La enfermedad del insomnio mortal que afecta a 20 familias vascas: llegó desde Italia en el año 1300
El CIC Biogune trabaja en una estrategia pionera para frenar esta patología: no hay pastilla ni tratamiento que logre hacer descansar a los pacientes
El insomnio mortal que afecta a 20 familias alavesas habría llegado a Euskadi desde Italia en la Edad Media, «en torno al año 1300 aunque ... las investigaciones podrían afinar más la fecha», asegura Joaquín Castilla, investigador Ikerbasque en el CIC bioGUNE y presidente de la Fundación Española de Enfermedades Priónicas, uno de los mayores expertos a nivel mundial en una enfermedad calificada como rara. Se calcula que hay aproximadamente 100 casos en el mundo y unos 77 en España. La mitad de estos últimos serían los casos alaveses.
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«Hemos hecho un estudio en todos los casos de España e incluso en otros de fuera y casi podemos concluir que todos los casos vienen de un único ancestro italiano. Parece que hay dos familias que no se descarta que sean una misma que se separó hace centenares de años. Una fue para Euskadi y otra, para Alemania. Todos los casos en nuestro país proceden del mismo origen», añade el experto, que destaca otro resultado de los últimos trabajos: no hay casos nuevos al margen de las familias que llevan siete siglos heredando esta mutación originada en el Véneto. En términos médicos, «no hay más fundadores».
El Insomnio Familiar Fatal tiene algo de tragedia griega, en cuya mitología el sueño es hermano gemelo de la muerte. Se trata de una enfermedad cuyo síntoma más característico es la imposibilidad progresiva de conciliar el sueño. Empieza con unas horas y acaba abarcando las 24 horas del día. No hay pastilla ni tratamiento que logre hacer descansar a los pacientes. Suele ir acompañada de demencia también progresiva y de daños cognitivos en forma de problemas de memoria y atención. Los afectados pueden sufrir ataques de pánico, miedos inexplicados, cambios en la temperatura corporal, alucinaciones, espasmos y debilidad muscular hasta que caen irremisiblemente en coma y fallecen. Tragedia también porque el proceso, que suele desencadenarse en torno a los 50 años, se sucede a marchas forzadas y suele prolongarse unos nueve meses. Hay casos que se llegan hasta los dos años. Otros desarrollan los síntomas en apenas cinco meses. «Mi ama corrió la media maratón en octubre y ya no puede caminar», contaba a este periódico en febrero de 2023 Miren Vitoria, una enfermera en el HUA Txagorritxu que es hija, nieta y sobrina de afectados por este mal incurable.
El papel clave de los resistentes
Lo que ocurrió en el cerebro de la madre de Miren Vitoria y en el resto de las personas que sufren este mal es que por una malformación genética en el cromosoma 20, una de las muchas proteínas que se encuentran en las membranas de las neuronas se altera y transforma a otras muchas proteínas, que se acumulan hasta provocar un daño irreversible. Es como actúan las llamadas enfermedades priónicas, en las que una de ellas, de tipo prión, 'contagia' a las demás. La más conocida de ellas es el Creutzfeldt-Jakob, el mal de 'las vacas locas'. «Todos tenemos muchas proteínas de este tipo priónico. En un caso de cada millón esa proteína se altera de forma espontánea. En el caso de las personas que tienen la mutación, al estar ya alterada, les hace ser más susceptibles y antes o después se manifestará», explica el científico del centro vizcaino especializado en la investigación del cáncer, las patologías metabólicas y en enfermedades raras como este sueño letal o la porfiria, una afección causada por una deficiencia congénita en una enzima relacionada con la producción de glóbulos rojos.
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En el insomnio mortal, el daño se concentra en el tálamo, una de las partes del cerebro que controla el sueño. Como queda dicho, y a diferencia del Creutzfeldt-Jakob, esta enfermedad se transmite de generación en generación. En las familias portadoras, la probabilidad de pasarla de padres a hijos es del 50%, como tirar una moneda al aire.
La esperanza de los investigadores se centra en los llamados «resistentes», personas que aunque portan la mutación «no desarrollan los síntomas o lo hacen a edades muy avanzadas». El objetivo es averiguar cómo consiguen retrasar la malformación de la proteína que desencadena la enfermedad o, más todavía, cómo bloquean por completo el proceso. No se sabe con exactitud si logran solo primero o también lo segundo. Los esfuerzos parecen ir por buen camino. «Hemos avanzado mucho en el conocimiento de por dónde podemos atacar a esta enfermedad. No te voy a decir que tendremos la solución muy rápidamente, pero sí que estamos en una línea muy positiva».
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Terapia innovadora
Dos son las estrategias en marcha. El centro con sede en el Parque Tecnológico de Bizkaia es pionero en la primera, una innovadora terapia génica que buscaría rodear de proteínas resistentes a los priones y evitar así su propagación. Una especie de barrera de contención. «Hemos hecho estudios con unas 900 proteínas de mamíferos que nos ha permitido saber qué características tiene que tener una proteína para ser resistente al cambio», describe Castilla. La ventaja de esta terapia es que es «natural, asumimos que las que utilicemos seguirán cumpliendo con su función y además evitarían el cambio estructural».
Estas proteínas protectoras -en términos científicos se llaman dominante-negativas «porque tiene la opción de dominar y no puede transformarse»- se podrían introducir a través de un virus, una técnica cada vez más utilizada por los científicos para llegar a su objetivo terapéutico. En el caso del cerebro es especialmente complicado porque se ha de superar la barrera hematoencefálica, una red de vasos y tejidos que de la misma manera que protege a este órgano, también dificulta los tratamientos. Esta esperanzadora estrategia es más efectiva antes de la aparición de los síntomas, «porque una vez comenzado es más difícil bloquearlo aunque también tenemos otras herramientas para conseguirlo».
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La otra vía de abordaje, en la que investigan otros grupos también, es eliminar buena parte de las proteínas priónicas de la membrana de las células. «No sabemos cuál es la función pero suponemos que no debe de ser muy importante porque se ha probado con animales y pueden seguir viviendo con algunas alteraciones. Suponemos que quitando a la persona afectada un 50%, viviría bien y reduciría mucho la capacidad de desarrollar la enfermedad».
El derecho a no saber que se es portador y tener niños sanos
Saber que uno puede padecer una enfermedad incurable y mortal es muy difícil de manejar. Más todavía cuando el riesgo de transmisión a los hijos es del 50%. Por eso hasta el 80% de los portadores del insomnio fatal prefiere no saberlo. «Esa es la realidad que hemos experimentado nosotros conociendo a muchísimas familias en España», dice Joaquín Castilla, que defiende la necesidad de que estas personas puedan no saberlo y tener al mismo tiempo la seguridad de que su descendencia no será portadora. De la misma forma que quienes sí lo saben pueden elegir embriones sanos con sus parejas, estos últimos pueden recurrir a la «selección embrionaria indirecta». «Es un proceso más complejo, pero se puede hacer. Se puede conjugar que nadie sepa si se es portador y tener la seguridad de que el embrión está sano». Como presidente de la Fundación Española de Enfermedades Priónicas, defiende que debería estar sufragado por la Seguridad Social. No está contemplado ni en Osakidetza ni en otras comunidades. Tenemos que tener derecho a no saber y a tener niños sanos. Llegaremos hasta donde haya que llegar. Hemos escrito a la Reina para que nos apoye».
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