63.000 reales de vellón por torear en Bilbao
En 1796, un año después de la Guerra de Convención, el Ayuntamiento pagó una cantidad inusitada para traer al diestro que acaparaba los sanfermines en Pamplona
Durante la Guerra de la Convención (1793-1795), las tropas francesas entraron en Bizkaia. Al mando del general Bon-Adrien Jeannot de Moncey, l'armée des Pyrénées-Occidentales reanudó en verano de 1795 la ofensiva que había tenido que interrumpir a causa de una epidemia de tifus, tomando Bilbao el 19 de julio. Entre que los cuatro munícipes que no habían huido consiguieron negociar con los ocupantes un buen trato, abasteciéndolos a cambio de impedir el saqueo, y que el 22 de julio se firmó la paz de Basilea, que puso fin a la guerra, Bilbao no sufrió mayores penalidades en este conflicto, a diferencia de otras localidades vizcaínas, como Ondarroa y Ermua.
Un buen indicio de ello es que, a pesar de que «el estado del país y la perspectiva de la cosa pública no ofrecían títulos para jolgorios» –escribió Labayru–, Bilbao se permitió al año siguiente pedir autorización para celebrar cuatro corridas de toros y una novillada en las fiestas de agosto y contratar para todas ellas al matador sevillano Francisco Garcés.
En el Archivo Histórico Foral se conserva la escritura de obligación –el acuerdo por el que «uno se obligaba a favor de otro a cumplir lo que ofrece»– otorgada en Madrid a 14 de julio de 1796 «por Francisco de Garcés, torero, de concurrir y executar con su quadrilla en esta Villa de Bilbao, cinco corridas de toros y novillos». Según dice el documento, el 14 de julio de 1796 comparecieron en Madrid, ante el escribano Claudio Sevilla y testigos, «el señor don Pasqual de Ardanaz, regidor de la noble villa de Bilbao, y comisionado por su Ylustrísimo Ayuntamiento para la contrata de las quatro fiestas de toros y una novillada que, a consecuencia de la Real Orden de su magestad que se ha obtenido para ello, se han de celebrar en la citada noble villa de BIlbao, de la una parte, y de la otra Francisco Garcés, de egercicio (matador) de toros, residente al presente en esta corte».
Ambas partes se obligaban «en devida forma de derecho, el mencionado Francisco Garcés a ejecutar por su Persona y Quadrilla, llevando también consigo a Pedro Romero su compañero y la suya con tres picadores, las referidas quatro fiestas de toros, y una novillada», que habían de celebrar del 10 al 17 de agosto «sin falta, ni escusa alguna». El torero se haría cargo de todos los gastos y perjuicios «que por el no cumplimiento se originasen a la misma Noble Villa».
El contrato para construir un coso de madera
A finales del siglo XVIII Bilbao no tenía coso permanente. Para las corridas de 1796 el Ayuntamiento encargó al carpintero José de Olarte la «ejecución de los tableros y talangueras», esto es, las paredes y vallados de una plaza provisional, «con los asientos correspondientes», «junto a la Iglesia de San Antonio» y cerca del «puente nuevo». José de Olarte cobró 24.000 reales de vellón.
Por su parte, Pasqual de Ardanaz, «como tal comisionado y en uso de las facultades que se le han conferido por el referido Ylustre Ayuntamiento», se comprometía a «dar y pagar», «y sin cuestiones ni pleyto alguno, al expresado Francisco Garcés 63.000 reales de vellón en especie de dinero, efectibo, y de ellos ha de costear y satisfacer, su viaje, y el de los dichos Pedro Romero, su Quadrilla, y tres Picadores».
Toritos de Navarra
La escritura detalla cómo se desarrollarían los festejos. Los picadores «han de picar quatro toros cada tarde de las quatro en que se han de celebrar las expresadas fiestas, y se han de matar siete toros, y un novillo del país; y por la mañana se han de matar también dos toritos de Navarra, o bien dos novillitos del país, siendo de cuenta de la propia Noble Villa de Bilbao poner los cavallos que se necesiten para picar los expresados toros».
La cantidad acordada, 63.000 reales de vellón, era muchísimo dinero. En la segunda mitad del siglo XVIII un torero podía ganar una cantidad variable dependiendo de su fama y el tipo de plaza donde actuara. Los diestros más populares podían alcanzar honorarios de varios miles de reales de vellón por una sola corrida. Es el caso de Francisco Garcés, que en 1793 cobraba 3.000 reales por corrida en su Sevilla natal. Los toreros menos conocidos, o que actuaban en plazas de menor categoría, cobraban sumas más modestas, en el rango de los cientos de reales. La suma contratada en Bilbao, aunque corresponda a cinco actuaciones, incluya los gastos y se deba repartir con su compañero, cuadrillas y picadores, era muy elevada, pero se correspondía con la categoría del espada. Según el estudio 'Fiesta y contrato: Negocios taurinos en protocolos sevillanos (1777-1847)', de Carlos Petit, «en 1800 Francisco Garcés gana 20.800 reales en la temporada».
A pesar de la celebridad de la que parece gozó, no es mucho lo que se sabe de este torero que alternaba a menudo con las primeras figuras del momento, como Joaquín Rodríguez Costillares –del que fue banderillero y aprendió el oficio–, Pepe Hillo o los hermanos Romero –como Pedro, su compañero en Bilbao–. Era sevillano, nacido en 1761. En 1789 toreó en Madrid, en los festejos con motivo de la subida al trono de Carlos IV. En Pamplona fue muy popular, hasta el punto de que a partir del año 1787 acaparó las funciones de toros de San Fermin. Allí fue el primer diestro que cobró una cantidad fija, sin ajustar su salario en función de los resultados de sus corridas y pagando de su sueldo a su cuadrilla y picadores. Como en Bilbao, donde no parece haber quedado constancia de si aquellos festejos contratados en 1796 fueron un éxito y merecieron el gasto.
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