El Bellas Artes de Álava dedica una muestra a Fernández de Viana, escultor alavés de «gran versatilidad». IGOR MARTIN

Al rescate de Fernández de Viana, el escultor alavés olvidado

El Museo de Bellas Artes reivindica la figura del artista de Lanciego. «Es el único escultor alavés de la época que consigue cierto reconocimiento» a principios del siglo XX

Jueves, 14 de octubre 2021, 15:41

Pocas manos se alzan si alguien pregunta si conoce al artista alavés Lorenzo Fernández de Viana (Lanciego, Álava, 1866 - Bilbao, 1929). Con la exposición 'Un escultor alavés', el Museo Bellas Artes de Álava pretende que sean más índices los que se levanten recuperando a una figura que no había sido estudiada con detenimiento hasta el momento. «Es el único de la época que consigue cierto reconocimiento incluso a nivel estatal en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes con las que obtiene diferentes distinciones», afirma Ana Arregui, autora de una larga investigación de dos años que ha dado lugar a esta muestra que se puede ver hasta marzo en la pinacoteca del paseo Fray Francisco de Vitoria. Su directora, Sara González de Aspuru, subrayó que la intención es «explicar y recuperar a artistas alaveses» en el museo.

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En esa línea expositiva en torno a figuras cercanas se han realizado otras muestras dedicadas a Díaz Olano, Fernando de Amárica o Joaquín Bárbara. En esta ocasión, la exposición reúne una reducida colección de obras de Fernández de Viana. Se trata de una escayola pintada, 'Euzkadi' (1906)', prestada por la colección Juan Manuel Urretabizkaia, y cinco bustos en bronce y de pequeño formato de la colección del museo: uno de Pablo Uranga (1908), otro de Sabina Arana (1919), 'Mi hija' (1916-1920), 'Autorretrato' (1920) y 'Éxtasis' (1900-1920).

Esos retratos que ocupan el pasillo central están vinculados a «lo íntimo y personal», al no tratarse de encargos. Junto a esas obras se encuentra la pintura de su amigo Pablo Uranga, 'El escultor Viana'. En ella se ve al de Lanciego modelando precisamente el busto del pintor. Una especie de juego de espejos. «Refleja cómo el artista se siente orgulloso de su trabajo», señala Aspuru. «Trataba prácticamente todos los géneros y técnicas, hay una gran versatilidad en su trayectoria».

Debido a que gran parte de su obra se liga a la arquitectura y también a la fragilidad de parte de la producción, el resto de la exposición la forman paneles que recorre su trayectoria en campos como la escultura religiosa, conmemorativa o el autorretrato, así como instantáneas de la Vitoria de la época, la transición entre el siglo XIX y XX, un periodo «menos proclive a la valoración escultórica que a la pictórica», señaló Ana del Val, diputada de Cultura.

Arriba, detalle del tímpano 'Jesús predicando en la barca' (Iglesia de Mar de Plata, Argentina). Debajo, 'Autorretrato', ya moduro con su barba y bigote característicos; y ''Euzkadi', obra presentada a la Exposición Internacional de Barcelona de 1907.

De ese tiempo se pueden contar prácticamente con los dedos de la mano los escultores destacados a nivel vasco. En este sentido, el alavés destacó por su «dominio de la materia y de la técnica» emparentado con otros realistas como el vizcaíno Higinio Basterra. Aunque parte de un estilo tradicional, su formación en Madrid y su viaje a París le hacen avanzar a un lenguaje modernista y simbolista en algunas de sus obras.

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Entre esos trabajos icónicos en su tierra se encuentran algunas tallas para la Catedral Nueva. Un ejemplo es el grupo escultórico de la crpta, 'Tobías y el Ángel. Además, en esa serie de instantáneas que reúne la pinacoteca se recogen algunos proyectos que no se materializaron como el tímpano de grandes dimensiones que ideó para la catedral. La imagen muestra un modelo en escayola que ideó para la catedral. «Es un ejemplo de la escultura modernista que juega con esos detalles, expresiones y sentimientos», resalta Arregui acerca de una obra que hace un guiño a los arquitectos directores, Javier de Luque y Julián de Apraiz, que aparecen en un extremo.

Estancia en Argentina

Como restaurador destacaron sus trabajos en el Santuario de Estíbaliz (1904-1907), donde se efectuaron trabajos de limpieza de la fachada y alzamiento de las bóvedas. Y uno de los acometidos que les dio mayor popularidad fue la restauración de la imagen de Nuestra Señora de Estíbaliz años antes. Arregui afirma que es el «ejemplo perfecto del artista que se inicia como un artesano, como ebanista y, a base de sus ansias de aprendizaje, consigue progresar.

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Vinculado al nacionalismo vasco, sus «discrepancias ideológicas» con el Obispo Cadena y Eleta forzaron su marcha a Argentina en 1912. Entonces el peso de los encargos eran religioso. Como recoge el amplio catálogo publicado, el obispo era contrario al nacionalismo, incluso prohibió los bautizos con nombres en euskera. Ya en el país del tango realizó proyectos escultóricos en importantes edificios, como la fachada de la iglesia de San Pedro en Mar de Plata o un gran friso para el Hospital de la Independencia en Santiago del Estero.

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