Agustín y Alicia esperan su segundo bebé. «No sabemos si los hijos seguirán la tradición ganadera». Jesús Andrade
Desbroce en Rioja Alavesa

Un ejército de apagafuegos cornudos

La Diputación subvenciona a dos pastores de Rioja Alavesa para que sus rebaños desbrocen los cortafuegos que protegen la Sierra de Cantabria

jesús nicolás

Domingo, 12 de septiembre 2021, 03:21

Quién diría que los mejores bomberos no necesitan camión, manguera o traje ignífugo. Tan solo mucha hambre de pasto y naturaleza. Así lo hacen desde ... hace diez años en Rioja Alavesa. Allí existe un ejército de apagafuegos guiado únicamente por dos ganaderos. Los únicos pastores que resisten en esta labor tienen a su cargo auténticas legiones de cornudos dispuestas a extinguir cualquier fuego antes incluso de que se produzcan. 340 cabras, junto a 15 ovejas, dos perros y una burra, conforman la brigada antiincendios de Agustín Valle, uno de estos ganaderos-bomberos, al mando del mejor equipo especial de la Diputación de Álava. Es tan efectivo que apenas se han quemado siete hectáreas en el territorio en el último año.

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EL CORREO le ha acompañado en una de sus jornadas vespertinas de pastoreo a lo largo de cinco de los 20 kilómetros de senda cortafuegos que la institución foral está desarrollando a lo largo y ancho de las faldas de la Sierra de Cantabria. Allí, un devastador incendio en los año 80 calcinó cerca de 800 hectáreas. Hoy, cuatro décadas después, el panorama es bien distinto. Y pese a que el verano no es la mejor época para encontrar hierba verde y fresca, las encinas han recrecido y sus brotes se han convertido en el alimento ideal de este rebaño. «Es importante que se coman el sotobosque porque así, si hay fuego, no llega a la copa del árbol. De lo contrario, sería una catástrofe», explica Valle.

Y no le falta razón. Durante siglos la ganadería ha hecho el trabajo de los hidroaviones. Agustín, por ejemplo, pertenece ya a la cuarta generación de su familia en esta labor. «Mis padres contaban que mi bisabuelo sacaba a pastar al ganado de toda Laguardia y luego lo devolvía a sus casas. Entonces todo el mundo tenía un establo en el bajo de su casa para comer».

Pero ahora la Diputación ha encontrado dificultades para dar con ganaderos dispuestos a hacer este trabajo. Ya quedan muy pocos. «Es muy sacrificado y muy esclavo. Hay que sacar al ganado todos los días. Esto no tiene vacaciones y la gente no está dispuesta a renunciar a esa libertad». Y aun así, su mujer, Alicia González, valenciana de origen, se instaló hace 15 años en Laguardia y se convirtió en pastora por amor. Ambos esperan su segundo bebé. «Es pronto para saber si nuestros hijos continuarán la tradición familiar», aseguran ilusionados.

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Eso sí, son plenamente conscientes del servicio social que hacen y así lo reconoce el guarda forestal Asier Martínez. «Es algo que nos resulta beneficioso a ambos. Nosotros les pagamos y ayudamos a que esta actividad no desaparezca y al mismo tiempo nos ahorra mucho trabajo en el monte. Hacer con una desbrozadora lo que hacen estas cabras nos costaría cinco veces más», explica. Además, estos paseos, reconoce el ganadero, son muy provechosos tanto para la salud de sus animales como para su bolsillo. «Que coman mucho pasto y menos pienso les viene bien. Generan más grasa y proteína en la leche y a nosotros nos pagan más cuanto más concentración haya de ambas», asegura.

Expandir el proyecto

Esa leche la venden una empresa de Haro que fabrica los quesos de cabra 'Los Cameros'. A esa compañía agradecen que durante el confinamiento les ayudaran manteniendo el precio, que suelen negociar dos veces al año. «Hubo ganaderos que tuvieron que vender a pérdidas». De hecho, los cabritos que nacieron en esa época los tuvieron que vender muy por debajo de su precio ante la caída inaudita del consumo, sobre todo por el cierre de la hostelería.

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Ellos ya no se dedican al sector cárnico, abandonaron el negocio ovino en 2017. Fue una decisión que, quizá, les salvó de la ruina sin saberlo. No son pocas las dificultades de mantener un negocio «totalmente dependiente de las ayudas de la PAC (Política Agrícola Común)» de la Unión Europea, apunta el pastor.

La Diputación busca expandir por otras cuadrillas de Álava esta práctica de utilizar los rebaños para desbrozar los cortafuegos. «Lo ideal sería que fueran ganado de vacas o caballos, que se les puede dejar sueltos por el monte durante meses», señala el guarda forestal; porque cabras y ovejas tienen que volver todos los días al establo. «Hay que ofrecer al ganadero un recorrido que le resulte cómodo hacerlo a diario» con sus animales, «y también sería conveniente instalar abrevaderos y establos por los montes».

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Asier Martínez reconoce que es preciso ampliar esta red de cortafuegos, «aprovechando los caminos existentes o abriendo otros nuevos para prevenir que, si hay un incendio en una parcela agrícola, no llegué al monte. Y para ello también hay que facilitar el acceso a los vehículos de emergencia y equipos de extinción».

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