Recreación de cómo se realizó la calzada romana Iter 34 a su paso por Álava. Ismael García-Gómez

Un estudio sostiene que se pueden recuperar casi 30 kilómetros de la calzada romana por Álava

Rafael Varón, presidente del Instituto Alavés de Arqueología, logra el sobresaliente cum laude con su tesis doctoral acerca de la vía Astorga - Burdeos a su paso por el territorio

Sergio Carracedo

Domingo, 10 de diciembre 2023

La calzada romana Astorga-Burdeos a su paso por Álava consta de unos 68 kilómetros. «En algunos tramos ha desaparecido y en otros quedan restos», ... hasta el punto de que «entre 20 y 30 kilómetros» de esta milenaria vía «se pueden recuperar arqueológicamente». A esta conclusión llega el recién doctorado Rafael Varón, presidente del Instituto Alavés de Arqueología y autor de la tesis doctoral 'De Puente de Arce a Esnate. El Íter 34 en Álava'.

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Se trata del más actual, extenso y exhaustivo trabajo acerca de esta importante vía de comunicación romana. El estudio, de 600 páginas, aborda esta calzada desde el punto de vista arqueológico, geográfico, político, hidrológico y litológico, y pone al descubierto el trazado de la misma gracias a un sinfín de fuentes y herramientas utilizadas. Comienza con el análisis de las fuentes clásicas, como el Itinerario de Antonino, que enumera las millas de esta autopista romana y las 'mansio' (una suerte de estaciones de servicio de la época), sigue con las fuentes epigráficas, como los miliarios, analiza la cartografía medieval, moderna y contemporánea, hasta llegar a los estudios más recientes de Lorenzo de Prestamero o de Paquita Sáenz de Urturi, entre otros.

Al llegar más tarde que sus antecesores a estudiar esta vieja vía, Rafael Varón se la ha encontrado desdibujada por la industrialización, la concentración parcelaria y las nuevas comunicaciones terrestres. Por ello, ha tenido que recurrir a otros métodos. La fotografía aérea con pértigas, drones o vuelos tripulados y la teledetección por satélite son los más conocidos, pero también ha utilizado la magnetometría, el LiDAR (uso del láser para determinar la posición y la distancia de objetos o superficies) o el NDVI o índice de vegetación normalizada, ya que en la actualidad, cuando los agricultores siembran sus fincas es posible delimitar el trazado del Iter 34 porque «sobre la superficie de la calzada crecen menos las plantas que en el resto del terreno, aunque esto no se aprecie a simple vista», explica.

Rafael Varón, durante la presentación de su tésis doctoral. Igor Martín

La novedad de la tésis, dirigida por el catedrático Juan Antonio Quirós, es que se han combinado todas las técnicas disponibles, que ya se utilizan en otros lugares de forma sistemática, y también se ha excavado en varios puntos, como en Eguílaz y Salvatierra, y en otros dos lugares con resultados negativos, pero que ayudaron a descartar algunas conjeturas extraídas de la cartografía antigua o la fotografía aérea.

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Hallazgos

Gracias a todo ello, y a su puesta en conjunto, Varón ha delimitado con precisión el trazado de los 67-69 kilómetros de infraestructura romana en Álava. De hecho, en 2017, realizó un trabajo para el Gobierno vasco en el que proponía su recorrido. Desde esa fecha, los diferentes hallazgos arqueológicos de la calzada han venido a corroborar su presencia donde la había sugerido este experto. «Hemos visto que los lugares propuestos en 2017 han funcionado», destaca. «La diferencia entre ese trabajo y la tesis es que se han refinado las herramientas utilizadas y he podido dar contexto a lo que proponía en esa fecha con los descubrimientos que ha habido de la calzada en 2020, 21 y 22», aclara en referencia al hallazgo en Júndiz de un tramo de 95 metros y a otros dos descubrimientos en Víllodas y entre Berantevilla y Armiñón.

