Bayona quiere que llores
‘Un monstruo viene a verme’ es un drama con acabado espectacular que busca la emoción del espectador a toda costa
Oskar Belategui
Miércoles, 21 de septiembre 2016, 16:55
Si de una película de este festival vamos a hablar en los próximos meses es de Un monstruo viene a verme. No tanto por sus valores cinematográficos, sino por la repercusión que alcanzará esta producción de Telecinco que supone el regreso de Juan Antonio Bayona tres años después de la lluvia de Goyas por Lo imposible. A España llegará el 7 de octubre y poco después lo hará a los cines de Estados Unidos, donde sus responsables pretenden que entre en la carrera por los Oscar. En San Sebastián, un periodista tuiteó una foto suya con los ojos empañados en lágrimas tras el pase de prensa. Otro gritó «¡pornógrafo!» en referencia a un director que quiere a toda costa que el espectador saque el paquete de kleenex.
A pesar de lo que aparentan las fotos o el tráiler, Un monstruo viene a verme no es Mi amigo el gigante. No estamos ante una amable fantasía, sino ante un dramón de aúpa protagonizado por un niño víctima de acoso escolar, con una madre separada y enferma de cáncer terminal. Su único asidero emocional para sobrellevar la desgracia es la fantasía. Un árbol gigantesco cobrará vida cada noche a la misma hora para contarle tres historias con moraleja. Lewis MacDougall es el chaval con vocación artística, que tratará de entender la vida a través de sus dibujos. Felicity Jones la madre derrotada por la enfermedad y Sigourney Weaver la abuela sin sentimientos o más bien la bruja de este cuento.
Un monstruo viene a verme tiene como estrella de su deslumbrante acabado formal el árbol de apariencia pseudohumana, creado por ordenador a partir de las expresiones y el vozarrón de Liam Neeson. La novela homónima de Patrick Ness, coguionista junto a Bayona, cuenta con una legión de admiradores conquistados por esta historia sobre la niñez herida, la pérdida y la formación de una identidad, con un monstruo que da clases de autoayuda: «Si tienes que romper cosas, hazlas añicos», alecciona al protagonista. «Es una historia con muchas capas de lectura», constata Bayona, que quiso «encontrar la verdad en cada escena».
El autor de Lo imposible quiere que el espectador participe de la catarsis de su héroe. Y no duda en utilizar todos los recursos de cineasta aprendidos de su maestro Spielberg, el mismo que le ha contratado para que se haga cargo de la nueva trilogía de Parque Jurásico. El problema es que el director barcelonés no tiene sentido de la medida a la hora de insuflar emoción al relato sirviéndose de todas las armas a su alcance, ya sean los efectos especiales, la épica lacrimógena o la omnipresente música de Fernando Velázquez. Vamos, lo que algunos críticos tachan de pornografía sentimental.
«La emoción es el bálsamo del espectador, porque si no esta historia sería insoportable. Y te lo dice alguien que llora con Master Chef», reconoce Bayona, el director español que mejor sabe llegar al gran público.