su vitrina se hallan, por ejemplo, el galardón Europa Nostra recogido en 2015 o el título de la FAO como patrimonio agrícola mundial logrado un par de años después, mientras que el 'boom' del turismo entre sus eras ha encumbrado a las salinas en motor de Añana y un icono de Álava.

«Un momento dorado»

El Valle Salado atraviesa hoy «un momento dorado». «Se encuentra en un punto de despegue para alcanzar una gran notoriedad nacional e internacional», sitúa Solana a pesar de la zancadilla que el dichoso virus ha puesto a los planes de las salinas para 2020. Pero este año no han permanecido de brazos cruzados. A los kilómetros de itinerario que serpentean por la zona se sumó el pasado verano una ruta que conecta con el lago Caicedo-Yuso y una pasarela que salva el río junto a la iglesia de Santa María de Villacones, y la sal 'made in Añana' logrará el sello Eusko Label antes de final de año y la certificación como producto ecológico en 2021.

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«El Valle Salado está en un punto de despegue para alcanzar una gran notoriedad. En 10 años va a ser un espectáculo»

daniel solana, director gerente

El turismo, además, ha dejado cifras de «récord en julio y agosto» en este rincón que no deja de sorprender y, como muestra, los pequeños manantiales que se descubrieron hace poco junto al de Santa Engracia. El futuro del Valle Salado pasa, asegura el director gerente de su fundación, por explotar ese tirón entre los viajeros. Con un nuevo parking que albergue incluso caravanas, una mayor accesibilidad de las salinas, un empuje a la internacionalización del producto... Su sal adereza la carta de estrellas Michelin, desde Martín Berasategui a Francis Paniego, y su venta en forma de escamas, chuzos, molinillos... facturó 580.000 euros el año pasado. El paisaje donde se amontonan sus granos no tiene precio, y Solana avisa: «En diez años esto va a ser un auténtico espectáculo».

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