Cuando el hijo de Colón pasó por Álava en mula
Hernando Colón transportaba a Sevilla la más importante biblioteca del siglo XVI
Viajamos en el tiempo a 1531. Un grupo de eruditos europeos encabezado por Hernando Colón viaja por España camino de Sevilla. Han estado recopilando libros ... de Italia, Lovaina y Amberes pasando por París. Cruzan la frontera, pasan el túnel de San Adrián, cabalgan por la Llanada y se acercan a Vitoria. Conducen una recua de mulas con un gran tesoro: una parte de la primera biblioteca moderna de la Historia, el resultado de muchos años de recopilación de libros y documentos en todos los idiomas conocidos. Colón, el hijo pequeño del descubridor de América, quiere tener a mano todo el conocimiento del mundo de la época, la gran biblioteca universal. Lleva en el proyecto desde 1513. Logrará instalar en su casa de la Puerta de Goles de Sevilla los 15.000 libros y documentos y las 3.000 imágenes que logró reunir a lo largo de su vida y que es un legado fabuloso, actualmente en la catedral de Sevilla, dentro de la Institución Colombina, que la gestiona. De aquel formidable conjunto solo quedan unos 4.000 volúmenes. Los restantes se han perdido o dispersado por el mundo. Recientemente se dio a conocer que el Libro de los Epítomes (resúmenes de libros) se encontraba en Copenhague.
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Prosigue el viaje que es contado por uno de sus acompañantes, el holandés Nicolás Clenardo, un erudito en distintas lenguas. Como hombre bien alimentado procedente del país más rico de Europa entonces, estaba horrorizado de las posadas que iban encontrando a lo largo del camino. Afirma que eran infinitamente peores que las fondas de las que Erasmo de Rotterdam, gran amigo de Hernando Colón, se había quejado al recorrer el sur de Alemania. Es decir ni Francia ni Alemania tenían el nivel de vida de los Países Bajos. Pero aún les quedaba España, que no estaba mejor desde luego. Uno de sus compañeros dice entender esa máxima de que en Francia te tienes que gastar el dinero sí o sí, pero en España es imposible. No hay en qué.
El grupo está formado por unas diez personas que montan a caballo, entre ellos los arrieros que conducen las mulas. Destacan entre los contratados por Colón hombres sabios como otro holandés, Jean Vasaeus, un borgoñón, Jean Hammonius, y el italiano Vicencio de Monte, inseparable de Colón.
La queja al cruzar los Pirineos fue mayor aún, según se puede seguir en el libro del británico Edward Wilson-Lee «Memorial de los libros naufragados», una increíble biografía del hijo del Cristóbal Colón. En efecto, al llegar a la península (después de las buenas comidas francesas) no había prácticamente nada de comer. Se vieron obligados a hurgar entre los desperdicios para reunir suficiente pan, vino, pescado y uvas pasas como para componer una comida casera, y les costaba un trabajo ímprobo encontrar siquiera una ramita de leña para hacer una fogata y poder combatir los gélidos vientos de la Castilla septentrional. También se escandalizaban de que, muchas veces, tenían que compartir un solo vaso para beber entre todos los comensales de la mesa... y a veces incluso con los de la mesa de al lado, unos completos desconocidos.
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«En una ocasión, una vez pasado Vitoria (no se cita el nombre de la venta), el vaso común se le resbaló de la mano a Vasaeus y se estrelló contra el suelo; a continuación se vieron forzados a beber el vino 'a la manera de Diógenes'… ahuecando sus propias palmas. Con un maravilloso humor macabro, Clenardo se tomó esto como una señal para calificar a Hernando Colón de profeta porque el geógrafo más importante de su tiempo al fin y al cabo, les había advertido antes de entrar en España que llegaría un momento en que carecerían incluso de recipientes para beber.