El tramo de calzada de 95 metros de longitud hallado en Júndiz. Rafa Gutiérrez

A pesar del gran conocimiento que se tiene del Iter 34, Rafael Varón asegura que «va a haber datos nuevos que lo van a mejorar, cuando se publique la memoria de Júndiz o cuando se hagan nuevos y mejores estudios. En breve tendremos más detalles que no se han podido incorporar a la tesis porque diferentes investigaciones estaban todavía en marcha», augura.

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Toda esta información le permite a este arqueólogo destacar la «resiliencia de la calzada, ya que hasta el proceso de concentración parcelaria (años 60-70-80) estuvo básicamente en funcionamiento». Se trata de «una obra que tiene 2.000 años» y «quizá ya no estemos pisando el antiguo pavimento romano, pero Micaela Portilla (1922-2005) vio tramos que había identificado Prestamero, que eran el pavimento romano. En algunos casos lo hemos podido tocar porque el pavimento se cubrió y ha permanecido cubierto hasta la actualidad. Es el caso de Eguilaz, Salvatierra o Víllodas», asegura.

Tramos en uso

En otros casos, como en Armiñón «el camino estuvo en uso hasta los años 60, y el tramo de Júndiz, que ya lo había visto Paquita en un sondeo, estuvo en funcionamiento como camino entre pueblos hasta unos años antes, como lo demuestran las fotografías aéreas. Lo más interesante ha sido comprobar la resistencia de la calzada a desaparecer. En algunos tramos ha desaparecido bastante, sobretodo en los pasos estrechos como es el caso de las conchas de La Puebla o en La Burunda navarra, porque en estos pasos confluyen las carreteras nacionales, luego las autovías y las vías del ferrocarril, pero en fotografía aérea se aprecia la presencia de la calzada», añade.

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Sin embargo, en otros lugares los profesionales de la arqueología han podido llegar a tocar la infraestructura romana, ya que hay tramos de la calzada que «siguen en uso». «Hay restos de las alineaciones, trazados en uso y también habría pavimentación en algún sitio», asegura. «Estaríamos hablando de entre 20 y 30 kilómetros que todavía se pueden recuperar arqueológicamente.

A pesar de todo el conocimiento alcanzado, el trabajo no se detiene para este experto que en 1999 comenzó a estudiar el Iter 34 en el yacimiento de Deóbriga, en la localidad de Arce-Mirapérez, junto a Miranda. Desde entonces ha dedicado media vida embarcado en este proyecto. «El interés siempre ha estado ahí», reconoce. «En 2017 surgió la investigación del Gobierno vasco y de ahí sale la base de la tesis doctoral», explica. Seis años de trabajo después y «con nuevos métodos» ha logrado «mejores certezas», lo que ha ayudado «a mejorarlo enormemente».

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Un ejemplo de ese avance se debe al estudio de la toponimia. En 2017 tenía 17 topónimos que podrían estar relacionados con la calzada. Ahora han salido 69. «Hemos visto que había que leer los topónimos en clave arqueológica con una visión más amplia. Y algunas cosas que se nos habían pasado, ahora se han incorporado. Es el caso de los nombres de Estavillo, Armentia, Gáceta o Txintxetru, que creemos que podrían tener relación con la calzada».

Investigaciones y «algunas dudas»

A pesar de ello, y de que cada vez hay más evidencias, todavía quedan algunos tramos «que nos generan dudas porque no hemos sido capaces de reconocer el trazado en su totalidad, ya que hay sitios en los que hay pistas, pero en otros no hay ninguna o están muy modificados». Es el caso de Iruña Veleia donde hay divergencias entre los estudiosos. Rafa Varón y otros autores a los que ha consultado entienden que «la calzada no pasaba por la ciudad; los ingenieros romanos eran los suficientemente listos como para no meterse en una trampa urbanística. En Arkaia y en Deóbriga la calzada no entra en la ciudad, y ambos núcleos se desarrollan sobre un sustrato indígena previo que no desaparece cuando se construye la calzada. La vía sirve de límite. En el caso de Veleia, cuando llegan los romanos es una ciudad tan grande que no pueden meter la calzada por el medio sin provocar un desastre urbanístico. Tengo la sensación de que hay un camino que permite salvar Veleia sin tener que perder tiempo en entrar al oppidum. Es posible que las mansiones de Arkaia/Suessatio y Arce/Deobriga estén dentro de los núcleos urbanos y que la de Veleia esté más pegada a la vía. No tiene sentido que entrase en la ciudad, pero estas también son líneas de investigación que podemos seguir».

