El amor tiene dos caras
ANTON MERIKAETXEBARRIA
Miércoles, 13 de noviembre 2013, 01:51
Por lo general hay dos cosas que las personas no pueden ocultar: que están borrachas o que están enamoradas. De ahí que el cine se haya acercado en incontables ocasiones a la pasión amorosa, con títulos que están en la memoria de todos, incluidos melodramas del calibre de 'Luces de la ciudad', 'Cumbres borrascosas', 'Casablanca', 'Carta de una desconocida', 'Breve encuentro', 'Sólo el cielo lo sabe', 'Tú y yo' o 'Los puentes de Madison'. Ahora, con 'Stockholm', el discreto pero prometedor director español Rodrigo Sorogoyen, cuenta una sencilla historia de amor entre un chico y una chica, interpretados con verdadero tino por Aura Garrido y Javier Pereira.
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Los cambiantes estados de ánimo sentimentales que experimentan ambos jóvenes son los que constituyen el punto fuerte del filme, además de la deliberada complicación de una serie de conversaciones sobre el amor, el desamor, la sinceridad, el engaño, el sexo, la fidelidad y la infidelidad, a modo de espejo de nuestra sociedad, que confiere un indudable interés a la película. No es una estrategia nueva, antes la habían empleado toda una serie de realizadores de fuste. Rodrigo Sorogoyen, por otra parte, observa a sus personajes como si fueran víctimas del síndrome de Estocolmo.
A partir de ahí, Javier y Aura se muestran incapaces de entregarse por miedo a la separación, por lo cual dudan a la hora de meterse de forma intensa en una relación afectiva. Parece que ambos tuvieran aún la espinita clavada de un primer amor, de la primera vez que alguien te quiere por lo que eres, y que estás a gusto con ella o con él. En definitiva, que hay complicidad... hasta que se rompe. Demasiado para la frágil estructura de 'Stockholm'; sin embargo, no cabe duda de que el trabajo de su autor es inteligente, que sabe sacar un partido óptimo de muy pocos elementos, así como de una pareja de actores de cuerpo entero.
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