Vitoria no sale bien parada
Es evidente que en esta historia ni Vitoria ni la España de Carlos I salen muy bien paradas. Pero no deja de ser una anécdota que nos sirve para conocer (nadie lo había descrito antes, ni siquiera entre los libros de viajeros que han cruzado la Llanada) un hecho que es una metáfora de todo el siglo XVI vitoriano. El Renacimiento en toda su extensión, cultural, social, artística o religiosa pasó por la capital alavesa a lomos de mula, envuelto en aquellos libros y documentos y hasta en el conocimiento y la sabiduría de aquellos humanistas. Pero aunque teníamos poco que ofrecer a tan ilustres visitantes, se quedó por aquí. Su huella es tan profunda como el gótico medieval. Los edificios más importantes de la ciudad, las iglesias, son góticas, así como el dibujo de su urbanismo. Pero renacentistas son sus palacios y no son pocos: Montehermoso, Villa Suso, Escoriaza-Esquível, Bendaña-Museo del Naipe, Ruiz de Vergara, Álava-Esquível, sus conventos y muchas capillas de esas iglesias góticas. Toda la grandeza del Renacimiento se puede ver en una visita a Vitoria-Gasteiz.
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Pero volvamos al grupo que solo accedió a comodidades cuando arribaron a Medina del Campo y fueron huéspedes en el palacio de María de Toledo, la cuñada de Hernando y esposa de Diego Colón, primogénito del descubridor. Desde allí siguieron camino hacia el sur. Algunos se quedaron en Salamanca, sorprendidos por la cantidad de libros árabes que había en la universidad como el escritor de las memorias, el holandés.
Pero qué es lo que buscaba Hernando Colón, un humanista con la mejor educación posible, recibida en la corte castellana junto al príncipe Juan; hijo de una amante de Cristóbal Colón apellidada Enríquez de Arana (cordobesa a pesar del apellido y descendiente de los vascos conquistadores de la ciudad). Pues tiene una premonición del mundo de internet, de la Word Wide Web, que surgiría 500 años después. Hernando quería crear un depósito de todos los conocimientos escritos del mundo, que se pudieran buscar mediante palabras clave, recorrer mediante breves resúmenes y clasificar con arreglo a diferentes criterios, todo ello accesible desde los puntos más dispersos. Colón fue un visionario.
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Hernando Colón y Carlos I
Ya había estado en Vitoria en otros viajes y algunos expertos le colocan también en la ciudad cuando Carlos I pasa casi tres meses en la capital alavesa e instala su corte itinerante. Hernando Colón era el cosmógrafo más importante que asesoraba al emperador de cara a negociar con Portugal la propiedad de las Molucas, tras la primera circunnavegación de Elcano. Los acuerdos de Vitoria entre las monarquías de España y Portugal (1524) permitieron un encuentro de científicos y hombres de la mar en la frontera con Portugal, en la junta de Elvas-Badajoz que acabó en tablas. La voz cantante la llevó Hernando Colón. Pero es que años antes ya había planteado a Fernando el Católico sobre la necesidad de encontrar un paso hacia las Molucas navegando hacia Poniente, unos años antes de que Magallanes se ofreciera a Carlos I para ese viaje que abrió una nueva época en la navegación mundial.
Aún puso en marcha otro importante proyecto que fue reflejar la realidad geográfica de la Península en aquella época, lo que le convertía en el primer geógrafo de España. Navegó a América con su padre, cuando contaba apenas 13 años, y luego con su hermanastro Diego. Acompañó al emperador en sus viajes por Europa y conoció a la flor y nata de la intelectualidad de la época.
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Lo que atravesó la Llanada aquel año de 1531 era precisamente el fruto de tanto esfuerzo por conseguir la más grande y mejor biblioteca privada de la época. Su testamento indica que su preocupación era mantener precisamente ese tesoro impreso, que el supo organizar con criterios técnicos. Aunque ha llegado a nuestra época muy disminuida en volúmenes, es una de las joyas que pueden aún visitarse en la catedral de Sevilla.
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