¿Cómo fue tu Selectividad? Responden músicos, médicos, escritores y deportistas alaveses

Ramiro González pertenece a la segunda generación que se enfrentó a la Selectividad en Álava. Aquel año, explica, todavía había «mucho desconocimiento» entre los estudiantes sobre esta prueba y, en su caso, sentía que se «jugaba» su vocación, Derecho. El líder foral tenía claro que quería cursar esta carrera y no oculta que había cierta «ansiedad» en torno a unos exámenes que, una vez en sus manos, le resultaron «más sencillos de lo que pensaba que iban a ser». Aún se recuerda, como si fuera una fotografía, a sí mismo sentado ante la hoja en blanco, a la que llegó «sin miedo» por ninguna asignatura aunque sabe que Latín no era su fuerte. Y eso que iba por Letras. «En los exámenes no lo pasé mal pero los días previos fueron de muchos nervios», admite.

Monseñor Elizalde, obispo de Vitoria, hizo la selectividad en 1978 en Pamplona. Fue siempre un buen estudiante, tanto en el colegio de Jesuítas de Javier donde hizo la educación Primaria como en instituto público Ximénez de Rada, en la capital navarra. «Recuerdo que fuimos durante dos semanas a clase de repaso con los mejores profesores del instituto», apunta. «Y luego seguía estudiando en casa los temas más difíciles o más importantes. Al examen fui tranquilo pues quería hacer Filosofía, para luego ser sacerdote. Como sabía que no había mucha gente inscrita, iba bastante tranquilo, aunque con la materia estudiada. Saqué un notable alto». Además del buen resultado, el actual obispo de Vitoria se llevó un buen recuerdo. «La profesora de euskera iba recorriendo todas las aulas y solo daba caramelos a los que íbamos del instituto Ximénez de Rada, lo que generó bastantes envidias». recuerda.

La audacia del explorador no tiene tanto que ver con lo desconocido como con las pistas de que puede hallar algo en alguna parte. Y, en el caso de Miguel Gutiérrez, la prueba de acceso a la universidad «fue un infierno absoluto: recuerdo que pasé mucha tensión porque quería hacer Medicina, por tradición familiar, y necesitaba una nota alta, creo que un 7,1. Te jugabas a esa carta todo lo que habías hecho en tu vida». Acudió a examinarse al Campus de Álava y, en el abanico de posibilidades, tenía claro que llevaba más de un agujero porque había algunas asignaturas que no había preparado demasiado. Aunque logró rozar la nota necesaria, se quedó fuera de la facultad de Galeno. Pero cursó Periodismo y se reafirmó como hombre de Humanidades y contador de historias y divulgado de la Historia. «Ahora sé que me hicieron un favor», reflexiona.

Su selectividad fue diferente, «especial», recuerda. Hizo 3º de BUP y COU en Estados Unidos «y para prepararme tuve que ir un mes enteró a Madrid porque había materias que iban a extrar en el examen y que yo ni por asomo había cursado allí como Historia de España o alguna otra». Un mes sin apenas descanso para María de Simón «y con bastante agobio porque el nivel que aquí exigían era superior». Pero llegó la hora de la verdad y la actual presidenta de la Ruta del Vino -también lidera junto a su padre y sus hermanos Viñedos y Bodegas de La Marquesa-Valserrano en Villabuena- sacó adelante la prueba «pero si te digo la verdad, aún no me creo que aprobara». Se merecía una buena celebración, en compañía de sus padres, para olvidar «algunos malos ratos sobre todo con el comentario de texto, que no me gustaba nada».

