'Banishers: Ghosts of New Eden': Dilemas del espíritu
Crítica ·
Lo último de DON'T NOD ya está disponible para PlayStation 5, Xbox Series y compatiblesFrente a la posibilidad de resucitar al amor de tu vida, pero a costa de adentrarte en un océano de decisiones dolorosas y moralmente cuestionables, ¿hasta dónde estarías dispuesto a llegar? 'Banishers: Ghosts of New Eden' cimenta su propuesta argumental sobre esta pregunta para construir una obra donde las pinceladas de moralidad, sacrificio y amor se entremezclan con la oscuridad de las acciones inconfesables. Don't Nod, el estudio parisino detrás del fenomenal 'Life is Strange' o del sorprendente 'Jusant', vuelve a demostrar su fascinación por los dilemas, por las preguntas atractivas de respuesta difícil, por los proyectos que abrazan la complejidad para cuestionar al jugador a través de sus personajes.
En Banishers encarnamos a Antea Duarte y a Red mac Raith, dos amantes y desterradores (una suerte de exorcistas y brujos al estilo Geralt de Rivia) que reciben una desesperada carta de su mentor, colono en la América del Norte de 1695, pidiéndoles ayuda con una extraña y poderosa criatura que está amenazando New Eden y sus alrededores. Tras llegar a la ficticia colonia norteamericana y, después de un primer y fatídico encuentro con la criatura, Antea muere y se convierte en uno de los espíritus que tanto ella como Red prometieron combatir. En ese momento se nos plantea el gran dilema de la aventura: cabe la posibilidad de resucitar a Antea, pero para ello será necesario adentrarse en las sombras de lo prohibido y desafiar las leyes naturales y espirituales que ambos juraron proteger. Suena interesante, la premisa es potente y, que me aspen si Don't Nod no tiene crédito de sobra toreando este tipo de propuestas.
Algo que me fascina del estudio francés es la capacidad que tienen de crear mundos fantásticos, con su propia mitología y reglas particulares. Una habilidad que cultivan con mimo y que les permite dotar de credibilidad a sus universos, que con mayor o menor acierto, siempre se sienten coherentes. En el caso de Banishers vuelven a dejarnos un trabajo fantástico, la representación de la época colonial, los diferentes acentos, sensibilidades nacionales… son el telón de fondo de una historia de fantasmas que tiene su propio lore sobre la existencia de estas entidades, los métodos que utilizan los desterradores, las brujas… Es, sin duda, uno de los aspectos más atractivos del juego, que no esconde la importancia que tiene la construcción del mundo con la posibilidad de que nos veamos implicados en los dilemas que nos plantea.
Porque es ahí donde Banishers: Ghosts of New Eden busca brillar. Somos desterradores, nos enfrentamos a espíritus y fantasmas para condenarlos o darles ascensión, pero todo cambia en el momento en que nuestra amada se convierte en uno de ellos. A lo largo de unas 25 horas de juego nos cuestionamos la moralidad de nuestras acciones, las propias normas que rigen el código de los desterradores y cómo estos principios se tambalean cuando el afecto y el dolor personal entran en juego: ¿Es posible justificar el uso de métodos prohibidos y peligrosos si el fin es devolver a la vida al ser amado? ¿Dónde trazamos la línea entre el deber y el deseo personal?
Esas cuestiones funcionan a modo de disparadores y, por momentos, me rondaban por la cabeza mientras jugaba. Dependiendo de ciertas decisiones que tomemos a lo largo de nuestro periplo por New Eden el juego desembocará en unos u otros finales. El principal problema que le veo a esta estructura, que es cierto que busca huir del clásico problema dicotómico, donde solo hay blancos y negros, es que la química entre los dos protagonistas no es la que cabría esperar en una propuesta tan dramática. Es probable que Antea muera antes de tiempo y que el vínculo que se presupone que tiene con Red no se forje de igual manera con el jugador. No lo sé a ciencia cierta. Lo cierto es que mi compromiso con las decisiones que iba tomando estaba alejado de las coordenadas de la empatía entre personajes y más anclado en las consecuencias mecánicas y narrativas de mis acciones. Esta distancia emocional no resta valor a la intrincada red de decisiones que nos propone explorar, pero sí que modula la intensidad con la que experimentamos la historia y su dilema central.
De todos modos, es probable que la ambientación, un personaje en sí mismo, compense en parte la falta de conexión emocional con los protagonistas gracias a su atmósfera envolvente y a la profundidad de su lore. O puede que sus más que evidentes influencias de 'God War' (2018) sean el aliciente que busque el jugador, aunque en mi opinión, ahí reside uno de sus talones de Aquiles. No en la influencia en sí, sino en su desapego de la misma y en una torpe ejecución. El juego bebe de la obra de Santa Monica Studio no solo en el enfoque del combate, directo y brutal, permitiéndonos intercambiar entre ambos protagonistas, sino en la presentación de los objetivos, en la navegación por sus escenarios, en su 'hud' o en la disposición de la cámara, con su característica cercanía al hombro del personaje que controlamos. Hay una sensación de torpeza que desluce estos apartados: no sabes muy bien si responde a una cuestión de dejadez o de falta de refinamiento en el pulido final del juego. Esta sensación se ve acentuada por momentos en los que la transición entre exploración y combate se siente algo forzada, como si la integración de estos elementos no hubiese alcanzado la fluidez y naturalidad que caracterizan a los títulos de referencia en el género.
A pesar de estos baches, Banishers: Ghosts of New Eden consigue momentos de brillantez, especialmente de la mano de un apartado técnico y artístico que, sin alcanzar cotas propias de una gran superproducción, nos muestran los escenarios de una Nueva Inglaterra del siglo XVII muy bien recreada, con un diseño de niveles que sabe cómo mezclar la belleza natural de sus paisajes con el terror sobrenatural que los acecha. De este modo, la exploración de New Eden y sus alrededores gana bastantes enteros, puesto que cada rincón parece esconder historias del pasado, pistas sobre la criatura que amenaza la colonia o secretos sobre la propia historia de los desterradores.
Aún así, Banishers me ha dejado un buen sabor de boca, es en la suma de sus partes donde luce todo su potencial. Siempre presto atención a la manera en que los diseñadores escriben sus historias en un videojuego y Don't Nod vuelve a firmar un trabajo que, en ese sentido, está por encima de la media. Sí, es una obra imperfecta, pero sabe capturar la imaginación y provocar la reflexión. Puede que no logre el impacto emocional deseado, pero sí ofrece momentos de genuina tensión y maravilla. Y sobre todo, nos presenta una obra profundamente humana.
Hay estudios con grandes éxitos y varios altibajos. No es el caso de la desarrolladora gala. Su trayectoria es notable, con algún pico que roza el sobresaliente, pero siempre manteniendo el nivel. Sus obras, a veces más acertadas que otras, siempre tienen ese algo que las hace especiales; ese matiz que deja huella. Banishers: Ghosts of New Eden no es la excepción. A pesar de sus fallos, este título es un testimonio más del compromiso de Don't Nod con la creación de experiencias complejas. Incluso con sus tropiezos logra algo fundamental: nos hace pensar y sentir.