Marta de Pedis, Miren Elgarresta, directora de Emakunde y Laura Vela-Plo, investigadora posan en la presentación en la sede de Emakunde J.C

Emakunde constata que el lenguaje inclusivo ayuda a «tener una visión más igualitaria de la sociedad»

Un estudio de tres investigadoras demuestra patrones inconscientes machistas en la lectura

Jon Casanova

Vitoria

Lunes, 7 de julio 2025, 12:06

¿Cómo influye el lenguaje en nuestra manera de ver el mundo? A partir de esta pregunta central, el estudio 'El lenguaje como herramienta para ... el cambio social: Estudio teórico y empírico de algunas consecuencias del uso del lenguaje inclusivo' ha buscado evidencias concretas sobre cómo ciertas formas lingüísticas pueden condicionar percepciones de género. La investigación, dirigida por las investigadoras Laura Vela-Plo, Marina Ortega-Andrés y Marta de Pedis, ha sido una de las tres seleccionadas en la última convocatoria de becas a trabajos de investigación de Emakunde, que ha acogido este lunes la presentación en su sede de Vitoria.

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Miren Elgarresta, directora de Emakunde, ha catalogado que el lenguaje inclusivo ayuda a «tener una visión más igualitaria de la sociedad». Mediante dos experimentos realizados en castellano –uno dirigido a personas entre 18-75 años y otro a alumnos universitarios– analizaron las respuestas del grupo ante versiones de un mismo texto de abogacía –ámbito que según Vela «se considera un sitio neutro»–. Los escritos variaban desde el uso del masculino genérico, pasando por desdoblamientos como 'los/las', hasta el uso del morfema 'e' o expresiones neutras. Una de las tendencias observadas en hombres fue que en los textos que únicamente empleaban formas en masculino, asociaban automáticamente las acciones o roles descritos a varones. En cambio, en las versiones desdobladas (los/las), las mujeres seleccionaban a más mujeres como referentes. Por ello, Vela considera que existe una demostración de que «el uso del lenguaje inclusivo puede reducir el sesgo masculino en la interpretación de los textos». A su vez, pusieron en cuestión uno de los argumentos frecuentes contra el lenguaje inclusivo: que dificulta la comprensión. «Se suele decir que se tarda más en leer, pero hemos probado que el tiempo de lectura no varía entre versiones», han indicado.

En el caso del euskera, la investigación replicó la misma metodología empleada en castellano: se presentaron a las personas participantes –en este caso únicamente estudiantes universitarios– textos diseñados para no ofrecer pistas explícitas sobre el género de los personajes. A través de expresiones neutras como 'hautagai guztiek' (todos los candidatos), se midió a quiénes imaginaban los lectores detrás del relato. Aunque los resultados no fueron concluyentes, se observó una tendencia a que los hombres identificaran más a otros hombres como protagonistas cuando no había marcas de género visibles. Esta inclinación, aún por confirmar con más datos, apunta a un sesgo inconsciente similar al que se ha registrado en otros idiomas como el castellano, el italiano o el francés, como resultado de otras investigaciones.

Las autoras subrayan que estos primeros hallazgos «son solo un punto de partida» y que se necesita ampliar la muestra y profundizar en futuros análisis para comprender mejor cómo opera este fenómeno en euskera. No obstante, los encuestados mostraban una disposición abierta a aplicar cambios lingüísticos favorables al uso del lenguaje inclusivo, pero al ser preguntados por el posible método a usar, desconocían las estrategias.

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Ridiculización del lenguaje inclusivo

«Hacer consciente algo que no hacemos consciente siempre va a costar. Esperábamos encontrar eso, es evidente» reconocía Plo que reveló que «no han visto resistencias duras», ninguna, por lo menos, que no esperaran. Hay quienes creen que «no es fácil de usar o hay cosas más graves de las que ocuparse» aunque no se mostró una incidencia a ridiculizar este lenguaje. Revisaron otras investigaciones para determinar qué resistencias habían y preguntar cómo de acuerdo o en contra estaban ante ellas.

«En investigación queda mucho por hacer», admite Plo, aunque avala el hecho de que las instituciones hagan oficial el uso de pronombres no binarios como en Suecia ya que «normaliza su uso».

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