«No hay un mensaje unificado desde Osakidetza»
Familias confinan a sus hijos a iniciativa propia mientras algunos centros admiten que la situación se ha complicado en las últimas semanas
«Estamos agotados». Ese es el sentir de la comunidad educativa tras casi dos años de pandemia. Con la incidencia desbocada entre los menores de ... 12 años, que supera ya los 2.000 casos por cada 100.000 habitantes, a los centros y las familias se les complica de nuevo el día a día. La «falta de rastreadores» y que «nadie entiende» el nuevo protocolo -desde principios de mes se están impulsando los cribados de saliva para «acelerar» la detección de casos entre escolares- tampoco ayudan.
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Así que la «incertidumbre» es la tónica general. «No hay un mensaje unificado desde Osakidetza: a cada padre le dicen una cosa, al colegio otra...», explica Izaskun Lanborena, directora de Maristak Bilbao. «En el centro de salud una enfermera te decía que estaban confinados, otro médico que no... Y no sabes qué hacer», corrobora Daniel Macías, que tuvo encerrado en casa entre el sábado y el jueves a su hijo de 8 años porque hubo un positivo en su clase, en un colegio de Basauri.
Y es que, en el caso de los alumnos de Infantil, el procedimiento está más claro: si hay un infectado, se clausura el aula. Pero en cuanto entran en Primaria, y tienen edad para llevar mascarilla, la situación se enrevesa. «Tenemos que llevar un registro exhaustivo de dónde se sienta cada niño en el aula y en el jantoki», precisa Zuhaitz Bilbao, responsable de Artxandape Ikastola. ¿Y a partir de ahí? «Se supone que se confina solo a los que están más cerca, a los que son contacto estrecho», apunta.
«Una enfermera te dice que están confinados, otro médico que no... Y no sabes qué hacer», se quejan los padres
Sin embargo, las familias no tienen tan claro que eso sea así. Es el caso de una mujer que lleva a sus hijos a un colegio de Portugalete. El viernes, en un grupo de WhatsApp, una madre alertó de que su hijo había dado positivo. «Hemos pasado días llamando al Consejo Sanitario, al teléfono del covid... Y no hemos conseguido hablar con nadie», lamenta. Su niño se quedó en casa «por responsabilidad» -era de la misma clase, pero no se sentaba cerca-, y el miércoles recibieron una notificación invitándoles «encarecidamente» a participar en un cribado. Aunque, en ese escrito de «recomendación», ponía que «desde este momento y hasta el resultado de la prueba, su hijo deberá mantenerse en cuarentena domiciliaria». «Es que en un mismo documento te pone una cosa y la contraria», confirma Lanborena.
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Disparado en el puente
En la primera semana de curso, en Maristak tuvieron dos infectados, y ahora han clausurado dos clases de 5º de Primaria y registran positivos en otros niveles, también en Secundaria, donde la situación tras los festivos fue caótica. «A algunos alumnos les dijeron que, si tienen las dos vacunas, podían venir. Vinieron, y un rato después nos llega otra recomendación, y de vuelta para casa», explica. La previsión, además, es que los casos «sigan subiendo». Compara la situación con el inicio del curso del año pasado, y por eso cree que, poco a poco, «todos entenderemos cómo funciona» la nueva realidad.
Zuhaitz Bilbao también piensa que «vendrán tiempos mejores», aunque, hasta entonces, tendrán que lidiar con el dichoso virus, que les hace estar «en permanente alerta». De momento, en Artxandape solo han registrado tres positivos, aunque sabe que la situación se puede complicar. «El año pasado teníamos más de un caso cada semana», recuerda. Y eso «trastoca de forma constante» el día a día.
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«Hay una realidad en la calle y otra en los colegios»
«Tenemos la sensación de que hay una realidad en la calle y otra en los colegios», asegura Zuhaitz Bilbao, director de Artxandape Ikastola, que lamenta que «la gente va de pintxos, a San Mamés... Y aquí tenemos que tener un control exhaustivo». «El año pasado estudiamos todos los contagios y venían de fuera, no se habían dado en la ikastola», puntualiza. De los «cumpleaños, los parques...», de la socialización. Izaskun Lanborena, de Maristak Bilbao, apunta en la misma línea y asegura que «hemos quitado mucho el miedo».
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