«Pasé 14 días en una patera antes de llegar a Vitoria»
Los okupas han vuelto a la antigua fábrica de URSSA, cuya primera fase de limpieza casi ha finalizado. Una decena de jóvenes malvive en las cocheras y las oficinas
A mediados de julio, la maquinaria pesada entró en la antigua fábrica de URSSA, en Campo de los Palacios, como primer paso de sus nuevos ... dueños para derribar este complejo que cinceló durante décadas estructuras metálicas. La Policía Local de Vitoria comprobó entonces que la práctica totalidad de los okupas allí establecidos optó por irse a otro lugar o –en su mayoría– mudarse a las cercanas instalaciones abandonadas de Ega, también tomadas por personas sin recursos.
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Seis semanas después, la fase de limpieza prácticamente ha concluido tras aprovechar la licencia expedida por el Departamento municipal de Urbanismo. Ya no queda rastro de las máquinas contratadas por la UTE conformada por Grupo Eibar, la alavesa Yárritu y Viuda de Sanz, quienes desembolsaron cerca de 2,3 millones de euros por esta parcela no urbanizable y que conllevará –como contrapartida– la cesión de dos solares en Lakua. El caso es que la ralentización de la actividad ha atraído a nuevas personas sin hogar. El número fluctúa «cada semana», reconocen desde la concejalía de Políticas Sociales.
Tras las fiestas de la Virgen Blanca, efectivos de la Ertzaintza contabilizaron «más de una veintena». En la actualidad, una decena se reparte entre las antiguas cocheras y el bloque de oficinas, a una distancia prudencial de los pabellones, que permanecen vacíos tras la concienzuda retirada industrial de toda la basura y escombros de antaño.
Son las once de la mañana y de los antiguos garajes –ahora reconvertidos en su hogar temporal– salen Hamza, Lahmar, Ben Fatam, Marzouk e Hirach. El primero de la lista, y el más veterano, es el único que conoce algo de castellano. Sus compañeros confían en aprenderlo gracias a los cursos del Ayuntamiento, quien ya los tiene en su radar.
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Hamza, portavoz improvisado, asegura llevar cerca de «un par de meses» en URSSA. El resto de sus compañeros se instaló a lo largo de agosto. «Hablamos con el Smus (Servicio Municipal de Urgencias Sociales) y con la trabajadora social. Estamos muy agradecidos porque nos dejan ducharnos y alguno ya ha podido ir a Gamarra (piscinas)», enumera. «En septiembre espero empezar las clases de castellano», expresa Hirach.
Buscan pasar de estas estancias en semirruina «al Cmas» o a algún recurso habitacional para asentarse en la capital alavesa. «La trabajadora social nos pide paciencia». También ansían entrar en «el padrón». Todos repiten que «Vitoria está bien, muy bien».
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«No queremos problemas, la ciudad nos gusta. Buscamos un futuro aquí»
Entre tanto viven de «la chatarra». Es decir, recogen metal de lugares similares a URSSA para venderlo a precios irrisorios en negocios sin escrúpulos. Para situarnos, el kilogramo de cobre sin pelar cotiza sobre los 1,80 euros. Limpio engorda hasta 6,50 euros. El hierro cotiza a apenas 0,22 euros. Y por el aluminio te dan cerca de medio euro.
El perfil de los jóvenes de este lugar ha variado. «No figuran en nuestras bases por actuaciones», apostillan medios internos de la Ertzaintza y la Policía Local. A los anteriores moradores se les achacaron «numerosas detenciones e identificaciones» por distintos delitos como «robos con violencia, hurtos y hasta una presunta agresión sexual».
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Ajeno a ese pasado tormentoso, el jovencísimo Cherough adecenta para la foto su habitación en la primera planta del bloque que antes albergó personal administrativo. Su historia estremece. «Pasé 14 días en una patera para cruzar de Argelia a Ibiza. Fue duro», indica en árabe. De la isla pitiusa cruzó a Valencia y luego, «directo» a Álava. Los demás lo hicieron «por Alicante». Prefieren no revelar más sobre la mafia que le trajo. Ayer, la Guardia Civil anunció el arresto de 14 personas por organizar estas travesías ilegales por el Mediterráneo. Habrían ganado hasta «7.000 euros» por inmigrante.
Cherough sonríe mucho. Incluso cuando se le pregunta si hay luz –como en varias lonjas okupadas del casco urbano– y señala al techo y a las paredes para mostrar cómo ha desaparecido el cableado. «Imposible», ataja. Mientras, la UTE dueña del lugar aún no ha activado el segundo paso, consistente en eliminar el amianto. Esta compleja fase, sin fecha, entrañaría la salida forzosa de esta decena de jóvenes.
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