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«Ahora mismo es imposible imaginar el futuro de la moda»
La creadora inunda Vitoria de colores dulzones. «Con ellos me protejo de las malas vibraciones, la tristeza y la infelicidad»
Si se le pide a un niño que dibuje una estrella, unas nubes o un corazón, el resultado será similar al que ofrezca si esa petición dicta que pinte un vestido de Ágatha Ruiz de la Prada (Madrid, 1960). Ese colorido imaginario, infantil y universal, es la marca de la diseñadora madrileña que a los 20 años hizo su primer desfile. En marzo se cumple el cuarenta aniversario de ese debut y lo celebra con una exposición en el Centro de Exposiciones Fundación Vital de Vitoria, una ciudad que tenía ganas de visitar. «Sobre todo para ver toda esta fama tan grande en la ecología», resalta la creadora que repite expresiones como 'guay' y 'me chifla'. Viste así la amplia sala de calle Postas con sus vestidos de moda feliz. «La visita da un respiro en este momento gris», indica Fernando Martínez de Viñaspre, comisario de la exposición.
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– 40 años de su primer desfile. ¿Cuál era la impresión del público en ese debut?
– Empecé en el 81, en plena época de la movida madrileña. Tenía 20 años y me vino muy bien porque en esa época no había Instagram ni nada y tuvimos muchísima proyección internacional gracias a la movida. A los 23 años tuve una página entera en el New York Times. Llevo desde los 18 años trabajando. Una vez me preguntaron en qué trabajaba antes de esto. Les respondí: tampoco te pases.
– En julio sacó unas mascarillas con su sello que se vendieron en un gran supermercado.
– Fueron 30.000 mascarillas y se agotaron en un cuarto de hora. Hasta yo me quedé sin una.
– Azulejos, un autobús, ataúdes, contenedores de reciclaje. ¿Qué le queda por diseñar?
– Me queda mucho, ver si soy capaz de sobrevivir a esta pandemia tan morrocotuda. El año pasado fue muy difícil y este puede ser incluso más difícil aún. Este año me ha ayudado mucho la televisión, algo que nunca pensé. Hace dos años hacía 64 desfiles en un año más exposiciones. Hubo un año en el que hice 15 individuales más 25 colectivas. Entre desfiles, exposiciones, conferencias, ferias… era una barbaridad. Estoy acostumbrada a una gran actividad. Y para mí es un gran hito porque va a ser la única del año.
– ¿La pandemia obliga a cambiar el modelo de producción?
– Todo va a cambiar porque se venía de un mundo muy tocado. El mundo de la moda estaba muy rarito desde hace tiempo. Hay una gran importancia de la ecología que para mí es fundamental. En esta pandemia la gente se ha dado cuenta de que a lo mejor tiene muchas cosas y tiene que tener menos. También de que si no hay fiestas ni bodas, ¿para qué quieres trajes? La gente es más consciente de que no por tener más cosas eres más.
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– ¿Le hace valorar más lo que tiene?
– Yo tengo un piso en Nueva York al que llevo sin ir desde febrero. Imagínate otro señor que tenga un piso en las islas Seychelles, para qué quiere tenerlo allí. Hace unos años se decía que lo único que no iba a bajar es el turismo. Se decía que era el único negocio. Yo estaba haciendo hoteles y de repente todo se ha parado.
– ¿Habrá menos colecciones?
– Ni idea. Igual que hace un año si nos dicen que esto iba a pasar nadie lo hubiera creído, ahora es imposible imaginarnos el futuro de la moda. La moda está cambiando muchísimo, muchísimas tiendas están cerrando y crece lo digital.
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– Es habitual ver a artistas como Mark Ryden colaborar con cantantes como Lady Gaga en vestuario. ¿Vive un buen momento la relación entre la moda y el arte?
– Sí, la moda se ha culturizado muchísimo en los últimos 40 años. Antes tenía tendencia a la modistería y ahora tiende a la parte intelectual. Yo toda mi vida he estado rodeada del mundo del arte. Quería ser pintora y mi padre (el arquitecto Juan Manuel Ruiz de la Prada) tenía una de las mayores colecciones de arte contemporáneo. En la pandemia he intentado que mi vida cultural se mantenga yendo a la ópera y al teatro. Madrid está siendo una cosa impresionante cómo estamos aguantamos con todo abierto.
– Esa relación con el arte se puede vincular a hechos concretos. Como cuando fue a firmar el divorcio vestida con un burka, tiene algo de...
– Sí, de happening.
– De performance y provocación. Se puede interpretar de muchas maneras.
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– Una manera muy buena es que no tenía ganas de ver a ese tío más. Entonces me acordé de que tenía un burka muy bonito que no había estrenado. Lo tenía de hace 12 años y era la ocasión.
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– Ha sido una de las pocas ocasiones en las que no iba vestida de su propia marca.
– Sí, es una de las pocas prendas que no era mía. Fíjate que esa tontería que ni la pensé en ese momento tuvo mucha relevancia. Ponías Agatha Ruiz de la Prada en el buscador de Google y sugería que la siguiente palabra era burka. Eso salió en la revista Hola y yo me fui a México e iba por la calle y me paraba por la gente hablando de ello. Es un ejemplo de cómo una noticia corre como la pólvora hoy en día…
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– Sigue habiendo muchas lecturas de ese gesto.
– Yo soy muy antiburkas, aunque estamos todos con un burka puesta. Descubrir ahora cómo es alguien es dificilísimo. Antes no me fijaba en la gente y ahora lo hago mucho más para ver si adivino quién está tras la mascarilla. Y además, la mascarilla favorece mucho. Hay gente que te la imaginas guapísima, se quita la mascarilla y piensas dios santo. Con mascarilla, la gente tiene tendencia a ser mucho más guapa.
Vitoria, «ejemplo para el mundo»
– ¿El gusto por los colores nace en la infancia?
– Sí. Desde pequeña me encantan los colores y me protejo con ellos. Es una protección contra las malas vibraciones, la tristeza, la infelicidad… Fíjate en países y pueblos pobrísimos que cuando tenían dos pesetas querían pintar todo de colores. Creo que es porque querían ahuyentar los malos espíritus. En México o Colombia, por ejemplo, la gente rica considera que es hortera el color porque piensan que es gente que está cerca de la pobreza. Y ellos piensan que deben ir vestidos de negro para ir 'guays'.
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– Se reconoce como ecologista.
– Sí, mi abuelo siempre nos hablaba de la idea del arca de Noé, de que si todo se ponía mal se podía sobrevivir en el campo siendo autosuficiente. Mi abuelo estaba muy obsesionado con eso. Yo tuve la suerte de pasar el gran encierro con quince perros y con una primavera maravillosa.
– En el 96 realizó un homenaje a Chillida en el Reina Sofía, pero expone por primera vez en el País Vasco.
– Estaba loca por venir a Vitoria para entender por qué es la ciudad más ecologista de Europa. Estuve con el alcalde de Vitoria hace algo más de un año porque nos dieron un premio Ecovidrio. Ya le hablé de la exposición que tenía prevista.
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– ¿Hizo buenas migas con el alcalde Gorka Urtaran?
– El hecho de que le diera tanta importancia a la ecología hizo que me cayera bien. Es un ejemplo para todo el mundo Vitoria, por todo lo que escucho. La ciudad es un mito de la ecología ahora mismo.
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