El director de Basurto y miembros de su equipo se vacunaron en secreto el 3 de enero
La vacunación se produjo en la primera semana de campaña, cuando todo el esfuerzo se centraba en las residencias
El exgerente de Basurto, Eduardo Maíz, cesado ayer por Osakidetza, se vacunó contra el covid el primer domingo de enero en una vacunación secreta que ... tuvo lugar en el mismo hospital. Según pudo saber ayer EL CORREO, varios altos cargos del centro recibieron ese día la primera dosis de la vacuna de Pfizer/Biontech sin que quedara registro alguno de la inmunización, tal como establecen los protocolos del Gobierno vasco y el Ministerio de Sanidad. Osakidetza ha abierto una investigación para esclarecer los hechos, que se llevaron a cabo casi de forma clandestina en un encuentro que se prolongó hasta las diez de la noche.
La destitución de Maíz se produjo el mismo día en que presentó su dimisión el director gerente del hospital de Santa Marina, José Luis Sabas, por un episodio relacionado también con la vacunación, aunque radicalmente distinto. La salida de ambos, dos históricos del PNV, cuya trayectoria estuvo ligada a la del desaparecido alcalde de Bilbao y exconsejero de Sanidad, Iñaki Azkuna, se produce en un momento complicado para la pandemia en Euskadi. El País Vasco se enfrenta estas dos próximas semanas al que se cree que será el pico de la tercera oleada del Covid, que llenará de pacientes las plantas y unidades de intensivos de los hospitales y, muy posiblemente, obligue al cierre perimetral de toda la comunidad, según se anunció ayer,
La vacunación secreta de Maíz y varios miembros de su equipo tuvo lugar, en concreto, la tarde noche del domingo 3 de enero, una semana después de que comenzara oficialmente la campaña. Por esas fechas, todo el esfuerzo organizativo del Servicio Vasco de Salud se centraba en llegar cuanto antes al mayor número posible de residencias de mayores. Se utilizaba para ello, como ahora, la mitad de las vacunas disponibles, porque la otra mitad se había decidido reservar con la idea de asegurar la disponibilidad de una segunda dosis en caso de desabastecimiento.
Sobrantes de residencias
Los viales usados en este caso procedían, al parecer, de las entregas repartidas durante esa jornada en varias residencias del entorno y se trataba de unidades que habían sobrado. Ese día, era en realidad el quinto de la campaña, que tras un arranque simbólico el domingo anterior, se había visto paralizada durante 48 horas por un retraso en la llegada de las dosis. Tras un primer envío, más testimonial, Osakidetza recibió 15.600 dosis y logró vacunar en aquella primera semana, según la información facilitada por el Gobierno vasco, a unas 5.500 personas.
En esas fechas, hace apenas tres semanas, ya se conocía que los siguientes en ser inmunizados después de los mayores residencializados y los profesionales que cuidan de ellos sería el personal sanitario. Pero todavía no existía un calendario de vacunación ni se habían fijado quiénes serían los trabajadores y servicios que se protegerían de manera prioritaria. Todo esos datos se han comenzado a conocer hace apenas una semana, justo después de que llegara a Euskadi la primera remesa de 1.400 dosis de la nueva vacuna de Moderna, que resultaron determinantes para los planes del Gobierno vasco. La disponibilidad de vacunas extra llevó al Ejecutivo a tomar la decisión de arrancar el programa para inmunizar a sus profesionales sanitarios.
Protestas en el servicio
En aquel 3 de enero, con Eduardo Maíz recibieron su primera dosis de la vacuna el jefe de servicio de Reanimación, Luciano Aguilera -en esas fechas recién jubilado o a punto de retirarse- y varios miembros de la directiva del hospital de Basurto. A las diez de la noche, el grupo abandonó el hospital. La vacunación clandestina acabó por conocerse, sin embargo, en distintos ámbitos del centro y suscitó un profundo malestar en el servicio de Reanimación, según adelantó EL CORREO en su edición de ayer.
Los trabajadores, tal como denunció el sindicato ELA, estaban molestos porque había comenzado a saberse que «profesionales que no trabajan en primera línea se habían inmunizado antes de que les tocara». Las paredes del servicio se llenaron de carteles y pegatinas que denunciaban las sospechas. Este periódico contactó entonces con el Departamento de Salud, que anunció la apertura de una investigación para aclarar lo sucedido. Al día siguiente -por ayer-, Eduardo Maíz era cesado como director gerente del hospital y su homólogo en el de Santa Marina, José Luis Sabas, presentaba su dimisión a la directora general de Osakidetza, Rosa Pérez Esquerdo, por un caso con similitudes, aunque al parecer radicalmente distinto.
La decisión la dio a conocer la consejera, Gotzone Sagardui, en la comisión de Salud del Parlamento vasco, adonde acude cada miércoles para informar sobre el estado de la pandemia en Euskadi. En una breve intervención sobre el caso, la dirigente jeltzale, sin citar sus nombres, anunció y diferenció el «cese» de un alto cargo y la «renuncia» presentada por el otro
«Un escándalo»
Aunque breve y escueta en sus explicaciones para lo que la oposición calificó de «escándalo» y «hecho grave» e «indignante», Sagardui se mostró tajante. Dijo que los protocolos de vacunación son «claros y estrictos» y que priorizan la inmunización de las personas «vulnerables y más expuestas al riesgo». Las normas, subrayó, «están para ser respetadas siempre y sin excusas».
Este periódico contactó ayer con Eduardo Maíz, que declinó hablar sobre el asunto. José Luis Sabas, por su parte, según ha sabido EL CORREO de su entorno más cercano, decidió inocularse el pasado martes la sexta dosis de un vial de Pfizer/Biontech con el fin, al parecer, de animar a la vacunación del personal sanitario. El hospital que dirigía acoge a pacientes graves de covid derivados de otros centros sanitarios y varios miembros de su equipo directivo habían contraído ya la infección.
Los dos, Maíz y Sabas, son afiliados al PNV y cuentan con una dilatada trayectoria política en el Gobierno vasco y también en el Ayuntamiento de Bilbao.
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