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Vivir | Relaciones humanas

Cómo contener el enfado para que no acabe en estallido de ira

Una bronca, si no nos ciega, nos da mucha información

Jueves, 2 de octubre 2025, 19:01

Del enfado a la ira hay solo un paso, pequeño... pero irreversible. Cuando cruzamos esa frontera «pasamos de expresar una necesidad a comunicarnos con gritos, ... reproches o silencios que nos alejan justo de lo que buscábamos: ser escuchados», explica Sonia Díaz Rois, autora de 'Y si me enfado, ¿qué?' (VR Europa). Pero, lejos de animarnos a no enfadarnos, la experta nos insta a hacerlo. «El enfado es absolutamente necesario. Es la emoción que nos anima a decir: 'Esto no me gusta', 'esto no me parece justo', 'esto no va conmigo'. Nos ayuda a marcar límites y a hacernos respetar. Al mismo tiempo, también nos invita a valorar si tal vez toca ceder porque estamos siendo demasiado rígidos o intransigentes».

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El reto –dice– es calcular la frontera para no 'pasarnos' y hacer del enfado la emoción funcional que es. Así que respiremos, sí, pero no solo eso. «Si el enfado pudiera hablar diría: 'No quiero que me calmes, quiero que me escuches'. Por eso, más que controlarlo, necesitamos prestarle atención y preguntarnos: ¿qué me está queriendo decir? ¿qué necesito de verdad aquí?». Sonia Rois ha elaborado una suerte de manual con nueve puntos para sacar provecho del cabreo.

Observa a los demás como si fueran extraterrestres

«Asumir que todo el mundo piensa igual que tú es garantía de malentendidos. Escuchar sin dar nada por sentado aligera las conversaciones. Y es que, aunque nos parezcamos, cada persona vive en su propio planeta». Advierte la experta que esto de que todos somos distintos «es de cajón», pero incluso así nos cuesta interiorizarlo. «Cuando alguien ve las cosas de otra manera, enseguida sentimos que nos atacan o que quieren cambiar nuestra opinión».

No te lo tomes como algo personal

«Nadie se levanta pensando en cómo arruinarte el día. Lo que parece una ofensa suele ser cansancio, un mal momento, miedo incluso o, simplemente, otra forma de ver las cosas. Así que antes de etiquetar, intenta comprender», advierte Díaz Rois.

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Deja de buscar tener siempre la razón

«Cuando alguien piensa distinto, enseguida nos ponemos a la defensiva. Lo curioso es que, aunque 'ganes' la discusión, pierdes la conexión».

Escucha con interés real

«¿Quién no se ha visto pensando en lo que va a responder mientras el otro habla? En lugar de preparar tu discurso, haz una pregunta para entender mejor. Eso mejora la comunicación y hace que el otro se sienta visto».

Entrena tu respiración en calma

«Respirar funciona, pero no cuando ya estás en plena explosión. La técnica se entrena antes, en momentos tranquilos. Así, cuando llegue el subidón, tu cuerpo reconocerá ese patrón y recuperarás la calma más rápido».

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Evita las frases 'a lo grande'

«Siempre, nunca, todo el mundo… Esos términos echan leña al fuego. Si de verdad fuera todo el mundo, la humanidad ya habría colapsado. Mejor hablar de un hecho concreto con una persona concreta», aconseja la autora del libro.

Asume tu parte

«El enfado es especialista en tirar balones fuera. Pero culpar no arregla nada. Pregúntate: ¿qué depende de mí? A veces es poco, pero suficiente para que algo cambie».

Baja el ritmo

«Muchas veces no es el otro ni la situación: es que vamos acelerados. Y cuando vas a mil, todo molesta el doble», llama la atención Sonia Díaz. Así que para un poco, en la medida de lo posible. «Bajar el ritmo no significa perder eficacia. Puedes ir ligero y en calma a la vez».

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Nómbralo y así liberarás parte de la tensión

«Decir en voz alta 'estoy enfadado', sin dramatizar ni reprochar, ya libera tensión. Nombrar la emoción es el primer paso para empezar a gestionarla».

¿Por qué nos enfadamos más con quienes más queremos?

'Ya me lo perdonará...'. Y, sí, normalmente nos lo perdonan. Nuestra madre, nuestro hijo, nuestra pareja, los amigos más cercanos... Con ellos son siempre las broncas más gordas. ¿Por qué nos enfadamos más con quienes más queremos? Parece una contradicción que, en realidad, no lo es. «Cuanto más vínculo tenemos, más intensos suelen ser los enfados. Y no porque nos importe menos la relación, sino justo al revés: porque esa persona nos importa mucho y es una forma de luchar por ella y también porque sentimos la libertad de expresarnos sin filtro, al creer que estamos en un entorno seguro donde todo se perdona», explica Sonia Díaz. Añade que esa confianza «hace que a veces soltemos sin filtro lo que con otras personas cuidaríamos más». Y como son gente cercana con la que hay mucho contacto, «tendemos a acumular lo que nos molesta sin decirlo, como si el otro tuviera que adivinarlo». Y, claro, «cuando explota, lo hace con fuerza».

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