¡¡¡Keith Richards ha llegado a los 70!!!
El guitarrista de los Rolling Stones cumple años hoy, y es una noticia que podría publicarse en las secciones de cultura o de medicina. "No quiero ver todavía a mi viejo amigo Lucifer", ha dicho
CARLOS BENITO
Miércoles, 18 de diciembre 2013, 09:35
A lo mejor nos hemos quedado cortos con las exclamaciones en el titular, porque el 70 cumpleaños de Keith Richards es una de esas noticias asombrosas que desafían nuestra lógica y nuestro conocimiento del mundo. Para otras personas, sumar un numerito más a la cuenta es una cosa más o menos rutinaria, un paso más en la larga marcha, pero cada aniversario de Richards tiene algo de extraordinario y, a partir de cierto momento de su biografía, de increíble, porque durante décadas pareció esforzarse en recortar al máximo sus probabilidades de sobrevivir. Y, sin embargo, ahí está, como un reptil acostumbrado a una dieta rara, dispuesto a apagar este miércoles sus 70 velas y sumido en los preparativos de la próxima gira de los Rolling Stones.
Será un 'tour' en el que Mick Jagger, el tipo con el que lleva medio siglo de tormentosa amistad, se habrá convertido ya en bisabuelo. Mick ya atravesó la frontera de los 70 en julio (Keith no asistió a su fiesta de cumpleaños, porque se quedó dormido en el hotel) y aun así sigue conservando su tipito de bailarín hambriento y la proverbial movilidad de sus caderas, pero es que el vocalista siempre ha sido, en el fondo, un atleta que no olvidó las enseñanzas ni los entrenamientos de su padre, severo profesor de educación física. Keith, en cambio, ha competido en otras olimpiadas, hasta convertirse en el paradigma del rockero disoluto. El guitarrista parece un tipo genuino, que no oculta sus vicios pero tampoco parece propenso a magnificarlos, y por eso algunos nos seguimos creyendo aquello de que esnifó parte de las cenizas de su padre, por mucho que después intentase disfrazar su declaración de chiste tonto.
Muchas personas pueden dar testimonio de sus excesos -ahí está el libro Yo fui el camello de Keith Richards, publicado en español este mismo año-, pero la mejor fuente parece él mismo. En su autobiografía evoca la época en la que andaba por Oxford Street con un pedazo de hachís "tan grande como un monopatín", o aquellos tiempos en los que utilizaba los 'speedballs' (un combinado de cocaína y heroína) como su personal "desayuno de campeones", o la vez que dejó entrar en su casa a unos policías porque el LSD le hizo verlos como enanitos de cuento. Hoy, Richards se ha distanciado de sus hábitos químicos, lo que, en su caso, quiere decir que se limita a beber y a fumar 'marlboros' y marihuana: la heroína la dejó a finales de los años 70, pero con la cocaína siguió hasta 2006, cuando se cayó de un cocotero en Fiyi y se dijo que era hora de moderarse. Más allá de contar con excelentes proveedores, ¿cómo ha logrado no acabar en el hoyo con tantas drogas? Puede parecer una broma, pero en su autobiografía lo achaca a su talante moderado, que nunca le llevó al ansia de mejorar los colocones con mayores dosis: "Era muy meticuloso con lo que tomaba. Nunca puse más para conseguir un subidón mayor. Esa codicia nunca me afectó: la gente cree que, si toma un poco más, el subidón llegará más arriba, pero eso no existe, especialmente con la cocaína. Quizá yo sea raro en ese sentido".
Keith Richards, con cuatro hijos -la quinta, Tara, falleció con tres meses- y cuatro nietos, lleva hoy una vida tranquila en Connecticut, con su esposa Patti, sus bulldogs franceses, su enorme biblioteca y su nostalgia de la prole que ha abandonado el nido. Está acostumbrado a que le pregunten por la muerte, por esa muerte suya que parece tan probable desde hace cuarenta años. "No la tengo en mi agenda -ha dicho en alguna ocasión-. No quiero ver todavía a mi viejo amigo Lucifer. Porque es él el tipo al que voy a ver, ¿no? Afrontémoslo, no voy a ir al otro sitio". El pasado verano, 'Mens Journal' le preguntó cómo se las ha arreglado para llegar a esta edad inesperada: "Si tuviera un secreto, tal vez lo embotellaría -respondió-. Simplemente estoy aquí". Y, este mismo mes, un entrevistador neozelandés ha vuelto sobre el tema e incluso le ha confesado que, con ocasión de aquella caída de la palmera, le encargaron escribir su obituario, por si acaso. Keith, por supuesto, ha arrugado todavía más su cara de iguana para soltar unas buenas risotadas: "¡Aparca eso durante un tiempo!".