Iñigo Pomposo, jefe de Neurocirugía del hospital de Cruces | Miren Aguirre, paciente operada de un tumor cerebral
Operar el cerebro con el paciente despiertoUn equipo multidisciplinar interviene en Cruces a 25 personas al año con tumores en la cabeza con una técnica en la que el enfermo «es parte activa» durante la cirugía
El pasado 8 de noviembre, poco después del mediodía, Miren Aguirre abrió los ojos. Tenía la boca seca y se sentía cansada. El anestesista Fernando Iturri estaba junto a ella. Le ofreció un café solo. «Le di un bueno sorbo. Estaba caliente, pero tenía mucha sed», recuerda la eibarresa. La acababan de despertar en medio de una intervención quirúrgica. La estaban operando del cerebro para extirparle un tumor.
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Todo había comenzado unas semanas antes. Miren lo recuerda perfectamente. «El 19 de octubre, a primera hora de la tarde, en la tienda de ropa en la que trabajo en Elgoibar, comencé a sentirme rara. A mi jefa solo le veía la parte izquierda de la cara. Ella y su hija me hicieron unas preguntas y al ir a responder noté que me costaba hablar». En ese momento todo se fue a negro. Le contaron que perdió el equilibrio, que empezó a convulsionar... Se despertó en una ambulancia camino del hospital. Allí le sometieron a diferentes pruebas y detectaron el problema. El tumor se encontraba en la zona del cerebro donde se alojan la capacidad visual y la de la lectura. La indicación era operar y decidió que la interviniesen en Cruces. Tiene familia en Bizkaia y le resultaba más cómodo.
Allí la atendió un equipo multidisciplinar encabezado por Iñigo Pomposo, jefe de servicio de Neurocirugía. Está integrado por profesionales de diferentes especialidades: anestesistas, rehabilitadores, oncólogos, personal de enfermería... «Sin todos ellos, los cirujanos solos no podríamos hacer estas intervenciones», asegura.
Para el profano lo más llamativo de esta intervención es precisamente que se despierta al enfermo. No es algo casual. Espabilarlo tiene como objetivo ganar en seguridad y minimizar las posibles secuelas neurológicas que pueda dejar la intervención en una zona donde se concentran áreas tan sensibles como la capacidad del lenguaje, la movilidad, las habilidades musicales, los conocimientos específicos...
Para ello en el hospital de Cruces han desarrollado en colaboración con el Instituto de Investigación BioBizkaia y el Basque Center of Cognition Brain and Language (BCBL) un sistema que les permite elaborar de forma previa un mapa del cerebro de cada paciente. Para ello primero realizan varias reuniones con él en las que le someten a una serie de pruebas específicas para conocer sus distintas habilidades y competencias con el fin de conservarlas durante la cirugía. También se examinan aspectos emocionales y de su personalidad.
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«Nuestro objetivo es retirar todo lo que podamos del tumor pero preservando las funciones de cada persona», indica el neurocirujano. Por eso le despiertan, para comprobar mientras le operan que no están afectando a ninguno de los circuitos ni zonas sensibles del cerebro. Para que tras la intervención no le queden secuelas y siga teniendo las mismas capacidades y habilidades intelectuales y motoras.
Pero para poder lograrlo es necesario que el enfermo colabore, tanto mientras trazan el mapa de su cerebro como durante la cirugía. Antes de la operación practican con él una serie de ejercicios que permiten al equipo de Cruces conocer cuáles son sus aptitudes y estas mismas pruebas son repetidas durante la intervención con él despierto.
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A Miren le pusieron una serie de imágenes en una pantalla sobre las que le hacían distintas preguntas. «Algunas eran de acciones de niños», recuerda. A ella le hablaban tanto en euskera como en castellano, para asegurarse de que no perdía la capacidad de expresarse en ninguno de los dos idiomas. «El paciente es parte activa. El actor principal. Sin su colaboración no hacemos nada y eso se nota porque ponen mucho interés durante todo el proceso, tanto antes como durante la operación», explica Pomposo.
Miren estuvo siete horas en quirófano. De ellas una y media despierta mientras la operaban. Ella fue una de las 25 pacientes intervenidas por un equipo que se ha convertido en una referencia en el campo de la cirugía cerebral con paciente despierto. Dos meses y medio después, la eibarresa solo tiene palabras de agradecimiento para estos profesionales. «Gracias a ellos me encuentro estupenda».
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