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Carroza ganadora del grupo Trotamundos, 'Un día en la nieve'.

Ingenio, crítica y frescura

Trotamundos consigue el primer premio en un desfile de carrozas brillante que quiere consolidarse como acto central del sábado en las fiestas patronales

s. arroyo / c. ortiz

Domingo, 14 de septiembre 2014, 01:11

Trotamundos celebró por todo lo alto sus 35 años de historia con el premio gordo del desfile de carrozas y el máximo reconocimiento a la iluminación de su Un día en la nieve; una propuesta genial que solo desentonó con las temperaturas que estamos viviendo este mes de septiembre. El enorme niño que recorrió la calle La Estación deslizándose sobre un trineo, en compañía de su mascota, un perro acelerado que le precedía (suspendidos ambos en el aire) fue la carroza elegida por el jurado para llevarse también el segundo en vestuario (los pequeños, eran casi esquimales). A las 21.46 horas uno de los integrantes del grupo que había llegado a esta edición número sesenta del concurso con el bagaje de 18 laureles, sorprendía a sus compañeros con el cartel que acreditaba la consecución del 19.

Trotamundos entrará en las hemerotecas como el grupo carrocero que se impuso en el primer desfile que, a petición de los propios creadores, dejó el 12 de septiembre con ánimo de consolidarse en sábado. La fórmula persigue más visitantes. Y se logró, aunque moderadamente. La arteria principal de la ciudad estuvo abarrotada, congregó a un mayor número de espectadores que otros años, según fuentes policiales. También se notó esa mayor afluencia en el tramo de San Agustín y, en menor medida, en Ramón y Cajal. El éxito estaba garantizado. Porque las piezas son cautivadoras. Solo queda que el tiempo lo siga reforzando. El Ayuntamiento, como administración de referencia, continúa teniendo pendiente el ejercicio de la proyección en el exterior.

La segunda vuelta se inició pasadas las diez de la noche. A las 21.39 la totalidad de las obras (un total de seis) así como los grupos de gigantes y cabezudos que marcharon con ellas, habían completado su recorrido por La Estación enfilando San Agustín. El tiempo de espera entre la exhibición y el paseo triunfal se llenó con interpretaciones de grupos joteros repartidos por el tramo peatonal. Aunque los más pequeños, echaron mano de lo que tenían a su alrededor. Muchos se entretuvieron con las serpentinas que se convirtieron en la alfombra de todo el recorrido.

Ni Lewis Carroll

El ingenio de Un día en la nieve fue notable (la fotografía disponía, además de lo ya expuesto, muñecos de nieve que se deslizaban por la carroza en una tabla de Snow; una agrupación coral de flores dirigida por una mariquita). Pero ni Lewis Carroll podía haber imaginado mejor representación para la historia de Alicia que la de Ovejas Negras, segunda en el palmarés. Trató de descubrir Dónde está este país. La reina de corazones dominaba una historia en la que marcaba el paso un enorme flamenco rosa con maletines secretos, soldados con forma de naipes y un aristócrata al que la hora del té se le atragantaba por las travesuras del gato de Cheshire y el conejo (con elegante traje perfilado por luces led), salido de algún sombrero de copa del que no hay ni rastro, que desestabilizan la mesa y el propio sillón en el que está sentado. El que parecía ajeno a la historia, como si no fuera con él era un gusano acaparador de billetes que trataba de esconderlos en una seta. Todo un mensaje. Se llevó también el segundo premio en iluminación y el primero en vestuario. Por cierto, cerraba con una imagen de Julio Iglesias. Te gusta mi carroza, y lo sabes se leía bajo el rostro del cantante.

En busca del paraíso (Trotamundos) también iba cargada de mensajes. Bueno, de uno muy concreto:corrupción. Un enorme excursionista (con mochila cargada de billetes) avanzaba sobre la plataforma. ¿Un paraíso fiscal? La imagen era idílica y de postal, con palmeras y vegetación propias de la selva, pero los monos que se encaraman a algunas de las ramas apuntaban más a Gibraltar (sostenían grandes fajos de billetes). El protagonista de este viaje, dispuesto sobre un puente construido con tablones de madera y cuerdas, atravesaba un precipicio. Parecía dirigirse a Andorra. No lo oculta. Sujetaba las letras en sus manos, mientras hacía equilibrios para no perder la pasta.

Arco Iris buscó un parche con el que arreglar la rueda delantera del triciclo de Aprendiendo a jugar, la cuarta clasificada. Una nueva trastada de la rubia con coletas que trataba de continuar el avance dando pedales, tras pasar por encima de uno de sus peluches, que aún no había conseguido librarse de las ruedas. No era el único que corría peligro y es que el vehículo llevaba unido un carro, en cuyo interior trataba de mantenerse un Oso Panda, subido ya a la barandilla. Menos peligro parecían correr Pocoyo y el resto de los juguetes de la niña estaba dispuesta a trasladar, mientras controla el vuelo de una cometa de Bob Esponja que llevaba atada en el manillar.

Original fue también la creación de Nueva Ilusión. Del derecho y del revés montaba en la plataforma castillos, puentes con orientación vertical o escaleras con destino al vacío. Fue quinta. En silencio y sin color, desfiló su otra propuesta. Una creación con 33 personajes puestos en pie, marchando en protesta y en cuyas caras están representados muchos de los integrantes del colectivo. Pancartas, megáfonos, teléfonos móviles, acompañaban el que parecía el avance en manifestación, sobre un puente, de unas figuras que trataban de recrear las tres dimensiones.

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