Bienvenidos a la consulta de Les Luthiers
¡Que suene el bolarmonio! ¡Cantemos una cumbia epistemológica! El quinteto argentino llega con su espectáculo de psicoanálisis, musicoterapia y risoterapia
CARLOS BENITO
Miércoles, 26 de febrero 2014, 14:11
Si hubiese algún tipo de campeonato de fans, en el que se valorase la entrega y la dedicación de los seguidores más fervientes hacia sus ídolos, la afición de Les Luthiers haría seguramente un gran papel. El quinteto argentino tiene, allá y acá, una masa de adoradores que bordean lo patológico, capaces de recitar de pe a pa los parlamentos de sus espectáculos y cantar esas letras complejas, cuidadas, repletas de chispazos deslumbrantes de ingenio. Hay círculos en los que, si uno no se sabe entera La bella y graciosa moza marchose a lavar la ropa, automáticamente le empiezan a mirar mal. Pues bien, todos esos fans fatales tan necesitados de su dosis (y también los oyentes más ocasionales, claro) tienen por fin aquí su anhelada ración de Lutherapia: López Puccio, Maronna, Mundstock, Núñez Cortés y Rabinovich emprenden a partir de este sábado una gira por el norte de España, con paradas en Bilbao, San Sebastián, Santander, Logroño y Pamplona.
Les Luthiers (premio si se pronuncia a la francesa e imitando la voz grave y resonante de Marcos Mundstock) llevan casi medio siglo en este negocio raro de combinar música, humor, teatro e inteligencia. Cuentan las sagradas escrituras del grupo que, en los años 60, los coros universitarios argentinos tenían costumbre de complementar su actividad oficial con "bromas musicales", como la que presentaron en 1965 unos muchachos en un festival de San Miguel de Tucumán: además de cantar, utilizaban estrafalarios instrumentos concebidos y construidos por ellos mismos. Ese fue el germen de Les Luthiers, que se anunciarían con ese nombre a partir de 1967 y, seis años después, tendrían que sobreponerse a la muerte por leucemia de uno de sus miembros fundadores, Gerardo Masana, el inventor de la mayoría de aquellos artefactos sonoros. Los seguidores radicales de Les Luthiers son unos eruditos en esa alucinante ferretería, propensos a detallar las peculiaridades de la mandocleta (una bici que hace sonar una mandolina con la rueda trasera), el bajo barríltono (un contrabajo con un barril de madera), el tubófono silicónico cromático (una zanfoña de tubos de ensayo) o la gaita de cámara (en la que la cámara en cuestión es de rueda de tractor).
Pero todos estos ingenios no servirían de nada sin el otro ingenio: el asombroso talento de Les Luthiers a la hora de escribir, desmenuzando el idioma castellano en hilarantes juegos de palabras, reduciéndolo al absurdo y reordenándolo en esas canciones a veces irónicas, a veces descacharrantes. Y bien interpretadas, claro, que para algo en la formación abundan los músicos de carrera. El espectáculo Lutherapia está articulado como una sesión de psicoanálisis en las que se van intercalando las canciones, con títulos como Dilema de amor (definida como una cumbia epistemológica), Aria agraria (un tarareo conceptual), Pasión bucólica (un vals geriátrico) o Las bodas del rey Pólipo (una marcha prenupcial). En ellas emplean instrumentos como el bolarmonio, fabuloso engendro fabricado con dieciocho balones de fútbol, que al ser oprimidos expulsan el aire a través de lengüetas de acordeón. Al bueno de Daniel Rabinovich, que hace de paciente, tal vez no se le curen los males (relacionados, por cierto, con Johann Sebastian Mastropiero, el compositor de cabecera del conjunto), pero el público seguro que sale del teatro mucho más sano de lo que entró.
Vídeo: Les Luthiers - Aria agraria (tarareo conceptual)