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Josemi Benítez
Tiempo de Historias

El capitán que abrió fuego en la Gran Peña

Según el juez instructor, la bronca en el club se debió a «algunas frases» que molestaron a unas mujeres, pero la defensa la achacó al «odio contra España»

Domingo, 29 de junio 2025

Igual que ocurre hoy, también en el Bilbao de hace un siglo se multiplicaban los incidentes durante las madrugadas del fin de semana: cundían las ... broncas en tabernas y prostíbulos, alimentadas por cuartillos y más cuartillos de vino, y esa combinación de excesos y pendencias desembocaba con cierta frecuencia en derramamiento de sangre. Se trataba, a menudo, de homicidios con muy poca historia que contar, rutinarios borbotones de violencia, pero el que ocurrió la noche del 23 al 24 de noviembre de 1918 en el Club de la Gran Peña presentaba un par de rasgos que lo distinguían de la 'sucesería' cotidiana: por un lado, los implicados eran miembros de «dos dignísimas familias», como destacaba 'El Pueblo Vasco', es decir, representantes de la burguesía local y no jornaleros cargados de alcohol; por otro, la defensa del acusado se planteó en encendidos términos políticos, que encuadraban lo ocurrido dentro de un creciente «ambiente de hostilidad» hacia lo español y el Ejército.

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A las seis y cuarto de la mañana del domingo 24, los médicos de la Casa de Socorro del Centro atendieron a Ignacio Segurola, un estudiante de medicina de 24 años que residía en Hurtado de Amezaga. El joven presentaba un balazo que le atravesaba los intestinos y le alcanzaba el hígado, con pronóstico gravísimo, y fue evacuado al hospital de Basurto, donde falleció a primera hora de la tarde. Había recibido el disparo en el Club de la Gran Peña, una «especie de cabaré» (la descripción es del periodista Antonio de Ergoyen) que llevaba poco tiempo abierto en un primer piso de la calle Nueva, y desde el primer momento se supo que el responsable era el capitán Antonio López Castro, un médico militar de 31 años con domicilio en Ibáñez de Bilbao. ¿Qué había ocurrido entre aquellos trasnochadores? «Son varias y contradictorias las versiones que circularon ayer de este suceso. Estimamos prudente no recoger ninguna, aun a riesgo de pasar por mal informados. No somos aficionados a la novelería», se escabullía 'El Pueblo Vasco'.

'El Noticiero' brindaba algún dato más. Aunque el desenlace tuvo lugar en la Gran Peña, el conflicto se había iniciado horas antes en otro local muy concurrido, el Club Vizcaya, en la calle San Francisco. Según el diario, el capitán fue «molestado por algunos jóvenes alegres», con los que volvió a toparse en la siguiente escala de su itinerario noctámbulo. Allí, en expresión de 'La Gaceta del Norte', se reanudaron «las chanzas o bromas de mal gusto» y el capitán sacó la pistola y abrió fuego, aunque luego quedó «abatidísimo» por las consecuencias indeseadas de su acción.

Varias muchachas francesas

En un principio, circuló la noticia de que la Justicia militar se iba a inhibir en favor de la ordinaria, pero al final López Castro fue sometido a consejo de guerra en Burgos en abril de 1920. Según el relato de los hechos que leyó el juez instructor, el otro protagonista del enfrentamiento inicial fue el pintor Isidoro Guinea, que se encontraba en el Club Vizcaya con unos amigos y «varias muchachas francesas». Al parecer, el militar pronunció «algunas frases molestas para las mujeres» y el artista le propinó «dos bofetadas». Después, ya en la Gran Peña, conocidos de ambos mediaron entre ellos para lograr una reconciliación, pero la situación se descontroló hasta que el militar gritó «esto se acaba así» y realizó varios disparos, supuestamente al aire. Uno de ellos alcanzó fatalmente a Segurola, que era amigo del pintor Guinea.

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Una jornada sangrienta

El mismo día, una discusión de juego dio lugar a «infinidad de disparos» en el bar de «El Maño», en Etxebarri. Murieron tres personas. Al tratarse de una pelea multitudinaria entre aragoneses y arandinos (es decir, oriundos de la comarca de Aranda de Duero), el juez se vio incapaz de asignar responsabilidades a los siete acusados y los absolvió a todos.

El fiscal empezó pidiendo una pena de catorce años y cuatro meses por homicidio, pero, «en vista de las declaraciones de los testigos», entendió que había existido legítima defensa y rebajó su solicitud a dos años y cuatro meses. El abogado defensor, capitán Carlos Quintana, reclamó la absolución y enfocó lo ocurrido desde un punto de vista político: «Para los nacionalistas y los revolucionarios, el militar es el paria, la alimaña que es preciso exterminar», afirmó, además de sostener que en Bizkaia «se inocula el odio en los niños contra España, odio que se hace público en coplas injuriosas, formándose así generaciones que aborrecen el nombre de España». El diario madrileño 'La Acción' se hizo eco de estas tesis con particular entusiasmo: López Castro, afirmaba su crónica, se había visto obligado a actuar «para evitar el sonrojo de verse insultado, escarnecido y abofeteado», como muestra de un «ambiente francamente separatista» que era preciso combatir con «un enérgico dique de españolismo». El tribunal militar absolvió al capitán, por entender que había actuado en legítima defensa.

No todos los comentarios en torno al caso se centraron en las tensiones ideológicas. 'El Pueblo Vasco' aprovechó para arremeter contra la efervescente vida nocturna de Bilbao y exigió la «inmediata clausura» del Club Vizcaya y la Gran Peña. «Esos centros, mal llamados de recreo, lo son de escándalo y de corrupción -se indignaba el diario-. La desmoralización encuentra en ellos cauces desenfrenados. Constituyen un atentado constante a la sanidad de nuestras costumbres. Hay que cerrarlos hoy mejor que mañana, sin esperar a que un nuevo escándalo rubricado con sangre venga a denunciar la existencia de tanta podredumbre».

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