La Virgen Blanca, con sus devotos
Cientos de personas acuden al Museo de Arte Sacro para ver la imagen restaurada
Daniel González
Domingo, 18 de diciembre 2016, 01:48
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Un haz de luz se filtraba a través de las majestuosas vidrieras de la Catedral de María Inmaculada para iluminar la escultura original de la patrona de Vitoria. Pero aunque la sala estuviese sumida en la penumbra, la presencia de la Virgen Blanca basta para deslumbrar a los visitantes que desde el miércoles se acercan hasta allí. No en vano, encontrarse cara a cara con quien antes residía en la hornacina de San Miguel permite descubrir cada uno de sus detalles y perderse en las miradas de la Virgen y el Niño Jesús. Y, sobre todo, disfrutar de una imagen libre de heridas y de deterioro, en la que sólo es visible el desgaste propio de siglos sometida a las inclemencias del exterior. De ahí que los visitantes al Museo de Arte Sacro, el espacio de la catedral nueva donde se expone la escultura, se hayan incrementado notablemente desde que llegó allí.
Y es que la ausencia de la imagen original desde 2008, año en el que se retiró de la hornacina para someterla a una exhaustiva restauración que curase los daños en la piedra, ha hecho que muchos devotos quieran reencontrarse con su patrona. Fue el caso de Nieves, la primera en hacer la visita el mismo miércoles. Acompañada por EL CORREO, esta jubilada no pudo ocultar su admiración al verla desde lejos. «La expresión que tiene en la cara es preciosa, es muy bonita, y el sitio donde está es perfecta, la veo mucho mejor así», refirió, emocionada. Y lo primero que le llamó la atención fue su tamaño. «No me hacía a la idea de que fuera tan grande, en la hornacina parece más pequeña», admitía.
Orgullosa de pertenecer a la Cofradía de la Virgen Blanca desde 1955, Nieves resumía en una frase lo importante que era para ella ese reencuentro. «La Virgen Blanca es la esencia de Vitoria». De ahí que para ella sea «muy especial. Yo soy muy de Vitoria y la he echado en falta en la hornacina. Porque la réplica que han puesto no es lo mismo, aunque si no te fijas mucho ni te enteras». Pero para quienes lo saben «es mucho mejor poder ver la auténtica», y saber que ahora va a estar a buen recaudo le alivia. «Las cosas buenas hay que cuidarlas mucho, y quitarlas de las manos de los gamberros», citó, en referencia a aquél día de 1982 en la que alguien arrojó al suelo la escultura. «Fue dañar algo que es de todos, no lo entiendo».
Un sueño cumplido
Como ella, cientos de personas no han perdido la ocasión de acercarse. Y entre todas destacaba Andrés Basilio. Quien fuera primer abad de la Cofradía -y ahora decano de abades- apenas podía controlar las lágrimas de emoción al ver cumplido su sueño de tener a la Virgen Blanca cara a cara. «Estoy emocionadísimo, no puedo ni expresar lo que supone esto... Aquí se puede contemplar mucho mejor, está más alta... Y sobre todo más cuidada», explicaba, asegurando que a esta primera visita le seguirán muchas más. Como la del día en que cumpla los 90 años, «casualmente el mismo día de la Virgen Blanca». Esa jornada no faltará «ni a la misa pontifical de las diez y media en San Miguel» ni a su cita con la patrona en el museo.
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Para él el atentado contra la imagen en 1982 es el peor recuerdo. «La vimos rota en el suelo, hecha pedazos. Pero la cara no se rompió. Y toda Vitoria se presentó allí, sin que nadie les llamase. El que lo hizo atacó a toda la ciudad, pero ya está perdonado. Dios perdona todo», refería, encandilado por las formas de la estatua. Y él no quiso invitar a la gente a acercarse a verla, «porque no hace falta. Vendrán de motu propio, porque esto es algo especial».
Pero, además de este cofrade de honor, la Virgen Blanca se ha reencontrado estos días con un viejo amigo. Carlos Venegas, profesor del área de conservación del grado de Historia del Arte de la UPV, ha seguido su restauración año a año. «La hemos visto todo este tiempo cuando visitaba con los alumnos el taller de restauración», explicó.
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Microclima y contexto
De ahí que sospeche que muchos viejos alumnos se acerquen estos días a ver el resultado. «Y eso que no ha habido un gran cambio entre el antes y el después, porque como es una imagen que está tan castigada...», agregó. Su recuerdo es el de una imagen «con confusión de policromías, desde que la derribaron en el 82 ha sufrido mucho, y las inclemencias del tiempo... Hasta la réplica tiene ya deterioro, se ha creado allí un microclima que no hay imagen que lo aguante».
Por eso, que esté a buen recaudo bajo techo le produce cierto alivio. «Pero no estoy de acuerdo en que se haya traído aquí, las obras que se desplazan de su origen deben estar siempre próximas, y siempre he abogado por que volviera al interior de San Miguel, por contextualizar la pieza».
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