«Recuerdo mi selectividad como una nebulosa de ansiedad controlada en la que se alternaban horas de estudio y pausas para tomar cafés en la biblioteca de La Florida de Vitoria. Tenía cierta presión porque necesitaba una nota alta para poder cursar Ingeniería de Telecomunicaciones, que es la carrera que -no sé muy bien por qué- elegí como plan de futuro», cuenta Mikel Izal (1982), cantante de Izal, uno de los grupos más aclamados de la escena española del rock independiente. Reconoce que estaba nervioso porque ya no le iban a evaluar sus profesores habituales del colegio, «esos que me habían puesto buenas notas los últimos años y que seguramente en ocasiones ya me las ponían por inercia». En general salió bastante contento de todos los exámenes. Pero todavía recuerda un error que cometió y le inquietó hasta conocer las notas finales. «Me quitó el sueño varias noches. Fue en el examen de Lengua Española en el que confundí 'vanalidad' con 'banalidad' en el rimbombante título que elegí para mi redacción. Pensé que esa falta de ortografía me iba a hundir pero no fue así y aún sigo pensando que quizás el corrector no entendió cuál era la palabra que yo verdaderamente quería usar. Todo salió bien». Entró en Ingeniería de Telecomunicaciones en Bilbao y más tarde empezó a trabajar durante en Madrid, lo que le llevó a conocer ese ambiente y los locales de música de autor. Echa la vista atrás y allí fue donde empezó a desarrollar su «verdadera vocación». «Quién sabe, sin la ingeniería quizás tampoco hubiera habido música».

El escritor Álvaro Arbina (1990, Vitoria) recuerda la preparación de los exámenes como unas semanas de «bastante estrés», ya que quería cursar Arquitectura, una de las carreras con la nota de corte más elevada en 2007 junto a Medicina. «Las pruebas fueron en el aulario. Para liberarnos de la tensión, tras acabar los exámenes del segundo día de exámenes fuimos a un frontón a jugar. Ya solo nos quedaba el tercer día con exámenes que no contaban tanto y aquello nos sirvió para liberar tensión. Esos fueron los mejores exámenes que hecho en mi vida», cuenta el autor de 'Los solitarios', una original intriga que juega con referencias como 'Los Diez Negritos', de Agatha Christie, y 'El señor de las moscas', de William Golding. Entonces su inquietud le llevó al bachillerato tecnológico, donde asignaturas como Física, Matemáticas o Dibujo Técnico cobraban mayor importancia. ¿Y las letras? «En Lengua y Literatura saqué sobre un 9, pero por entonces no parecía que fuera para literato», comenta el autor vitoriano que a los 24 años deslumbró con 'La mujer del reloj', escrita en un piso de estudiantes.

A Ana González Pinto, catedrática de Psiquiatría y responsable en funciones de este servicio en la OSI Araba, le fascinaban las matemáticas, la química y la biología y al mismo tiempo le gustaban la lengua y el inglés, asi que lo de la selectividad de aquel año fue pan comido. Acababa de terminar su último curso de Bachillerato en la Pureza (Bilbao) y les mandaron a hacer los exámenes a la Feria de Muestras. «Aquello era enorme. Es un reto, porque es el primer examen hecho por profesores que no son los tuyos... Estábamos nerviosas, pero todo fue bien». Tanto que logró plaza en la facultad de Medicina de Navarra. Ya se sabe que estos estudios ha sido siempre los de mayor 'númerus clausus' (número limitado de plazas y alta nota de corte para entrar) de la historia académica vasca.

«Estudiaba en el instituto de Amurrio y sé que hice la Selectividad en Llodio, pero no recuerdo si fuimos a un instituto, una ikastola o a dónde», recuerda la exjugadora de balonmano Eli Pinedo. La guerrera que se trajo un bronce en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 hizo un buen examen en el que sacó un 7,5. «Me sirvió para subir la nota de la LOGSE, aunque recuerdo pasar muchos nervios. Euskera y Matemáticas fueron los que mejor me salieron», señala. En Historia tuvo que improvisar un poco más. «Me parece que preparé la Guerra Civil pero cayó la dictadura de Franco. Así que dije que para que sucediera la una tenía que haber pasado la otra», confiesa. La prueba le sirvió para estudiar Pedagogía en Donosti, donde empezó a jugar a balonmano a nivel profesional. Más adelante cursó un Máster en Periodismo deportivo y sigue ejerciéndolo en TVE, donde retransmitirá el balonmano de los Juegos Olímpicos de Tokio este verano.

