«Turistas no, refugiados sí»: La 'turismofobia' tiene cinco fases, y en España estamos llegando a la cuarta
Barcelona es el epicentro de una guerra contra el turista que no es nueva, pero cuya solución nos interpela a todos: «Como turistas debemos planificar nuestros viajes en función de esta situación de masificación y de insostenibilidad»
«Turist go home. Refugees welcome». Barcelona es estos días escenario de una guerra que se veía llegar antes de la pandemia, pero que ha ... estallado después: la turismofobia. El fin de semana pasado, una nueva manifestación tensó el clima de tal manera que se han multiplicado los carteles y las pintadas en fachadas, como la que da inicio a este reportaje, contra los visitantes, muchos europeos, en un mes, julio, que para ellos es como para nosotros agosto. Hubo hasta pistolas, de agua eso sí. Las usaron algunos de los participantes más radicales de la marcha contra quienes comían el sábado en Las Ramblas.
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El fenómeno no ha pasado desapercibido y la prensa extranjera ha dado buena cuenta de ello. En Francia lo miran con más timidez, pero en Gran Bretaña lo asumen como un problema nacional. Y colocan a la ciudad condal como el «destino más inhóspito» de Europa en un ranking en el que también se incluye otra ciudad nacional, Tenerife. Asimismo, se hacen eco del ambiente beligerante que mantienen los mallorquines este año, 'okupando' playas como la de Santa Rápita o Caló des Moros. Aunque de momento se salvan de estar incluidos en este particular 'top 10'.
La turismofobia no es, por tanto, una tendencia, sino un movimiento real y ya no tan desconocido. María Nogueras, docente de la Escuela Universitaria de Turismo de Zaragoza, lo considera una especie de «monstruo» que nosotros mismos hemos creados y que puede acabar devorándonos. Se anima, incluso, a hacer previsiones: «Hay índices, como el de Doxey, que permiten ver cómo se ha desarrollado y prever lo que va a pasar».
Las cinco fases del fenómeno
Primero abrazamos el turismo. Y nos volcamos con él. Construimos hasta en donde hoy parece una aberración para acomodar a los visitantes. Nos vendimos en el extranjero como un auténtico paraíso. Y aupamos esta actividad como una de las que más peso tiene en la economía nacional: genera cerca de tres millones de puestos de trabajo y su aportación al PIB el año pasado fue del 12,8% (la previsión para este es del 13,4%).
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Luego, hemos pasado por la fase de apatía, que se llama. Ahí hemos dado por sentado las visitas y hemos visto la manera de lucrarnos, una de las patas del monstruo que ahora amenaza con arrollarnos, advierte Nogueras. Ahí es donde llega la tercera etapa, las molestias, primero por la dificultad para moverse a determinadas horas y en determinados sitios. Y ahora, por el problema de la vivienda que se ha generado con los pisos turísticos.
La cifra
85 millones de turistas internacionales
visistaron España durante 2023, un 18,7% más que el año anterior y un 1,9% más que en el último ejercicio antes de la pandemia (2019), lo que muestra la recuperación del sector.
El cuarto paso es lo que estamos viendo en Barcelona, Canarias, Mallorca, Málaga, Sevilla... La gente se irrita, se enfada y levanta la voz. «Y lo entiendo», apostilla la experta justo antes de añadir cuál es el futuro de estas zonas: «Los vecinos aceptarán que la ciudad ha cambiado y se irán a vivir a las afueras, como ya ha pasado en Venecia».
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Un fenómeno complejo
Fernando Gallardo, analista de tendencias en esta materia y uno de los fundadores de la Alianza de Cadenas Hoteleras por la Digitalización y la Sostenibilidad, mira con cierto recelo estos movimientos contra los visitantes. Y les quita peso: «No son manifestacionestan mayoritarias para que tengan un influencia real». También porque cree que el fenómeno de la masificación todavía no ha llegado a su cénit.
«Todavía tenemos mucho años por delante. Mientras siga creciendo la población mundial, el turismo también lo hará», vaticina. Y recuerda lo que ocurrió en Nueva York a principios del siglo pasado: «Entonces se quejaban de lo mismo cuando la ciudad estaba a punto de llegar al millón de habitantes. ¿Sabes cuántos hay ahora? 18. Y no parece que se haya desatado ninguna guerra como pronosticaban los más beligerante».
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Pero si ya tenemos una explicación de la realidad, la pregunta es por qué no somos capaces de afrontar soluciones antes de que eso pase. «La masificación del turismo es un fenómeno complejo, el resultado de una combinación de factores. Afrontarlo requiere la colaboración de todos los actores involucrados: gobiernos, industria turística, sociedad del conocimiento, medios de comunicación y ciudadanos. Todos somos responsables», responde Concepción Foronda-Robles, geógrafa y directora de la Cátedra de Turismo Inteligente de la Universidad de Sevilla. Conseguir que todos rememos a una, por tanto, es complicado.
