Adoradores de la Kruz
Redd Kross llevan más de tres décadas con sus melodías guitarreras y efervescentes, que les han convertido en objeto de culto. Y no, no son tan viejos: es que uno de ellos tenía 11 años cuando empezaron
CARLOS BENITO
Miércoles, 15 de enero 2014, 07:36
Se podría decir que Redd Kross son unos señores entrados en años que han mantenido las ilusiones e inquietudes de la adolescencia, pero también podemos revolver un poco la frase y caracterizarlos como unos adolescentes que iban muy por delante de sus coetáneos. Porque, claro, los hermanos McDonald formaron la banda allá por 1978, cuando Jeff tenía 15 años y Steven, 11, y más allá de pequeñas travesuras como la de versionar a Charles Manson tenían sus gustos más o menos definidos. Y sus gustos siempre han sido impecables, una despensa repleta de punk, pop, glam y rock duro de la que sacan los ingredientes para sus infalibles melodías guitarreras, esos himnos que los han convertido en objeto de culto para los amantes de la energía efervescente.
Aquellos mocosos de Hawthorne, la localidad californiana de la que también procedían los Beach Boys, dieron su primer concierto como teloneros de Black Flag, nada menos. De hecho, su primer público fueron los propios Black Flag, que invitaron a aquellos osados escolares, que jamás habían tocado delante de nadie, a demostrarles lo que sabían hacer. Es una de las anécdotas inevitables cuando se habla de los orígenes de Redd Kross: la otra concierne a las razones que les llevaron a modificar el nombre de Red Cross, Cruz Roja, que es como realmente pretendían llamarse. "En 1981, tocamos en un parque con otro grupo llamado Salvation Army (el Ejército de Salvación). El lunes siguiente, en la escuela, convocaron a mi hermano en un despacho y le pasaron una llamada de Cruz Roja Internacional -relataba Steven hace unos meses a la MTV-. Podría haber sido alguien quedándose con nosotros, es el tipo de broma que yo habría gastado, pero creo que nos lo tomamos en serio porque también les ocurrió a Salvation Army". Redd Kross son una fuente excelente de historias entretenidas y un poco extravagantes: desde aquella vez que uno de ellos participó en un concurso de imitadores de Bruce Springsteen disfrazado de Gene Simmons, el de Kiss, hasta esa aparición de la directora de cine Sofia Coppola, entonces de 19 años y novia de Steven, desnuda y enmascarada en la portada de su Third Eye.
Pero todo eso, por supuesto, no serviría de nada sin su música, ese talento para tomar lo mejor de sus referentes y convertirlo en piezas arrolladoras, que desarrollan todo su potencial en directos de felicidad explosiva y contagiosa. De sus orígenes marcados por el hardcore de la época pasaron pronto a una receta más personal, emancipada de cánones tribales, en la que pueden localizarse trazas de los Beatles, T-Rex, los Ramones, el pop de los 60, Kiss, los Stooges o Cheap Trick. "Es como si los Beach Boys hubiesen dispuesto de murallas de amplificadores Marshall", decía Steven sobre uno de sus discos, en conversación con este periódico. Su carrera, tranquila y con parones, ha dado para siete álbumes: el último, editado en 2012, se titula Researching The Blues y los muestra en plena forma, con chispa y poderío: "Todos esos que no se creen que sea bueno porque ahora somos cuarentones... Confiad en mí, lo es", resumía Jeff en una entrevista.
Redd Kross, con sus ropas chillonas y su obsesión perpetua por la cultura pop, sirven como definición perfecta de la banda de culto, esa que ve cómo algunos fans suyos acaban teniendo mucho más éxito: ahí están Nirvana, Sonic Youth o White Stripes para demostrarlo. Pero, la verdad, tampoco parece que eso importe mucho a los hermanos McDonald y compañía, más preocupados por conseguir que el ritmo no decaiga. En una entrevista del año pasado con The AU Review, Jeff demostraba su doble condición de perro viejo y de jovencito impetuoso en dos sabios consejos a otras bandas. El primero: "La gente quiere ver un concierto de canciones que conocen. Si vas a tocar material nuevo, no avises al público, porque automáticamente se vendrá abajo. Tú sigue tocando como si fuese lo que quieren oír, mantén la energía. Y el segundo: "Cuando compongo, me gusta combinar el material nuevo en el que estoy trabajando con otras canciones, para que vaya saliendo por azar cuando escucho música. Así noto si queda bien entre las demás canciones que quiero escuchar".
Vídeo: Stay Away From Downtown