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Otros emplazamientos donde los expertos dudan es en Gaceo o en el lugar por donde la calzada cruza el río Ayuda antes de desembocar en el Zadorra. «Se reconocen determinadas condiciones, pero hay que confirmarlo. Habrá que estar atentos a las nuevas fotos aéreas y si se puede, hacer prospecciones. También en el extremo oriental, en el límite de Álava con Navarra, en la zona de Esnate, este investigador ya planifica «repetir algún vuelo con dron».

Varón posa en la UPV, donde ha desarrollado su tesis doctoral bajo la dirección del catedrático Juan Antonio Quirós. Igor Martín

Tras estas nuevas investigaciones por realizar y con las correcciones y aportaciones pertinentes que hará a su tesis, llegará el momento de la publicación de este exhaustivo trabajo. «Queda la posibilidad de darle una vuelta para la publicación definitiva», admite. El extenso documento, «como otros tantos artículos», servirá sin duda de referencia para futuros estudios camineros, para confirmar o descartar la presencia de la calzada en el trazado sugerido y también de protección, ya que todo el recorrido está desde 2017 protegido.

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Por su parte, Varón, sin plaza académica, seguirá con la profesión arqueológica y con su colaboración en diversos proyectos de investigación, como el que dirige la Universidad de Cantabria en Deóbriga (Arce-Mirapérez, Miranda), un yacimiento que está «muy relacionado con el Iter 34».

Un itinerario cada vez más claro con cinco puntos conocidos y mencionados en la fuentes clásicas

Roma fue una civilización de ciudades unidas por firmes calzadas. El mundo romano tuvo una gran presencia en Álava, con la ciudad de Veleia como máximo exponente poblacional y el Iter 34, como vía principal. Esta importante arteria, que a partir del siglo I unía las urbes de Asturica Augusta (Astorga, León) y Burdigala (Burdeos, Francia), aparece descrita en un texto del siglo III conocido como Itinerario Antonino. Es una especie de guía «de rutas interesantes para el imperio, quizá relacionada con los lugares por donde se movían los impuestos», aclara el arqueólogo de la UPV Rafael Varón. En este escueto listado de lugares donde descansar, denominados 'mansio', aparecen cinco puntos en el entorno de la actual Álava, conocidos en la época como Deobriga, Veleia, Suestatio, Tullonium y Alba. Por estas estaciones de parada oficial circulaba el correo imperial y viajeros de toda clase y condición, oficiales del Imperio e incluso el emperador.

Las cinco mansiones

Poco más decía el Itinerario Antonino del trazado de esta antigua 'autopista'. Tampoco eran necesarias más indicaciones. «La especial factura de estas vías, los miliarios -columnas de piedra instaladas cada milla romana (1.480 metros)-, y las «mansio» como la de Mariturri no daban lugar a pérdidas», desgrana. Sin embargo, transcurridos dos milenios, en la actualidad, no es tan sencillo reconocer siquiera el lugar donde se asentaron esas paradas y fondas. Las investigaciones sitúan la cinco estaciones «en Arce-Mirapérez, cerca de Miranda de Ebro, Iruña-Veleia, Arkaia, Alegría y Albeiurmendi, en San Román de San Millán», detalla Rafael Varón. La calzada seguía por Egino a la siguiente parada, ya en Navarra, en Aracaeli, hoy Huarte-Araquil. De ahí continuaba a Pamplona y a través de los Pirineos, a Burdeos.

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