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Las muertes por deshidratación se duplican y superan las 350 al año en España

Nutricionistas reunidos en Bilbao insisten en la necesidad de cuidar a niños y mayores, pero alertan de los crecientes descuidos de los adultos

Jueves, 17 de octubre 2024, 18:55

Las personas tendemos a descuidar muy fácilmente las necesidades de agua de nuestro organismo. No hace falta que llegue una ola de calor para olvidarnos ... de que el cuerpo necesita refrescarse permanentemente. Cuando sentimos sed puede ser tarde, tenemos ya un problema, según recuerdan los expertos de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC) reunidos desde ayer jueves en Bilbao. Un total de 355 españoles fallecieron por deshidratación en el año 2022, último año del que el Instituto Nacional de Estadística facilita datos al respecto. Es una cifra que puede parecer menor, pero no lo es. Supone casi una muerte al día y más que el doble que hace apenas dos años (155).

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Quizás por eso los más de 200 nutricionistas reunidos estos días en la Universidad de Deusto han dedicado un apartado especial de su congreso nacional a hablar de las necesidades de hidratación a lo largo de la vida. Las edades más complicadas suelen ser la infancia y la vejez, pero las complicaciones no se limitan a ellas, según detalla la médico nutricionista Carmen Pérez-Rodrigo, presidenta de la SENC, que ha abordado el asunto. «Cada vez es más común ver a la gente trabajar en sus mesas con una botellita de agua, pero muchísimos empleados no lo hacen. Pasan las horas sin beber nada de agua y sólo se percatan de ello cuando se levantan», explica. Puede ser tarde.

De mareos a diabetes

Cuando el organismo pierde entre un 1% y un 7% del agua que contiene se pierde el apetito, uno se siente más cansado y afecta incluso hasta el carácter. La falta de hidratación favorece la apatía. Por encima del 10%, uno comienza a sentirse mal, aparecen los mareos y se orina poco y de mal color, un pis muy oscuro, concentrado.

Las pérdidas superiores hablan de problemas mayores. Dejar de beber agua durante días –lo que los expertos denominan deshidratación crónica– favorece la aparición de trastornos como diabetes, problemas de piel, estreñimiento, fatiga y altos niveles de colesterol. «Uno tiene que ser consciente del trabajo que tiene y refrescarse continuamente. En buena lógica, si trabajas en un horno tendrás que beber más que si estás en una oficina, pero todos deben hacerlo», explica la especialista.

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Una máquina bien engrasada

La sed se percibe gracias a un mecanismo natural, que alerta al organismo de la necesidad de hidratación. La máquina, según compara la experta, tiene que estar bien engrasada para que funcione bien. Cuando chirría es el aviso de que algo ha fallado.

El control de la sed reside en una estructura del cerebro denominada hipotálamo, que regula también otras funciones fundamentales como la conducta, la orina, el sueño y el apetito. De ahí, los síntomas con que se manifiesta la sed. Ahí, en el hipotálamo, viven también unas neuronas especiales que detectan posibles cambios en el torrente sanguíneo, como un aumento del nivel de sales o una bajada del volumen de líquidos.

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«El simple hecho de respirar consume en torno al 15% de nuestras necesidades de agua diarias; y más aún si respiras muy deprisa o practicas algún deporte»

Carmen Pérez-Rodrigo

Médico nutricionista, presidente de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria

El dispositivo de alerta frente a la sed se completa con una glándula llamada hipófisis y los riñones, que retienen agua en función de las necesidades existentes. Una red de sensores repartidos por el cuerpo informan a todo este complejo sobre el volumen de líquidos que se ha perdido a través del sudor, la orina, la piel y la respiración, que también consume lo suyo. El acto de respirar se lleva en un adulto medio entre 350 y 400 militros de agua, según detalla Pérez-Rodrigo.

Necesidades de consumo

La sed llega en el momento en que esta 'hidrored centinela' alerta de la falta de agua. Hay que beber todos los días, fundamentalmente agua, «aunque la leche también es muy interesante», para cubrir el agua que se pierde. Las necesidades de consumo diario varían en función de la edad y niños y mayores son quienes más peligro corren de deshidratación por razones muy distintas. En unos, el mecanismo descrito es aún inmaduro y en los otros se encuentra ya desgastado por el envejecimiento. En ambos casos, no funcionan como debiera.

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El cuerpo de un recién nacido, detalla la experta, está compuesto por agua en un 80%. Generalmente, la leche materna cubre todas sus necesidades de hidratación, pero son «seres muy vulnerables», que pierden mucho líquido, especialmente por la cabeza, y a los que hay que ofrecer continuamente agua. Un lactante hasta los seis meses debería beber algo menos de 700 mililitros diarios. Hasta los doce meses, aproximadamente un litro. A partir de ahí, a los niños y niñas hasta los 12 o 13 años le bastaría con 1,3 litros, que serían dos para jóvenes y adolescentes.

En la edad adulta, en torno a los 25, las necesidades comienzan a diferenciarse por sexos, en función del ejercicio y ritmo de vida de cada uno. Por norma general, los hombres han de reponer 2,5 litros diarios y las mujeres, algo menos, dos. Son cifras orientativas. No significa que deban beberse esas cantidades, porque también cuenta el agua que contienen los alimentos. Lógicamente, frutas y verduras garantizan una mejor hidratación que un plato de carne o un bocadillo de chorizo. «Todo cuenta», apostilla la experta.

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La bebida más hidratante, la leche

Aunque tiende a creerse que la bebida más refrescante es el agua, no es cierto. La bebida con mayor capacidad de hidratación, y también la más completa, es la leche. Cuando se suda y se orina, según detalla la médico nutricionista Carmen Pérez-Rodrigo, no sólo se pierde agua, sino también muchos nutrientes y minerales, que no están presentes en el agua.

«La leche –detalla la experta–es el líquido más hidratante. Las proteínas y minerales que contiene, fundamentalmente calcio, favorecen que las células atrapen mejor el líquido y lo retengan durante más tiempo». Las grasas y proteínas que contiene, aunque nutricionalmente muy positivas, desaconsejan su sustitución por el agua. Lo ideal, salvo que se tenga una intolerancia, es combinar su consumo.

Los deportistas de élite o que realizan grandes esfuerzos tienden a compensar esa pérdida de minerales con bebidas isotónicas, que contienen fundamentalmente glucosa. A la mayoría de la población le basta, sin embargo, con el agua del grifo, que en el norte de España, Madrid y Granada es de muy alta calidad.

Aún así, hay mucha gente a la que le resulta cansino beber tanta agua. La experta recomienda combinar su consumo con otros líquidos, como zumos vegetales o de frutas preparados en casa, sin aditivos; o consumir aguas aromatizadas con hierbas como menta, trozos de limón o frutas. «Es algo que se ve cada vez más en los hoteles, donde tienen este tipo de aguas preparadas para recibir a los clientes», explica la especialista.

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