Pequeños errores en la crianza favorecen la aparición de enfermedades mentales
Los expertos alertan de que castigos físicos y lenguaje ofensivo contribuyen a que los niños se sientan humillados, incluso abandonados
Pequeños errores en la crianza de los hijos pueden favorecen la aparición de enfermedades mentales. Cada vez existe mayor evidencia científica de que determinadas actitudes, « ... aunque carezcan de intención», si se prolongan en el tiempo y asocian a otros factores de vulnerabilidad, dañan la estabilidad emocional de los niños hasta el punto de llegar a convertirse en algo patológico. La literatura científica indica que al menos el 50% de los trastornos mentales se detectan en la niñez o la adolescencia.
La educación de un hijo, explica la especialista Maite Ramírez, experta en psiquiatría infantil y de la adolescencia, es seguramente la tarea más complicada a la que puede enfrentarse una persona a lo largo de su vida. «El reto es diario y todos, queramos o no, cometemos errores, porque somos humanos», matiza la experta, que participó en una jornada en Bilbao con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, que se conmemoró ayer. «No es cuestión de sentirse culpables, porque la mayoría de los padres intentamos hacerlo lo mejor posible. Pero sí es importante que sepamos que la famosa torta a tiempo no es inocua; puede causar importantes daños en la salud emocional de un menor».
«El ambiente en el que se cría un menor puede convertirse en un factor de riesgo o protector; poner límites es todo un arte»
Maite ramírez
Psiquiatra infantil y juvenil
Como tabaco para el cáncer
La psicopatología no es una condición con la que se nace, según detalla Javier Goti, coordinador de Consultas Externas de Psiquiatría y Psicología del centro IMQ AMSA. Es cierto que existen personas con una mayor predisposición genética que otras, pero la aparición de la enfermedad es «el resultado de un proceso evolutivo», en el que lo que suceda en los primeros años de la vida resulta definitivo. La predisposición genética es sólo una cuestión de probabilidad, «un factor de riesgo frente a la enfermedad mental –destaca Ramírez– como el tabaco lo es para el desarrollo de un cáncer».
De ahí, la trascendencia de los malos tratos, físicos o verbales, durante la infancia. La invalidación emocional, el castigo físico y el lenguaje ofensivo pueden provocar un daño psíquico importante. Incluso la falta de tiempo compartido, según destaca la especialista vizcaína. Hay una razón que lo explica. Más allá del hecho en sí –sea una reprimenda enérgica o un sopapo– lo que pesa en la mente de un chaval es la forma en que percibe esa –llamémosle– agresión. De hecho lo es aunque la intención del padre o la madre no sea agredirle. Cuando el menor se siente «abandonado, ignorado, humillado y, por supuesto, maltratado», el daño está hecho.
Cerebro en desarrollo
El maltrato durante la infancia, «incluso de baja intensidad» puede afectar de forma negativa al desarrollo del cerebro. «Un pequeño azote actúa como un agente tóxico», subraya la experta. Tanto es así que incluso acontecimientos adversos que escapan del control de cualquier educador, como la muerte de un progenitor, si ocurren durante la niñez pueden tener un efecto devastador al aumentar el riesgo no sólo de sufrir las formas más graves de enfermedad mental, sino de tener una peor respuesta a los tratamientos.
Nadie nace con una enfermedad mental, existe el riesgo; su aparición es el resultado de un proceso evolutivo, que es la vida»
javier goti
Psiquiatra de la red infantil IMQ AMSA
Las consecuencias del maltrato, sea del grado que sea, pueden incluso trasladarse al plano físico. La ciencia ha demostrado que las personas que no se han sentido queridas o han sido infelices durante la niñez presentan peor salud cardiovascular, respiratoria y metabólica; «y con frecuencia un mayor riesgo de suicidio y adicciones» por consumo de sustancias tóxicas.
Los niños necesitan límites y, según los especialistas, tan importante como fijarlos es saber hasta dónde deben llegar. «Una de las cosas más difíciles y donde más errores se cometen es en la imposición de límites. Muchas veces se cree que no utilizar la fuerza para controlar a un hijo implica dejarle hacer lo que quiere; y no es así. Poner limites de forma respetuosa –resume Maite Ramírez– es todo un arte». La ciencia lo tiene claro: «Cuando se abusa del castigo físico, no sólo acaba perdiendo su aparente eficacia, sino que los hijos se vuelven más complicados, más irritables y se comportan peor».
No invalide sus emociones; escúchele aunque se equivoque
La mejor forma de prevenir la enfermedad mental, como cualquier otra, es prevenirla. Uno de los errores más comunes que cometen padres y educadores ante los críos consiste, según explica la psiquiatra Maite Ramírez, en intentar encauzar su razonamiento sin que hayan terminado de expresarse. En cuanto se descubre que están desencaminados, se les intenta dirigir. «No lo haga», aconseja la experta.
Los especialistas conocen este fenómeno con el nombre de invalidación emocional, que también puede resultar perjudicial para su salud psíquica. «Intentando protegerles, a ellos o a nosotros mismos, de sentimientos negativos, se los suprimimos, los ignoramos o se los cambiamos por otros». Lo ideal, explica, es escucharles, dejarles que hablen sin juzgar a priori si lo que cuentan es o no lo adecuado. Luego, una vez de que lo hayan soltado todo, ya habrá tiempo de ayudarles a gestionar las emociones. Esta forma de actuar –argumenta– contribuirá a que en adelante, ante cualquier malestar, acudan a nosotros y no a personas o fuentes inadecuadas.
El papel de las familias, de los educadores en la escuela «y de toda la sociedad», es fundamental para evitar la enfermedad mental. «El ambiente en el que se cría un menor puede convertirse en un factor de riesgo o ser un factor protector», advierte.
El psiquiatra Javier Goti ahonda en esta idea. «La familia, sobre todo, pero también la escuela, ha de ser un espacio de seguridad para el menor. Un padre angustiado transmite angustia y si está enfadado, enfado. Lógicamente, los padres han de irradiar afecto. Los niños necesitan sentirse protegidos y atendidos, pero también queridos y reforzados en su identidad».
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