Gurtubai se va a la Dipu

Se non e vero... ·

La excelentísima Diputación Floral de Álava se está convirtiendo en un agujero negro que lo mismo absorbe concejales estrella que propulsa diputadas forales al estrellato

Domingo, 1 de diciembre 2024, 00:27

AlLa excelentísima Diputación Floral de Álava se está convirtiendo en un agujero negro que lo mismo absorbe concejales estrella que propulsa diputadas forales al estrellato. ... No hay más que recordar que una insigne diputada ha salido expelida como Elías y su carro de fuego hacia los más altos destinos presidenciales del partido guía, mientras que un edil correoso ha hallado su hueco en el regazo del general Ramiro.

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A decir del diputado general, la elección de Gurtubai - ¡ay! - devino de «su capacidad para tomar decisiones difíciles», lo que nos hace temer que vaya a abrirse un nuevo frente de batalla con los miñones o los bomberos, dada la querencia que muestra el exedil por los uniformes.

Resulta que el concejal Gurtubai - ¡ay! - ha afirmado con una sinceridad perturbadora que ha pasado a mejor vida, según se desprende de sus declaraciones en una entrevista radiofónica, en las que afirmaba que el ayuntamiento viene a ser una escuela de política. Así, migrar del ayuntamiento a la diputación es lo más parecido a un ascenso profesional, en su opinión. Además de las quince pagas frente a catorce, que en el ayunta todo es más prosaico y ramplón.

Si hacemos caso a sus palabras, podríamos colegir que en el Ayuntamiento sólo permanecen los que no ascienden o no adquieren habilidad suficiente para gestionar líos. Vamos que, aplicando una lógica castrense, el consistorio sería algo así como un campamento para la tropa de infantería, formada por soldadesca sin graduación.

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Los más avezados, por contra, una vez demostrada pericia en el desempeño y valor en el combate, serían ascendidos a la casa palacio; algo así como la sala de oficiales del cuartel, habilitados al fin para pisar la mullida moqueta foral.

Si uno se adentra en el proceloso mundo institucional debe saber que en la política vasca hay tres niveles perfectamente definidos, amén de una guardería -las Juntas Generales- y un limbo -el Parlamento Vasco- del que hoy no hablaremos. A saber, Gobierno, Diputación y Ayuntamiento.

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Desde las almenas del Gobierno Vasco se ve la realidad a través de unos prismáticos. La distancia permite cierto nivel de sosiego y eclecticismo que confiere a sus residentes la potestad de observar la realidad a vista de dron y a salvo de toda perturbación.

Por su parte, desde los balconcillos de la Diputación basta con las gafas progresivas para otear los problemas con perspectiva, manteniendo al pueblo a un buen trecho para evitar excesiva cercanía y desbarajuste. Que donde hay confianza ya se sabe.

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En cambio, en el Ayuntamiento le hueles los pies a los problemas. Apenas hay unos metros entre los líos y sus gestores, y ese «encimamiento» es causa habitual de alboroto, barullo y cierto nivel de confusión al que contribuyen con júbilo los ediles de la oposición. Al ayuntamiento se va con el buzo puesto, a la Diputación con loden y traje; al Gobierno vasco con ropa de diseño.

Nuestro Gurtubai - ¡ay! -, gestor de trifulcas consistoriales, sabe de lo que habla cuando señala que le han ascendido -no a los cielos sino a la diputación, que viene a ser lo mismo-. Tras las duchas escocesas en la plaza de España, la dipu le va a parecer un balneario alpino. Bomberos aparte, claro está.

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