20.000 plantas para sembrar la Green Capital
El nuevo vivero de Vitoria se despliega en Olárizu tras abandonar la avenida del Zadorra por las obras de las cocheras de Tuvisa
Se precisaron tres meses de delicado traslado, pero ya está a pleno rendimiento. Un total de 200 árboles y 2.000 arbustos crecen en el ... nuevo vivero municipal dispuestos a embellecer la ciudad. El gran semillero, desplazado a Olárizu en 2020 por la construcción de las nuevas cocheras de Tuvisa, ya tiene organizado su espacio entre las cuatro hectáreas, muy próximas al barrio de Aretxabaleta, que comparte con el Centro de Estudios Ambientales (CEA) en una parcela más coqueta que la que tenían junto al Zadorra y «más optimizada», defiende el Ayuntamiento. Tanto como para albergar las 20.000 plantas que acogerá en época de siembra.
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«Cuando llegamos estaba todo lleno de matorrales con la altura de una persona», recuerda Ana Elorza, jefa de equipo de la cuadrilla de jardines. Sin parar la actividad, hubo que roturar e instalar todos los sistemas de riego por goteo a toda prisa, no sin los recelos de los vecinos que antes labraban estas tierras, las primeras en albergar huertas comunitarias. Con sus antiguos hortelanos reubicados, el vivero municipal se ha hecho con hasta tres de los bancales en los que se divide este gran vergel de donde ahora se surten de verdor las calles, parques y jardines de la Green Capital.
Nada más acceder, aguarda al visitante toda una colección de palmeras y bojes ornamentales. «Los mandamos al Festival de Jazz o para eventos que se hacen en el Iradier Arena». Aunque, advierte, su estancia debe ser corta. «Al final están en macetas. Cuando se hacen muy grandes hay que replantarlos en otro sitio o se mueren. Suele haber mucho recambio de plantas aquí».
En un espacio colindante, está el 'hospital' del vivero, donde tratan de salvar a aquellos árboles que han tenido que ser transplantados por obras. La última que llenó las 'camas' disponibles fue la intervención para prolongar el tranvía a Salburua. Esa retirada de masa vegetal fue contestada por los vecinos, pero Ainhoa Etxeandia, directora del Departamento de Movilidad y Espacio Público, defiende que «se hace un esfuerzo por conservar todo lo que se puede». «Es trabajoso, pero merece la pena», suscribe Elorza. Ahí se acumulan madroños o algunas sóforas de Olaguíbel a la espera de viajar a otra ubicación.
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Tres invernaderos
Y el lugar que no puede faltar en todo buen vergel es su invernadero. Las nuevas instalaciones cuentan con cinco, de los que dos son usados por el CEA en sus labores de reproducción de especies en riesgo de extinción y los otros tres los emplean los cinco jardineros al mando del vivero. La única diferencia con respecto a los que tenían antes, es que no están calefactados. «Toda especie que no soporte nuestro clima se desecha», zanja Elorza.
Uno de estos invernaderos, el único de plástico, lo trasladaron desde el antiguo emplazamiento y se suele reservar para poner a resguardo las plantas cuando las heladas hacen poco aconsejable que estén a la intemperie. Los otros dos, a menudo frecuentados por personas inscritas en el programa de empleo municipal o que redimen sus penas con servicios a la comunidad, se dedican a recibir las ingentes cantidades de flores que embellecen, por ejemplo, las farolas de la calle Francia o los ahora famosos maceteros que se ubican para proteger los pasos de cebra en las zonas de calmado del tráfico.
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Solo falta que llegue la planta de triturado y de abonos y tierras para completar el proyecto. Por delante quedarán entonces muchos años en los que este nuevo vivero se marca el objetivo de que la ciudad luzca tan 'green' como siempre y que, al mismo tiempo, sus árboles ganen en calidad. «Estamos cambiando aquellos que requieren de podas anuales sin conseguir mucho sombreado o grandes floraciones y otoñadas». Así, especies de arbustos reconvertidos en árboles como los madroños, los hibiscos y las catalpas están siendo sustituidos por arces, laureles, almeces y cerezos. «Son especies más resistentes a plagas como la del pulgón y aportan más sombra y valor ecosistémico», explica Etxeandia.
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