«Deberíamos planificar nuestros viajes en función de esta situación de masificación y de insostenibilidad»
Luis Alfonso Escudero
Profesor de la Univesitat de les Illes Balears
«La principal solución sería pensar en un turismo de calidad sobre cantidad», prosigue la también directora del Instituto Andaluz de Investigación e Innovación en Turismo. Y ello tendría que llevar asociado unas medidas de «regulación y control». Habría que establecer límites al número de turistas y disposiciones para acabar con la sobreexplotación. Algunas ya se están tomando: en Barcelona mismo se extinguirán todas las licencias de pisos turísticos en noviembre de 2028.
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Pero hacen falta más cosas y una de ellas nos atañe directamente a todos nosotros: «Hay que educar y concienciar a los ciudadanos sobre la importancia de preservar el entorno e, incluso, fomentar comportamientos cívicos y responsables de convivencia», señala Foronda-Robles. Es decir, todos y cada uno de nosotros tenemos que afrontar nuestra responsabilidad en la creación del monstruo. Y va más allá de tener un apartamento de alquiler a visitantes. También en cómo nos comportamos cuando nos vamos de vacaciones.
«En sus ciudades no lo harían»
«Yo vivo en la parte antigua de Zaragoza. Tengo 30 años y no veo normal, por ejemplo, que se vengan de despedida de solteros a mi ciudad y monten un escándalo con megáfonos sea la hora que sea. En su ciudades no lo hacen», añade Nogueras. Y ahí está otra pata del monstruo: el «respeto». Somos también culpables de fomentar la turismofobia. «Los turistas, como los consumidores, como las personas en general, debemos de tener conciencia de en qué mundo vivimos y planificar nuestros viajes en función de esta situación de masificación y de insostenibilidad. Como hacemos con otras cosas: reciclar, usar energías renovables...», añade Luis Alfonso Escudero, profesor de Geografía en la Universitat de les Illes Balears.
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La cifra
240 millones
de asientos previstos en vuelos ocn origen o destino España para este verano es lo que esperan vender las aerolíneas. Supone un 13,5% más que el año anterior.
- ¿Hay que huir de los destinos masificados?
- La palabra no es huir porque parece que hay que apartarse de algo malo o perjudicial. Y el turismo es una parte esencial de nuestra vida, una de las razones por las que disfrutamos de nuestras vacaciones.
La que responde es Foronda-Robles, que ahonda en nuestra responsabilidad: «Lo que debemos hacer es cuidar y proteger esta actividad». Convertirnos en viajeros responsables. «A día de hoy, ni la economía española, ni la regional, ni muchas locales pueden renunciar a los beneficios que obtienen de los visitantes. Es una utopía. De lo que se trata es de aunar conciencia, regularización, planificación y gestión sostenible... Y aplicar las ideas correctamente», resume Escudero. «En mi opinión hay que gestionar, pero sin restricciones», concluye Gallardo.
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«Creemos que cualquiera puede gestionar un negocio turístico»
El turismo es la gallina de los huevos de oro en España. Hay zonas que viven de él. En temporada alta amasan un presupuesto que luego les permite hacer frente a las vacas flacas. La situación quedó muy clara durante la pandemia, cuando la restricción de movimientos de la población dejó al descubierto lugares que no podían subsistir sin los visitantes.
Con la recuperación de la normalidad, han vuelto los turistas, el dinero... Pero se le están viendo las costuras a un traje que nos aprieta. Hace falta una nueva gestión. O simpemente una gestión. Para María Nogueras, profesora de la Escuela Universitaria de Turismo de Zaragoza la situación es preocupante: «La gente se cree que el turismo es fácil de gestionar, que cualquier puede tener un negocio de este tipo».
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Lo demuestra, según su criterio, la cantidad de personas que solicitan una licencia de apartamento turístico. Pero también la falta de requisitos para obtenerla: «No se les pide nada». El turismo tiene un lado peligroso y de la misma manera que te puede dar mucho beneficio también te puede destruir», explica. No debemos olvidarnos que es muy importante que el visitante se vaya contento para que vuelva o recomiende el destino. Pero también porque no hay que sobreexplotar ciudades y pueblos. Hay que estudiar su capacidad de carga turistica e intentar equilibrar este aspecto «con la posibilidad de que otras personas vivan en los municipios».
Y precisamente en un contexto como éste, donde la buena gestión es necesaria para no matar a la gallina de los huevos de oro, ocurre otro fenómeno: cada vez hay menos alumnos matriculados en estos estudios. «Es una tendencia. Este año se han apuntado aquí 61 alumnos. Hace unos años, eran más del doble», subraya Nogueras. «Yo me pregunto cómo puede pasar esto con lo importante que es este sector para la economía».
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