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Susana atiende a Víctor, transportista, en la gasolinera de Ventas de Armentia. rafa gutiérrez

«En Treviño estamos peor que en Gibraltar»

El frágil equilibrio que rige el enclave se ha roto por el virus. Sus alcaldes se niegan a acatar las normas de Castilla y León y los vecinos se sienten «en tierra de nadie»

Martes, 2 de febrero 2021

Suena el teléfono en el bar La Plaza, en La Puebla de Arganzón. Es el sargento del cuartelillo, el puesto de la Guardia Civil ... del pueblo. «Me acaba de decir que a partir de ahora tengo que seguir las normas de Castilla y León, que sólo puedo servir en terraza, no en el interior y que lo del toque de queda... pues nada, que sigue como hasta ahora, hasta las diez de la noche, igual que en Álava», informa la camarera a sus parroquianos, que apuran blancos y zuritos más allá de la hora del vermú.

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La escena, algo berlanguiana, resume a la perfección la tremenda confusión, el embrollo administrativo con el que conviven los de Treviño. Ellos ni están en Álava ni –por mucho que se empeñen los mapas–, se sienten de Burgos. En la cresta de la tercera ola, sus instituciones andan estos días de nuevo a la gresca competencial. La Junta de Castilla y León obliga ahora a que se apliquen en el enclave las mismas restricciones que en el resto de la comunidad, entre ellas, el polémico toque de queda 'adelantado' a las 20.00 horas, recurrido por el propio Gobierno central. Por su parte, el alcalde del Condado de Treviño se niega en redondo a acatar la orden: aduce que –en efecto–, el Real Decreto del estado de alarma recogía (a instancias del PNV) que los 26 enclaves que existen en España, «estarán ligados a las normas establecidas en la provincia que les circunda, independientemente de que pertenezcan o no a la misma Comunidad Autónoma». Y, mientras, en medio, los treviñeses no saben a quién diantres obedecer. «Esto es peor que Gibraltar, no somos ni de un sitio ni de otro», resuelve Pablo, de La Puebla, mientras apura su caña.

En el Ayuntamiento del Condado de Treviño ondea la bandera española, la europea y la de Castilla y León. «En Burgos en contra de la voluntad de los treviñeses», se puede leer, tanto en euskera como en castellano, en su fachada. En el tablón de anuncios, el anuncio de la venta de una finca rústica de 22 fanegas (una medida agraria propia de Castilla) convive con uno del torneo de mus, brisca y 'comemierda' que ha organizado para el 15 de febrero la Herri Txikiak Bat Gazte Asamblada... Los ejemplos de todos esos contrastes que al foráneo se le antojan tan exóticos se suceden en las calles del pueblo, donde todo, desde la recogida de basuras a la sanidad y el pago de impuestos, se rige por un fragilísimo equilibrio que sólo una suave brisa de polémica puede hacer añicos.

Condado de Treviño

La Puebla de Arganzón

«En condiciones normales, mientras funciona, todo va más o menos bien, pero cuando pasa algo...», reconoce el regidor, el peneuvista Enrique Barbadillo, que tiene a su cargo los 49 pueblitos que, como en un puzzle de bosques y casitas, componen el municipio, de Argote a Bajauri, de Uzquiano a Franco. El caso es que en los últimas días, el virus se ha descontrolado en las estadísticas que arroja Treviño. Un brote en la residencia de Cucho ha disparado la tasa hasta los 3.081 casos por cada 100.000 habitantes. La alarmante cifra hizo que la Junta de Castilla y León instara a aplicar sus medidas en el pueblo: el cierre del comercio no esencial a las 18.00 horas y el confinamiento a las 20.00 horas.

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Bando rebelde

En la práctica, las restricciones 'castellanas' sólo afectarían al polémico toque de queda. «Aquí, en el enclave, todo el comercio es esencial: las gasolineras, una tienda de alimentación y un taller de reparación de vehículos, por lo que pueden estar abiertos en horario habitual», apunta el alcalde que, en un bando, rechazó aplicar las medidas. Es uno de los gestos de rebeldía institucional más significativos que se han dado en el enclave, otrora convulso, en los últimos años.

–¿Le está echando usted un pulso a la Junta?

–¡En todo caso serán ellos quienes nos lo están echando a nosotros! Como nuestra reivindicación histórica es la anexión a Álava, cualquier cosa que hacemos aquí no gusta a los dirigentes de Castilla y León y por eso ahora nos vienen ahora con esto, con el adelanto del confinamiento, que es ilegal. Aquí estamos en tierra de nadie, nos han dejado durante meses a los pies de los caballos.

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Esa misma sensación, la de vivir en el ostracismo institucional burgalés y alavés, la comparte la cordobesa Melody, que regenta el estanco del pueblo. También el tatuado y barbado Jose, el dependiente del Rotela, el colmado. Y Maite Romera, la dueña del bar Ventas de Armentia, cerrado desde este domingo como toda la hostelería de Treviño. «Cerré porque me lo dijo el alcalde, pero aquí no sabemos a qué normas atenernos, ni siquiera los políticos lo tienen claro y los que pagamos somos nosotros», asegura, incapaz de disimular un tremendo cabreo.

Pero lo cierto es que, de haberse aplicado la normativa vasca –como piden aquí, en el enclave–, hace ya mucho tiempo que Treviño tendría que haber cerrado sus bares. Su incidencia acumulada lleva días disparada por encima de los 500 casos. «Pero es que nadie nos había dicho nada hasta ahora», se defiende el regidor, encogiéndose de hombros. No siempre está tan mal eso de estar en tierra de nadie.

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La situación es muy distinta en La Puebla de Arganzón, el otro de los municipios del enclave. Allí tienen el nivel más bajo de riesgo por el virus, el de 'nueva normalidad', que contempla el Gobierno castellanoleonés. La consejería de Sanidad no ofrece datos sobre la incidencia del virus para municipios de menos de 1.000 habitantes (Lapuebla tiene 500 censados). Ni siquiera el alcalde, de EH Bildu, conoce a ciencia cierta cuántos casos tiene activos su municipio. «Yo sé lo que me dicen cuando pregunto en el centro de salud, que tenemos pocos y que los que hay, están confinados», responde el regidor, Pablo Ortiz de Latierro. Ayer, nadie le había comunicado todavía que los bares del pueblo tenían que servir sólo en terraza. «Para los de Castilla y León, no existimos», se queja.

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