Discriminación

Durante la celebración el pasado 28 de abril del Día Internacional por la Salud Laboral múltiples sindicatos, asociaciones y partidos políticos denunciaron que la precariedad «amenaza con empeorar más la salud laboral de las personas jóvenes». Los datos señalan que las personas entre 16 y 35 años son las que más posibilidades tienen de sufrir accidentes laborales, y que este colectivo padeció el 40% de los siniestros laborales del 2009. Es interesante comprobar cómo en este día el hembrismo de nuestras instituciones no les permite alzar la voz para defender al grupo humano más dañado por accidentes y muertes laborales en la mayoría de los países del mundo: el de los hombres. En nuestro país, entre el 95% y el 97% de los accidentes graves y muertes en el trabajo -aproximadamente tres diarias- son padecidas por ellos. Pero nuestros organismos oficiales no pueden ni desean reconocer esta grave discriminación masculina, para respaldar la mentira feminista de que los hombres somos privilegiados. Pueden reivindicar haciéndose eco de colectivos como las mujeres, los jóvenes etcétera, aunque entre estos jóvenes la mayoría de los accidentes los sufran los varones también. Otra razón más para rechazar el modelo de falsa igualdad que constituye lo políticamente correcto en nuestra época. Su credibilidad es nula al no admitir una de las más graves lacras sufridas por varones, que sólo con afectar a mujeres sería inmediatamente considerada no como una simple y generalista problemática social, sino como una mucho más alarmante discriminación de género, recibiendo una mayor atención en forma de campañas de sensibilización y recursos para erradicarla por inaceptable, dado el elevado grado de sufrimiento que ocasiona.