30 niños esperan una familia en Álava
82 hogares acogen a 97 niños, pero la Diputación urge contar con más voluntarios para que no crezcan en los servicios sociales
Cuando un menor no puede recibir el cuidado adecuado por parte de su familia de origen, los servicios sociales de la Diputación de Álava tienen ... el deber de cuidarlo y compensar esa situación. Lo hacen en el centro de acogida urgente Hazaldi, que atiende a niños de 0 a 12 años, y en otros pisos reservados para adolescentes. Entre todos hay 30 pequeños que han podido sufrir «abandono, maltrato o negligencia» y que necesitan crecer al calor de un hogar y no en una institución donde, pese a los ímprobos intentos de sus responsables, carecen de un necesario ambiente «estable, normalizado y reparador».
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No se trata de adopciones, sino de acogidas. Sus padres seguirán siendo los mismos y se les proporciona cobijo hasta que recuperen la normalidad. Al menos, ese es el objetivo. En Álava, según datos a los que ha tenido acceso EL CORREO, hay 82 hogares que han abierto de par en par sus puertas a 97 niños, pues entre ellos hay grupos de hermanos. 44 se incluyen en la categoría de «familias extensas», es decir, mantienen lazos de sangre con los pequeños (abuelos, tíos...) y 38 son «familias ajenas» o, lo que es lo mismo, sin ningún tipo de relación previa.
22 Niños
Niños de tres meses a 10 años esperan en Hazaldi a que alguien les abra las puertas.
44 Acogidas
Las que responden a 'familias extensas', es decir, allegados que asumen esa responsabilidad.
Pero se necesitan más voluntarios para reducir al máximo posible el número de menores bajo el 'techo' de los servicios sociales. En Hazaldi, que de momento está gestionado por las Hijas de la Caridad, hay 22 niños de tres meses a 10 años que necesitan una familia. A los que hay que sumar más de siete casos con perfiles de necesidades especiales, discapacidad leve, problemas de comportamiento o salud mental, que no pueden crecer bajo el frío manto de la administración. «El entorno familiar es donde estos niños encuentran la calidez que necesitan para crecer y desarrollarse plenamente con cariño, protección y personas en las que confiar incondicionalmente», remarca el diputado de Políticas Sociales, Gorka Urtaran.
Jesús y Mamen se inscribieron hace cuatro años a este programa y desde hace algo más de tres han sumado un sexto miembro a su gran familia. Primero lo hicieron de forma temporal, de urgencia, pero después se convirtió en permanente y las fotos de este pequeño ya abundan en los álbumes de la casa. Este niño, que ahora tiene seis años, llegó «con una mochila» cargada de duras experiencias, pero un carácter que «conquista» a propios y extraños. «Es una experiencia totalmente diferente porque cuando se porta mal y hay que castigarlo, no se le puede mandar a su habitación a pensar por el miedo al abandono que arrastra», explica Jesús.
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El pequeño es consciente de su condición, aunque a su manera. «Cuando nos encontramos a alguien por la calle y se tiene que presentar, dice que es 'el niño de acogida'. Eso descoloca a cualquiera (ríe). También me pregunta si cuando sea mayor, podrá vivir con su madre biológica y le contesto que sí, en el caso de que ella pueda, pero él me responde que será complicado encontrar una casa tan grande para que entremos todos», relata Mamen.
Y es que conservan una cordial relación con su progenitora, han compartido celebraciones tan relevantes como su bautizo y en la mesilla de noche hay una foto de su familia biológica para que sea su primera visión cuando despierta cada mañana. Además, cuando tuvo que presentar su árbol genealógico en clase, lo hizo por triplicado: uno de su familia de acogida, otro con sus padres y el último junto a los niños con los que compartió espacio en Hazaldi.
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Fueron las dos hijas mayores de esta joven pareja quienes abogaron por acceder a este programa de acogida tras una campaña institucional que, como ahora, pedía más voluntarios y el pequeño goza de una vida normal, con sus más y sus menos, como cualquier niño. «Pero no quiero que los lectores piensen que tenemos ningún mérito, sino que se den cuenta de que si nosotros lo hemos conseguido, ¿por qué no ellos?», rematan.
La «doble responsabilidad»
Sin haber cumplido dos años, el nieto de Janeth tuvo que pasar doce meses en el centro que gestionan las HIjas de la Caridad. Sus padres no podían asumir la tutela y la abuela acabó ofreciéndose a acogerlo en su hogar. «Yo sé que en Hazaldi le cuidaban muy bien, pero antes de que continuase en una institución o junto a unos desconocidos, consideré que tenía que dar un paso al frente. Hice el papeleo y me sometieron a toda clase de valoraciones», recuerda.
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Desde el verano de 2020 viven juntos. A ella le ha tocado asumir un rol muy distinto al que ha mantenido con sus cuatro hijos y el resto de sus nietos. Es una especie de «doble responsabilidad» porque no puede desprenderse de su papel de abuela –«consintiéndole ciertos caprichos y arropándole con toneladas de mimos»–, pero también tiene que ejercer la disciplina necesaria para educarle. «A mis otras nietas no les trato de la misma manera. Con él pienso más como una madre, aunque soy totalmente consciente de que no lo soy, y tengo que garantizar que su vida vaya por el camino correcto», subraya con una media sonrisa de satisfacción.
«Tiene que guardar buenos recuerdos de sus padres, cuando sea mayor ya se sentarán a hablar»
Janeth
Abuela de acogida
«No tenemos ningún mérito. Si nosotros lo hemos conseguido, ¿por qué no el resto?»
Jesús y Mamen
Hogar de acogida
«Él no nació de mí, y aunque no puedan hacerse cargo de su tutela, sigue teniendo unos padres. Nunca se me debe olvidar. Pero aquí no me vale tirar de mi experiencia previa, esto es totalmente distinto. Muchas veces tengo que consultar a las responsables del programa de acogimiento para preguntarles si lo estoy haciendo bien», reconoce. La valoración es positiva por parte de las expertas a la hora de asumir un «doble papel» que antaño tuvieron que asumir muchas sufridas abuelas, tías o hermanas mayores, en su inmensa mayoría mujeres, y que ahora tiene que contar con la supervisión de la administración.
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Porque una de las claves es no olvidar a los padres biológicos y, como en este caso, subrayarle que le quieren, aunque no estén en disposición de atenderle ahora mismo. «Tiene que guardar unos recuerdos bonitos de ellos, cuando ya sea mayor se sentarán para hablar de todo esto. Yo ahora quiero que tenga una buena infancia y que sea feliz porque eso condicionará su vida adulta», señala.
«Yo ya estaba en otra pantalla. Me planteaba mi vida de otra manera y quedaba con mis amigas. Esto ha sido como volver a la 'casilla de salida'. Tengo la suerte de tener hijas –la pequeña recientemente ha cumplido 18 años– y nietas que me echan una mano cada vez que las necesito y que pueden acompañar al pequeño con los deberes en euskera. Estamos muy unidos. Me siento muy afortunada, porque cuando mis hijos eran pequeños no tenía a nadie en Vitoria que me pudiese ayudar, que me sirviese como una especie de escudo ante la adversidad», confiesa.
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*Si piensas que puedes acoger, llama al teléfono 945773052 o envía un correo electrónico a acogimiento@araba.eus..
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