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Nahia, la monitora Olatz, Olaia y Felipe dan el primer paseo por la playa. yvonne iturgaiz
De vacaciones con Gorabide

«Llevan todo el año esperando este momento»

Acompañamos a once jóvenes con discapacidad intelectual a Lekeitio, donde pasan una semana

Miércoles, 20 de julio 2022, 01:15

Es el momento de marcharse. El autobús arranca y echa a andar por el patio de Jesuitas, y uno se deja llevar por el prejuicio ... y se espera cierto dramatismo, un poco de desgarro: ha llegado la hora de separarse de la familia durante una semana y quizá eso se haga un poco duro para una persona con discapacidad intelectual, como los once jóvenes que ocupan el vehículo junto a media docena de voluntarios. Mmmmm, pues no, qué va, las vacaciones son igual de tentadoras para todo el mundo y en el autobús se respira esa emoción efervescente del inicio del veraneo. Ágata y Joar, que son las mejores amigas del mundo, se abrazan y repiten «qué guay, qué guay, qué guay», y Unai, un relaciones públicas nato que va presentándose a todo el que se pone por delante, es capaz de resumir sus planes en cuatro palabras clave, como si fuese una misión que le han encomendado: «Piscina, helados, chuches, películas».

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Este autobús que enfila el camino hacia Lekeitio forma parte del Programa de Verano de Gorabide, subvencionado por la Diputación, que llevará a 179 personas con discapacidad intelectual a pasar unas vacaciones de una semana en distintos puntos de Euskadi y su entorno (Orduña, Hondarribia, La Arboleda, Pamplona, Logroño...) y a otras 80 a hacer salidas de un día. «Para ellos es muy importante, llevan todo el año esperando este momento», explica Tere Pino, madre de Nahia, una de las chicas. ¿Y las familias no sienten la intranquilidad de la distancia, de perder un poco el control? «La primera vez a lo mejor, pero tienes buena comunicación con el personal y puedes llamarla todos los días». Nahia recuerda las barbacoas que hicieron otros años en Pamplona y Balmaseda y espera pasarse a remojo buena parte de esta semana. «Me han dicho que va a hacer calor».

«Son muy cariñosos y te demuestran que es más sencillo todo, que no necesitas grandes cosas para pasártelo bien»

- ¿Y eso te gusta o no?

- Más o menos. Si estoy en el agua, sí. Yo siempre estoy en el agua, como una sirena.

«Las vacaciones son importantes para todas las personas: aportan descanso, diversión, una ruptura con la rutina, y es fundamental compartirlas con amigos, con iguales. La otra parte es el respiro de las familias: esta semana les brinda un descanso», expone Maite Fernández, directora de ocio y tiempo libre de Gorabide. De hecho, uno de los primeros objetivos de la asociación, que está en plena celebración de su 60 aniversario, fue precisamente buscar soluciones a las graves carencias que sufría entonces el colectivo en este terreno. Los padres no escatiman elogios hacia el programa: «Unai tiene 18 y lleva desde los 4 yéndose de vacaciones y durmiendo fuera. Si pudiese, se marcharía un mes o dos. ¡Va feliz!», dice su padre, Santi Zubiaga. «Además, ellos tienen menos problemas que nosotros con la amistad, están menos inhibidos», apunta Félix Rey, padre de Felipe, un joven apasionado de la playa, la piscina, el fútbol... «También me gusta mucho hacer pesas», sonríe, y exhibe unos bíceps que demuestran que no miente.

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Unai, a bordo del autobús, a punto de salir desde el patio de Jesuitas. y. iturgaiz

El anillo y los tiburones

El gran momento del trayecto se produce, cómo no, cuando aparece de pronto el mar inmenso a la derecha del bus. Unai lanza la voz de alerta, como un vigía atento, y Ágata y Joar vuelven a darse un abrazo de emoción. Ha llegado la hora de bajar al albergue Trinkete, tomar posesión de la que será su casa durante una semana y dar un paseíto por el pueblo para ubicarse. Joar se apresura a hacerse cargo de la silla de ruedas de Ágata, aunque en los tramos difíciles la releva un monitor.

- ¿Te gusta llevarla tú?

- ¡Clarooo!

- ¿Y a ti te gusta que te lleve?

- Sí. Es muy divertida, se ríe mucho. Y ahora vamos a estar toda la semana juntas.

Unai, que no pierde ripio, ha fichado una bolsa de chuches que asoma de la mochila de un monitor. Haizea, otra de las chicas, va saludando a todo el mundo con el que se cruza y aprecia mucho que le contesten. Y Felipe comprueba con cuidado el contenido de su cartera, donde se ve un billete de diez euros cuidadosamente doblado.

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- ¿Para chuches también?

- No, para un anillo -responde con aire misterioso.

La playa luce espléndida bajo el sol, es esa postal perfecta con la que uno sueña el resto del año, aunque entre nuestros protagonistas existe cierta división de opiniones acerca del mar. «A mí el mar me gusta hasta aquí», dice Felipe, y se coloca la mano en la parte alta del pecho. Pero una de las chicas discrepa: «Es mejor la piscina. A mí no me gustan el agua salada, los tiburones ni las medusas».

A lo largo de la semana, los jóvenes irán haciendo actividades como el remo, en las que esperemos que no se cruce ningún escualo inoportuno. Como aperitivo, Nahia, Felipe y su compañera Olaia se acercan a la orilla junto a una de las monitoras, Olatz Torrontegui, que lleva cuatro años participando en el programa. Está claro lo que aporta esta experiencia a los beneficiarios y a sus familias, pero... ¿qué hay de los voluntarios? ¿Qué se llevan ellos de este tiempo de convivencia? «Otro punto de vista. Hay cosas que habitualmente no valoras y aquí las ves: son muy cariñosos y te demuestran que es más sencillo todo, que no necesitas grandes cosas para pasártelo bien. A mí esto me da mucha felicidad».

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