De macho alfa a macho alfalfa

Los varones dejarán más pronto que tarde su condición de reyes de la creación, para pasar a ocupar la de pringados y gregarios de la manada

Juan Carlos Alonso

Viernes, 6 de noviembre 2015, 03:34

Las alertas sonaron la pasada semana a su máxima potencia sonora. Tres mujeres contrajeron matrimonio en Brasil, tras acreditar años de convivencia en común constituyendo ... una unión poliafectiva estable.

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«Somos una familia. Nuestra unión es fruto del amor», contó una de las contrayentes. «Voy a quedarme embarazada y estamos preparándonos para eso, incluso financieramente. La legalización es una manera de que el bebé y ninguna de nosotras se quede desamparada. Queremos disfrutar de los derechos que todo el mundo tiene, como la licencia de maternidad». Todo un aldabonazo en un mercado en que el hombre, hasta la fecha, ocupaba un papel protagonista.

Nos encontramos ante tres adelantadas a su tiempo que han puesto sobre la mesa un hecho incontestable, cual es la decadencia del macho frente a la arrolladora fuerza del sexo débil que, como advertía el aforismo, se sirve en plato frío su cumplida venganza frente a un matrimonio tradicional que languidece.

Que los hombres no somos nada, y menos en calzoncillos y calcetines, es de sobra conocido en el animalario masculino. Pero que llevamos camino de pasar a la irrelevancia es algo para lo que deben ir preparándose las nuevas generaciones de varones, antaño rampantes, hoy decadentes.

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O mucho me equivoco o iremos dejando de ostentar la condición de machos alfa de forma paulatina, para adquirir la nueva y más adecuada de machos alfalfa. A saber, que los varones dejarán más pronto que tarde su condición de reyes de la creación, para pasar a ocupar la de pringados y gregarios de la manada.

Las mujeres están incorporando a su memoria genética algo que llevan intuyendo, primero, y descubriendo después, mediante la suma de una larga experiencia y de una paciencia secular: que por cincuenta gramos, no merece la pena quedarse con el cerdo entero. Y mucho menos ahora en que la carne roja ha devenido en causa del cáncer, según las advertencias de los científicos de la Organización Mundial de la Salud.

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El matrimonio de estas tres valquirias brasileñas ni es anecdótico, ni responde a la típica noticia de programa televisivo matinal, como esos en los que vemos a adolescentes enamoradizas y equivocadas vestidas para matar. Antes bien, se trata de un caso paradigmático por sus circunstancias singulares. Hablamos de tres mujeres hechas y derechas: una empresaria y una dentista, de treinta y dos años, y una gerente administrativa, de 34 con recorrido suficiente como para saber de qué hablan. Vamos, que nadie se lo ha contado porque llevan conviviendo en formato trío un buen número de años.

Puede que no tengan claro lo que quieren y quién lo tiene, más allá de aspirar a una vida razonablemente feliz. Pero a buen seguro saben lo que no quieren, que es lavarle la ropa interior a su santo esposo, ni aguantarle alivios tras las resacas semanales, ni fregar más las huellas alrededor del inodoro, fruto de la indolencia, de la falta de puntería, o de ambas a un tiempo.

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A mayor abundamiento, la escritura firmada por las tres mujeres que contrajeron matrimonio refleja la intención de que la empresaria tenga un hijo por inseminación artificial y que en el certificado de nacimiento del bebé figuren los apellidos de las tres mamás. Y al donante, se intuye, que le abonen la deposición y puerta, Rigoberta, que no pintas nada en este negociado familiar.

Este hecho tan singular deja bien a las claras cuál acabará siendo el papel del hombre en la sociedad del futuro, que no es otro que el de acabar estabulados y segregados convenientemente para preservar la pureza de la raza. Ni más ni mangas. A lo sumo, nos pasearán de feria en feria, como hacen en las exposiciones caninas para evaluar el pedigrí.

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Como en todas las revoluciones, la espoleta se activará de forma intempestiva y mortífera. Y ese día, ríanse y tómenselo a chufla si quieren que yo ya lo advertí, ha de llegar. Sólo es necesario que las chicas adquieran conciencia y se pregunten si merece la pena aspirar a la igualdad, y seguir muriendo en el intento, cuando están en condiciones de comerse todo el pastel, suplantando al hombre de un plumazo en la escala de la evolución. Que el cielo no se toma por consenso, que diría el Coletas, sino por asalto.

Que la unión hace la fuerza es algo que ya aprendieron hace tiempo los lobbies de homosexuales varones. Hoy copan el poder político, derriban ejecutivas, instauran sociedades, manejan grupos de presión, fundan clubes de compra y funcionan como un ciempiés a la hora de hacer ver su potencia grupal. Cansados de pedir permiso, decidieron posicionarse en el tablero. Por eso, las mujeres llevan camino de imitar un modelo de éxito, pero elevado al cubo.

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Que el Papa Francisco anda trabajando en abrir la Iglesia a nuevos modelos de familia no es ningún secreto. Y, pese a las presumibles resistencias iniciales, la revolución femenina llama a nuestra puerta. Ya lo dijo Agustín de Foxá: «Aquí se va siempre tras los curas: con un cirio o con un palo» Así que vayamos cogiendo el cirio, hermanos.

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