«Un mes entero estudiando en casa con un sol espléndido en la calle». Es el primer recuerdo que se le viene a Patricia García a la mente al pensar en Selectividad. «Aunque tenía nota de sobra para estudiar Derecho Económico quería sacar buena nota para acabar un muy buen año. Por orgullo», comparte la gerente de la asociación de comerciantes Gasteiz On. Recuerda que cayó Platón y la satisfacción de ver en el papel los temas que mejor preparados llevaba. Y lo que vino después. «Teníamos muchas ganas de acabar para irnos de vacaciones y salir de juerga con las amigas».

Hasta los oídos de Joseba Fiestras llegó también que «la Selectividad era súper dificil» y cuando se puso delante del folio en blanco no le pareció para tanto. «Ibas con una presión psicológica brutal pero hasta yo, que no era buen estudiante, me pareció muy fácil y aprobé», recuerda sobre aquellos exámenes que daban el pase a la universidad. El director del FesTVal tenía claro esos días que quería cursar Periodismo -hizo la carrera en la UPV/EHU- aunque más de uno le intentó llevar por el camino de la pintura. De hecho, el curso previo a esta prueba dedicó las mañanas a formarse en esta disciplina y las tardes a sacar adelante las tres asignaturas de COU que le habían quedado colgadas. «Repetí varias veces, hubo un momento en el que sacaba cuatro años a mis compañeros», admite sobre su pasado estudiantil. En Selectividad rompió con esa mala trayectoria y «lo mejor» de esos días, asegura, «fue la cerveza al acabar».

Manoli Igartua estudiaba en Tolosa y realizó la Selectividad en San Sebastián, en el año 1988. Recuerda aquellos días como toda una experiencia. «Era emocionante salir de Tolosa para ir a la capital, que por aquellos años era casi una cosa que se hacía solo los domingos. Recuerdo que íbamos en cuadrilla, nerviosos», cuenta la vicerrectora del campus de Álava de la UPV/EHU. Siempre se caracterizó por ser buena estudiante y responsable, así que los exámenes no fueron demasiado complicados para ella. «Iba bastante preparada así que estaba tranquila. Tenía confianza en mí misma», explica. Tenía claro que iba a estudiar la carrera de Farmacia y formó parte de la primera promoción de este grado en la Universidad del País Vasco. «En Filosofía cayeron los presocráticos y Descartes, que no me lo había repasado».

El vitoriano Héctor Viribay se enfrentó a la selectividad en 2004. La superó con nota. «Pasamos aquellas noches tórridas -fue un junio caluroso- en las aulas y pasillos de Magisterio junto a decenas de compañeros alternando integrales, poemas de García Lorca o listas interminables de mandamases ibéricos, desde Tariq y sus tropas hasta Suárez y sus diputados», evoca este entonces alumno de Marianistas. «Profesores como Alfredo Abascal o Juanjo Ruiz de Eguino nos prepararon a conciencia y solo cabe su elogio. Con la selectividad nos parecía que se acababa el mundo, y en verdad aquello abría una etapa que simplemente comenzaba», comparte este abogado y secretario de Círculo Vitoriano.

Aunque después, con el tiempo, reparas en que ese momento, por muy importante que se antoje tampoco resulta tan definitivo como lo pintan, como Jimena Ruiz de Landa, todos compartimos esa sensación de estar dejando al albur de un examen todo tu porvenir. «Es un día que no se olvida tan facilmente por eso, porque tenía la sensación de jugarme mi futuro», recuerda la la presidenta de la delegación alavesa del Colegio Oficial de Arquitectos Vasco Navarro, que, al recordar aquellos días se le vuelven a poner los nervios en la boca del estómago. «Yo me puse muy, muy nerviosa, porque había estudiado mucho y quería que la nota que había conseguido durante el bachillerato no bajara. Es que fueron días muy intensos, con un examen de tras de otro», destaca. Y, aunque ya han pasado algunos años, todavía recuerdo algunos exámenes como el de dibujo o el de filosofía», destaca.